Héroe

The New Yorker, la gran revista social de la ciudad de la gran manzana, practicó siempre un humor eficaz e ingenuo, como en este chiste que llevó a su portada en el verano de 1944. Los sueños de gloria del niño que quisiera emular a los pilotos que se baten con el enemigo en el continente europeo es un buen ejemplo, además de la paulatina belicosidad de la sociedad norteamericana de la época, que pasó de una actitud contraria a la guerra a implicarse cada día más en la contienda a raíz del ataque japonés a Pearl Harbor.

Archivo Fernández-Xesta.