El crimen de dos hermanos que apagó las luces de la Feria de La Puebla de Cazalla
CRÓNICA NEGRA EN SEVILLA
Corrían los días grandes en este pueblo sevillano cuando Dulce Nombre y Antonio Reina Muñoz, dos hermanos septuagenarios, fueron degollados mientras dormían; los asesinatos quedaron sin resolver
El crimen del joven torero que llevó al 'exilio' madrileño a la familia Bienvenida

Pasó a formar parte de la larga lista de crímenes sin resolver en España. Hace 35 años el ambiente festivo que inundaba el municipio sevillano de La Puebla de Cazalla durante los días de feria se apagó de golpe y porrazo. ... Dos hermanos, vecinos del pueblo y septuagenarios, habían sido asesinados, degollados, en su casa de la calle Mesones. Esto generó una psicosis en el municipio, con llamadas anónimas a vecinos: «¿Has visto meter en la caja a la anciana? Pues el próximo puedes ser tú».
En una estampa habitual hace años en muchos pueblos de Andalucía en las calurosas noches de verano, Juan, José, Antonio y Dulce Nombre Reina Muñoz estaban sentados en la puerta de su casa al fresco. Era la noche del 11 de septiembre, jueves de Feria de La Puebla de Cazalla. Lejos del bullicio de casetas y cacharritos, estos cuatro hermanos preferían la tranquilidad de una larga charla. Al día siguiente asistirían a la comida organizada por el Ayuntamiento en el Hogar del Pensionista.
Ventanas cerradas
Sobre la medianoche, Juan decidió irse a dormir a la casa en el campo que ocupaba. Los otros tres también tomaron la misma decisión y se adentraron en la vivienda familiar, en el número 51 de la citada calle. En dicho inmueble sufrieron un robo dos años antes, por lo que desde entonces tomaban más precauciones.
Dulce, viuda y con 70 años, dormía con las ventanas cerradas a cal y canto. Antonio, de 77 años y conocido como el 'Portañuela', era invidente y había sido vendedor de la ONCE. José era el tercer hermano que dormía en aquella casa, pero se medicaba para descansar. A una hora indeterminada, el asesino entró en la casa por el patio trasero, que daba a la calle Cilla. Entró en el cuarto de Dulce, a la que atacó brutalmente con un cuchillo. La degolló.
Los gritos de la mujer despertaron a Antonio, quien a pesar de su ceguera no dudó en levantarse para auxiliar a su hermana. No le dio tiempo, el violento delincuente ya estaba en su cuarto. Acabó con su vida de la misma manera que con Dulce. Lo degolló.
A la mañana siguiente, su hermano José descubrió ambas escenas. «¡Han matado a mis hermanos!'», comenzó a gritar. Era la primera noticia que llegaba a los vecinos, quienes durante la noche no escucharon nada raro. El doble crimen se extendió por todo el pueblo, en pleno ambiente de feria. Los rumores e hipótesis no tardaron en circular.
Las miradas apuntaban a los feriantes que habían llegado al pueblo esos días o a alguna familia de etnia gitana. Pero sólo fueron rumores. El robo como móvil también se manejó. Dulce se dedicaba a comprar joyas usadas a vendedores poco recomendables y esporádicos. Sin embargo, algunos elementos del crimen desmoronaban esta teoría.
Las uñas
Aunque la habitación de la mujer amaneció patas arribas, no faltaba nada. Incluso, el cadáver de Dulce Nombre aún conservaba sus alhajas y joyas. Quizás el asesino, que conocía bien la casa de los hermanos Reina Muñoz, quería algo concreto a lo que la víctima se opuso.
La Guardia Civil asumió la investigación de este doble crimen que generó un ambiente de psicosis en el pueblo. El miedo llevó a los vecinos a tomar medidas en sus casas. Durante un tiempo se registraron llamadas anónimas a algunos habitantes de La Puebla de Cazalla con mensajes amenazantes, incluso de muerte.
Una de las pistas que manejó la Guardia Civil procedía de la violencia ejercida por el asesino. Perdió dos uñas en los cadáveres. Entonces, había que buscar a un hombre sin dos uñas. Encontraron a un joven. Sin embargo, aquellos años existía un hándicap: la ciencia aún no permitía extraer el ADN de una uña. Había que esperar que volvieran a crecer para comparar las raíces. El sospechoso nunca dejó que crecieran. No localizaron al asesino o a los asesinos. El crimen nunca se resolvió.
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