irlanda
Mudarse para hablar inglés
Ella se marcha con los niños todo un curso y él se queda y viaja cuando puede
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La importancia de saber inglés para las nuevas generaciones es algo que nadie duda. Lo que varía son las fórmulas que se están empleando para dominar la lengua de Shakespeare , algo para lo que, sin duda, no hay como la inmersión total en un país anglosajón.
La crisis y el deseo de no separarse de la familia han puesto de moda un fenómeno que va en auge: que uno de los dos cónyuges se traslade con los niños durante todo un curso académico a Irlanda , matriculando a los pequeños en un colegio público y se quede residiendo y haciendo la vida de allí.
Son, además, familias en las que está funcionando el «boca a boca» . Es decir, se están pasando unos a otros las direcciones de colegios y las viviendas y lo organizan todo ellos mismos, a su manera, sin necesidad de ninguna empresa que se lo facilite. Pero también sin el coste añadido de esas empresas que suelen cobrar caro estos trámites.
Es el caso de Ignacio Rus y su esposa, Isabel Vega , pioneros en esta experiencia, que llevaron a cabo en el curso 2012-2013. él llevaba varios años pensando en mandar a los niños fuera a estudiar. Pero tenían cuatro hijos (acaban de ser padres del cuarto) y era mucho dinero. Hicieron números y los compararon con lo que pagaban por el colegio privado donde estudian sus hijos en Sevilla. Les compensaba. Yles salieron las cuentas. De hecho, los vuelos para toda la familia le salían entre 7.000 y 8.000 euros al año. Menos de lo que puede costar enviar a un solo hijo a pasar un trimestre en Irlanda.
Algo que además tiene un inconveniente: cuando vuelven en Navidad es cuando están empezando a soltarse a hablar. Así que se decidieron. Isabel se marchó con sus cuatro hijos , que entonces tenían 11, 9, 7 y 5 años, respectivamente.Iñigo, Isabel, Cecilia y Pablo.
Y él se quedó en Sevilla trabajando. Iba y venía casi todos los fines de semana. Para Isabel e Ignacio todo son buenos recuerdos de aquel año tras el que sus hijos volvieron hablando inglés. Y encima habían estado todo el curso junto a su madre, sin necesidad de encontrarse en una familia extraña. «Los niños cambian, la mente se les abre, pues en un colegio público de Dublín convivían con niños y niñas de cinco o seis razas diferentes» , afirma el padre, que asegura que no es difícil llegar a un colegio público irlandés y matricular a los niños.
Ella, por su parte, explica que le supuso un año de estar «a su aire» y, además, de perfeccionar el idioma. También tuvo tiempo de otras cosas, como apuntarse al gimnasio y a clases de pintura. «A los pequeños se les abren los ojos al ver nuevas culturas, aquí estamos en una burbuja, allí conocen niños de todas las religiones» , aclara totalmente convencida.
El caso inverso es el que protagonizó Alvaro Cisneros . Él fue quien se marchó con sus tres hijas Macarena, Claudia y Elena de 14, 12 y 9 años, respectivamente. Aprovechando que la empresa en la trabajaba iba mal y estaba a punto de cerrar y también que en varias entrevistas de trabajo le habían descartado por no tener un buen nivel de inglés, decidió liarse la manta a la cabeza, hacer la maleta y marcharse también a Dublín. Su esposa, Macarena, se quedó en España, trabajando en Sevilla como procuradora. Iba y venía fines de semana alternos.
Pero Alvaro llegó con ventaja ya que su hermano había estado previamente y le asesoró. En quince días buscó casa y el colegio para las pequeñas. No le salió muy caro porque en ese país en los colegios públicos apenas tenían que pagar 150 o 200 euros por todo el curso. Resuelto el problema de las matrículas, el 8 de octubre estaban todos allí. El resultado, según relata, fue fantástico. Después de hacer «inmersión total» y no volver ni siquiera por Navidad, todos hablan inglés a la perfección y su hija mayor está este año en Estados Unidos porque su nivel del idioma le ha abierto muchas puertas. Y encima, las niñas se han dado cuenta que el mundo no es tan pequeño como ellas pensaban .
El caso de Clara Ruiz, cuñada del anterior, es otro ejemplo . Se marchó con sus tres hijos: los mellizos Nacho y Alvaro, de 10 años, y Clara, de 8. Ella no trabajaba y decidió dar el paso de marcharse porque era «una forma cómoda y más económica» para que los niños dominaran el idioma. Además, eran demasiado pequeños y, por tanto, no se atrevía a mandarlos solos. Así que se fue y su esposo acudía a verlos cada dos fines de semana.
Igual que los demás, asegura que no hay problemas para los trámites de la matrícula en el colegio aunque haber tenido a su familia allí un año antes les facilitó mucho las cosas. Y considera muy «gratificante»la experiencia ya que, además, asegura que a nivel personal ha sido maravillosa. Aunque, según dice, al principio no entendían nada, se adaptaron rápidamente.
No solo al idioma, también a los horarios, a comer a la una de la tarde y cenar a las seis y media, o al clima de Irlanda que, obviamente, no tiene nada que ver con el de Sevilla. Ahora todos hablan el idioma. Y, de vuelta a España, ven los capítulos de CSI en inglés. Ya no quieren la versión doblada.
Carmen Fernández Salvador y Rafael Molina también optaron por la misma fórmula el curso pasado. Los niños de 12, 11, 9 y 8 años se marcharon con ella, que era la que no trabajaba, a Dublín. También funcionó el boca a boca.
«Para aprender un idioma prefiero que vayamos todos juntos a que vayan de uno en uno», dice Carmen, teniendo en cuenta también que se trata de una experiencia mucho más económica, ytambién más segura para los pequeños, que han aprendido el idioma y «han salido de su burbuja de Sevilla».
«La experiencia es estupenda, la gente encantadora y hemos hecho un montón de amigos que este año han venido a vernos a la Feria de Sevilla. Como ellos este curso hay otras familias en Irlanda, estudiando inglés con la familia a cuestas, aunque uno de los dos se haya tenido que quedar en España trabajando.
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