LA AVENTURA DE APARCAR

Anular una multa en la zona azul, el más difícil todavía

Los ciudadanos se quejan de la complejidad para cancelar las sanciones en las máquinas expendedoras, un verdadero campo minado... cuando el dispositivo no está averiado

Anular una multa en la zona azul, el más difícil todavía ROCÍO RUZ

E. BARBA

La zona azul fue ampliada en Sevilla en junio a Bami, Nervión o la Pirotecnia. Más allá del debate creado por la necesidad de implantar el sistema de pago, la nueva zona azul supone todo un calvario para los usuarios por la mayor complejidad de los postes expendedores de tiques. Diseñados sólo para sabios, ingenieros o personas increíblemente intuitivas. Muchos son los ciudadanos que se quejan amargamente ante los operarios de este tormento, que es aún mayor si se trata de anular una sanción por haber excedido el tiempo abonado, circunstancia bajo la que el asunto se complica exponencialmente.

El nuevo modelo de parquímetro colocado por Aussa —la compañía participada por el Ayuntamiento que tiene la concesión de este servicio— obliga a un proceso bastante más enrevesado. El mecanismo actual está más avanzado, presenta más variables y, por ello, tiene una dificultad mayor. Es laboriosa incluso la acción más ordinaria, sacar un tique para aparcar abonando la cantidad que sea, pero el verdadero terror surge cuando se trata de anular una sanción.

Esta sanción es la misma tanto si el exceso es de cinco minutos como si lo es de una hora. Si se pretende cancelar ese castigo para evitar que se convierta en multa, el servicio ofrece la posibilidad de hacerlo durante la hora siguiente a la que fuera firmada la sanción abonando en el propio poste expendedor 4,60 euros. Pero no es tan sencillo. De momento, hay que comprobar si la denuncia en sí es anulable, algo que debe señalarse en el papel; y es que no todas lo son.

El importe exacto

Si es anulable y se va a proceder con monedas, hay que introducir el importe exacto, pues si no se llega o uno se pasa en cinco céntimos, la máquina corta el proceso en seco y devuelve todo. Además, el menú de la pantalla digital señala que para anular hay que activar el botón amarillo, pero llegan la sorpresa y los nervios al verificarse que no es uno sino cuatro los botones amarillos que posee el nuevo modelo de parquímetro. Sobre cada uno de ellos, minúsculos carteles, justo en la zona inferior de la pantalla, casi imperceptibles señalan las opciones (restablecer, el dinero que falta, el dinero que se lleva introducido...).

Si se logra superar el proceso de los botones amarillos, la matrícula y el importe exacto en monedas, el dispositivo exige que se teclee un extenso código alfanumérico que aparece en el documento de la sanción; por cierto, con caracteres minúsculos. Una vez se introduce ese código, el parquímetro debe expender un nuevo tique en el que se confirma la anulación de la sanción. Pero los fallos son múltiples entre los clientes —sobre todo por no usar el importe exacto— y la corrección es casi imposible puesto que si se supera el minuto de proceso, éste vuelve a iniciarse. El mecanismo mediante tarjeta, por otra parte, es ya para auténticos expertos.

Por si fuera poca complicación, hay máquinas estropeadas, lo cual obliga a usar «la más cercana», que en escasas ocasiones se encuentra a menos de cien metros. Y todo, siempre, con el tiempo justo, pues los nuevos métodos telemáticos envían la sanción mediante un terminal que llevan los empleados a la central, donde se da trámite automático a la multa. De modo que hay que andar certeros. Y si se quiere consultar algo sobre la marcha, la única opción es llamar a un teléfono 902, de tarificación especial. Otra más.

Anular una multa en la zona azul, el más difícil todavía

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