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La Guardia Civil refuerza sus efectivos frente el auge de bandas de expoliadores

Sus equipos de arqueología terrestre y submarina se incrementan para afrontar el desafío del contrabando mundial, sobre todo en la cuenca del bajo Guadalquivir

La Guardia Civil refuerza sus efectivos frente el auge de bandas de expoliadores abc

E. Barba.

La protección del patrimonio histórico y artístico vuelve estos días a estar de actualidad por los lamentables hechos de Écija, donde se detuvo a tres personas por el destrozo de un mosaico único. Se trata de una cuestión que ha pasado a tener máxima prioridad para las fuerzas del orden público en los últimos años merced a la creciente concienciación de la sociedad con el asunto pero también a la emergente profesionalización de los expoliadores y ladrones , que cuentan con medios técnicos muy avanzados.

En la Guardia Civil se ha reforzado mucho este ámbito con la idea de mejorar la prevención, tanto en lo que se refiere al Seprona (encargado de la arqueología terrestre) como en los Grupos Especiales de Actividades Subacuáticas o GEAS (arqueología submarina), que han pasado de contar con un solo equipo en Sevilla a tenerlos ahora también en Almería, Málaga, Algeciras y Ceuta. Entre ceja y ceja, las organizaciones criminales internacionales que trafican con restos artísticos.

Ese trabajo a gran escala se coordina desde la Unidad Central Operativa , la UCO, donde se encuadra el subgrupo de Patrimonio Histórico-Artístico que, además, mantiene contactos con cuerpos de seguridad de otros países como Italia, Francia, Portugal o Estados Unidos, así como con la Interpol y la propia Unesco. A menor escala ya trabajan las unidades de zona. Desde la UCO se explicaba a ABC que, en Andalucía, es precisamente la cuenca del bajo Guadalquivir , cuna de múltiples civilizaciones, donde más restos se hallan. Y, por consiguiente, donde más problemas por robos y daños se detectan.

Los piteros

Los expoliadores noveles centran su labor en un ámbito comarcal y en espacios alejados de núcleos urbanos. Salen los fines de semana y a pesar de que tienen algunos conocimientos para identificar restos, no son especialistas, según se explica desde el Seprona, que realiza la salvaguarda in situ de yacimientos. Se les llama «piteros» por el sonido que provoca el detector de metales que llevan . Pero crece la presencia de un segundo tipo de expoliador, con una clarísima motivación económica y contactos de mayor envergadura. Trabaja con aparatos más sofisticados, posee amplios conocimientos arqueológicos y cartográficos y va directo a las piezas que sabe que puede encontrar. Funcionan en grupo , normalmente por la noche, y muchas veces por encargo de bandas internacionales. Esta actividad genera, en ocasiones, fuertes sumas de dinero y genera importantes beneficios, «habiéndose creado un mercado que mueve el mismo dinero, o incluso más, que el narcotráfico».

Para sumar otra dificultad, el tremendo daño que se hace al patrimonio con cada expolio o destrozo no tiene una correspondencia penal, puesto que los castigos que se imponen no son demasiado duros a causa de la legislación y de una aplicación laxa por la escasa importancia que tradicionalmente se le ha concedido al tema. Con todo, una sentencia del año pasado correspondiente a la «operación Badía» , en Extremadura, ha supuesto un hito por la dureza de las penas impuestas (que ya incluían cárcel) a causa de la implicación de las administraciones, la Fiscalía y las fuerzas de seguridad. «Ese ha sido un caso pionero. Poco a poco se están mentalizando de que el problema es grave», señalan desde el Grupo de Patrimonio del Instituto Armado. «El daño que se hace es enorme. Se mueve muchísimo dinero y lo que no se roba, se destroza».

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