la violencia en el fútbol
Los ultras sevillanos se refuerzan en las redes sociales
Biris, más numerosos y de extrema izquierda, y Supporters, vinculados a la ultraderecha, usan la red de base logística
La muerte de un radical del Deportivo de La Coruña el fin de semana pasado en Madrid en una pelea organizada con hinchas extremistas del Frente Atlético ha vuelto a colocar en primera línea de actualidad el problema de los ultras del mundo del fútbol.
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Como señalan los expertos y la propia realidad, la violencia en este ámbito ha descendido de forma evidente en comparación con décadas anteriores, como los años 80 —donde los controles eran escasos ante un fenómeno más desconocido—, pero ésta no ha desaparecido del «deporte rey».
Se trata, muchas veces, de mera delincuencia juvenil revestida de estética deportiva
Es más, tras el descenso en la intensidad durante los 90 y la primera década de este siglo, el movimiento ultra ha repuntado en los últimos años apoyado en una transformación evidente, la que le han concedido las nuevas tecnologías. Que han moldeado a los grupos radicales haciéndolos más sofisticados, mejor comunicados interna y externamente y, sobre todo, más escurridizos.
El caso de Sevilla no escapa a esa tendencia general, como era previsible, y los cambios de modelo organizativo pueden comprobarse también en los dos grupos de hooligans de los equipos de fútbol. Éstos están bastante controlados desde la Subdelegación del Gobierno —que tiene asignado un coordinador de seguridad a cada equipo y está en permanente contacto con los responsables de los clubes y la Policía— y, por supuesto, desde la Brigada de Información de la Policía Nacional. Pero el problema ha sobrepasado el ámbito estrictamente futbolístico para adentrarse cada vez más en el espectro de las bandas urbanas y la violencia ideológica.
Se trata, muchas veces, de mera delincuencia juvenil revestida de estética deportiva. De hecho, como ocurre en toda España, los principales incidentes se organizan y se producen lejos de los estadios. Ese es el segundo vector a tener en cuenta actualmente, el traslado del conflicto desde el interior de los recintos deportivos a espacios apartados, amplios y pactados por los contendientes.
Basta recordar, por ejemplo, la cita entre radicales de Sevilla y Betis en un descampado de Sevilla Este, frente a Fibes, el pasado marzo, saldada con varios heridos y disuelta rápidamente tras los avisos a la Policía de los responsables de bares del entorno. Aquella cita pactada con antelación fue un paradigma de cómo se desenvuelven ahora estos jóvenes que usan el fútbol como disfraz para la mera violencia.
Desequilibrio de fuerzas en Sevilla
En el caso de la capital andaluza, según apuntan a ABC expertos en seguridad que colaboran con ambos clubes, existe un patente desequilibrio de fuerzas entre un grupo ultra y otro. En número de efectivos, historial, capacidad organizativa, presencia y, como es obvio, hechos violentos protagonizados. Tienen más peso la peña radical sevillista Biris Norte, fundada en 1975 y vinculada a la extrema izquierda.
Los principales incidentes se organizan y se producen lejos de los estadios
De hecho, independientemente del fútbol, las Fuerzas de Seguridad del Estado tienen mucho más en cuenta a los movimientos de ultraizquierda en la ciudad puesto que tienen más presencia y potencial en todos los sentidos. Se ha convertido Sevilla, de hecho, en centro neurálgico de movimientos de esta facción junto a Madrid y Barcelona. Okupas, radicales del entorno del 15M, antisistemas, antifascistas o redskins han encontrado base sobre todo en el casco histórico y los contactos entre estos grupos y los Biris son conocidos por las fuerzas de orden público.
El vínculo de los ultras sevillistas y esos grupos es la ideología. Al menos, supuestamente, ya que «muchos de los componentes de esos movimientos urbanos no sólo rehuyen del fútbol sino que rechazan mezclarse con estas peñas futbolísticas y ofrecer una imagen de hooligans que se aleja de la vertiente política que buscan». Los radicales sevillistas, en base a esa tendencia ideológica, mantienen contactos con otros grupos ultra del mismo sesgo, especialmente con los Riazor Blues coruñeses ahora tristemente de actualidad; están hermanados, de hecho. No obstante, los de extrema izquierda son minoría entre los grupos radicales del fútbol, bastante más ligados a la ultraderecha.
Supporters Gol Sur
Entre las organizaciones de extrema derecha están los radicales del Betis, la peña Supporters Gol Sur, como no podía ser de otra forma, el polo opuesto. Fundado en 1986, este grupo tiene secciones en Huelva, Madrid, Valencia o Cataluña y mantiene sólidos vínculos con el Frente Atlético y los Ultra Boys del Sporting de Gijón, dos de las peñas más duras entre la extrema derecha con presencia importante de neonazis. Y enemigos acérrimos de los Biris y los Riazor Blues, como lamentablemente se comprobó la pasada semana.
Estos grupos cuentan con páginas webs, foros y publicaciones, pero además mantienen ahora una fuerte cohesión gracias a internet y los sistemas de mensajería instantánea, mediante los que realizan las quedadas lejos de los campos de fútbol y eludiendo los controles de la Policía. «Ese es el método actual para organizar encuentros e incluso las peleas entre grupos», explican, que se nutren incluso de miembros de otras peñas radicales que se desplazan a apoyar. En este sentido, ya no sólo se tiene especial vigilancia cuando se celebra un derbi sino que «se está atento a movimientos hacia Sevilla de componentes del Frente Atlético, por ejemplo, cuando hay que enfrentarse a los Biris. Odesplazamientos de éstos a otras ciudades en ayuda de otros. Así funciona».