los que trabajan en navidad
«Con un cazo y una cuchara simulamos las campanas porque se averió la radio»
Son muchos los profesionales que por vocación sacrifican pasar estas fechas en familia por el bien de los demás. Estas son algunas de las historias de los que velan por nosotros
Cuando alguien descubre su vocación y ésta es de servicio a los demás, en lo último que piensa es que en días de reunión familiar, como la Nochebuena o la Nochevieja, no podrá acompañarlos tal y como lo había hecho hasta entonces. La elección de ciertas profesiones entraña asumir sacrificios. Algunos de los que este año estarán lejos de los suyos en estas fechas tan señaladas por motivo de trabajo cuentan cómo viven la Navidad con su «otra familia».
El bombero
Desde hace unos nueve años José Carlos Acal, de 37 años, viste el uniforme de bombero. Primero lo hizo en Cádiz, en los parques de Jerez de la Frontera y Arcos; después en el aeropuerto de Mallorca y desde hace algo más de siete años en su Sevilla natal. La Nochebuena de este 2014 es la segunda que ha pasado en compañía de sus compañeros de trabajo. «Se pasa mal porque no estás con tu familia, pero estás bien porque vives esa noche con la gente con la que estás muchos días 24 horas trabajando codo con codo». Esta Nochebuena no fue una excepción. A las nueve de la mañana del 24 de diciembre entraba en el parque central de San Bernardo hasta la misma hora del 25. «Éramos unas veinte personas en el parque. Hubo buen ambiente, algunos incluso se disfrazaron, otros gastaban bromas. Fue una noche tranquila hasta después de la cena, cuando comenzaron a llegar las alertas, aunque ninguna de gravedad».
El informático
Francisco Algaba, de 45 años, trabaja desde hace catorce en el aeropuerto de Sevilla como informático y administrador de sistemas. Vive en El Viso del Alcor, está casado y es padre de dos niños. Este año pasará lejos de casa la Nochevieja y, entre otras tareas, desde las siete de la tarde hasta las siete de la mañana del 1 de enero, Francisco se encargará de que en los luminosos del aeródromo de San Pablo se indique correctamente la hora de salida y llegada de cada vuelo. Como José Carlos, lo que más siente es no vivir estas fiestas con sus seres queridos. «Separarte de tu familia, sobre todo cuando los niños son pequeños, es lo peor que acarrea esta profesión. Ese día cambia todo», afirma. No obstante, señala que esos días se vive un ambiente más cordial de lo habitual. «Nos reunimos compañeros de distintas secciones y despedimos el año en una oficina. Entre todos acordamos que cada uno traiga un plato distinto, gambas, chacinas... y tenemos nuestra cena especial». A diferencia de otras profesiones, Francisco podrá tomarse las uvas con relativa tranquilidad. «Como a las doce en punto no suele haber vuelos, excepto emergencias, nos comemos las uvas juntos y en un ambiente festivo, luego, a seguir currando».
El conductor de Lipasam
A las seis y media de la mañana del próximo 1 de enero, José María Álvarez, de 48 años, casado y con dos hijos, se subirá al camión de Lipasam, como lo viene haciendo desde hace más de veinte años, en uno de los días más ajetreados del año. También lo hará el día 31 -de 6.30 a 14 horas-. «Son días en los que hay más trabajo de lo habitual. Compras de última hora, más turismo, además de preparar la cabalgata; cuestiones que generan mucha basura y que nos toca recoger, claro. Estos días estamos desbordados».
Para José María, el secreto para sobrellevar con fuerza el día 1 es descansar bien el día antes, «aunque una vez que empieza la cena en casa, es un no parar hasta prácticamente la hora de entrar a trabajar», declara. «Procuramos no excedernos ni con la bebida ni con la comida, y sobre todo yo que soy conductor. La familia -añade-nota que llega un momento en el que cortas la celebración y te vas directamente al trabajo porque no te da tiempo de descansar, pero ya están acostumbrados».
El chef
Carles Gassó, casado y con una hija de siete años, lleva más de veinte años trabajando en el sector de la hostelería y, desde hace tres, este chef dejó su Barcelona natal para comandar una de las cocinas del hotel Alfonso XIII. En Nochevieja -como también hizo en la pasada Nochebuena- le tocará llevar la batuta entre los fogones de su cocina, desde las diez de la mañana hasta poco después de la medianoche. Una jornada intensa para preparar una de las cenas más especiales del año.
Alguna que otra anécdota han vivido en torno a la medianoche del 31 de diciembre. «Hay trabajadores que se han perdido las uvas porque estaban atendiendo las mesas, pero lo normal es que nos juntemos en la cocina, que es como un punto de reunión entre todos los que trabajamos ese día, y escuchamos a través de la radio las campanadas». Pero como las tecnologías a veces fallan, cuenta el chef, una Nochevieja tuvieron que optar por un método más «rudimentario». «Nos falló la radio, entonces uno de los cocineros cogió una cuchara y un cazo e imitió el sonido de las campanadas una vez que el reloj dio las doce». Esta, recuerda Carles Gassó, ha sido una de las anécdotas más divertidas que han vivido.
El policía
José Romero, de 36 años, es agente de la Unidad de Intervención Nocturna (UIN) de la Policía Local de Sevilla. Vive en San José de la Rinconada con su mujer y sus dos hijos, y este año trabajará en Nochevieja, desde las diez y media de la noche hasta casi las siete de la mañana. Entre los compañeros confiesa pasarlo bien, cuestión que palia el dejar a la familia en casa. «Somos muy tradicionales y nos gusta pasar la Navidad todos juntos, es duro, la verdad; es más, todavía no le he dicho a mis hijos que esa noche no voy a estar con ellos. Es difícil».
Por otro lado, y pese a lo impredecible de su profesión, asegura tener tiempo para hacer una pequeña comida esa noche con los compañeros. «Llevamos pasteles, algo de picoteo y, mientras podemos, celebramos la entrada del año». José asegura tener asumido que por su profesión estas cosas pueden pasar, «y si Dios quiere, espero que sean así muchas navidades más, será señal de que sigo trabajando y de que hay salud, que es lo importante».
El enfermero
Francisco Barragán trabaja en el área de Urgencias y UCI del hospital Infantil del Virgen del Rocío y forma parte de ese «comando» de profesionales -enfermeros, auxiliares y médicos- que durante esta Nochebuena buscó ofrecer el mayor confort a familiares y a enfermos. Tras doce años de profesión, este enfermero de 35 años no es la primera vez que pasa la Nochebuena o la Nochevieja lejos de los suyos. El pasado día 24 comenzó su jornada a las diez de la noche y la finalizó diez horas después. «Fue una noche tranquila, sólo teníamos a tres niños en la UCI y las urgencias comenzaron a llegar a partir de la medianoche, por lo que pudimos cenar más o menos tranquilos. Por suerte, no tuvimos que asistir a ningún niño de gravedad», asegura.
Estos días ponen a prueba su imaginación con los niños. «Nos ponemos pelucas, disfraces y vamos por las salas haciéndoles bromas o cantándoles villancicos», algo que, según cuenta, los padres agradecen. Para Francisco tampoco es fácil pasar la Navidad en el hospital. Recuerda, sobre todo, a sus sobrinos Sergio y Laura. «Al estar rodeado de niños, te acuerdas aun más de ellos, pero sabes cuál es tu trabajo y sabes que tienes que estar ahí. De todos modos, con mi otra familia, también en Nochebuena se echan buenos ratos».