La lección mal aprendida

Lo ocurrido en la guerra contra Finlandia llevó a los alemanes a despreciar el valor combativo del Ejército Rojo y les decidió año y medio más tarde a lanzar la Operación Barbarroja, ignorando los éxitos soviéticos frente al Ejército Imperial Japonés

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Armando Fernández-Xesta

Soviéticos y alemanes ensayaron sus técnicas de combate sobre el suelo de la Península Ibérica a lo largo de la Guerra Civil Española. Pero sus conclusiones no pudieron ser más opuestas. Mientras los generales de Moscú se reafirmaron en la utilización de sus blindados como un apoyo a la infantería, que era la doctrina universalmente aceptada, la Wehrmacht, por el contrario, llegaba a convencerse de la validez de las ideas expuestas por Guderian sobre la guerra acorazada, partiendo de las conclusiones previas que había expuesto el entonces mayor del British Army, John Fuller, partidario de crear un cuerpo acorazado en el que infantería y la artillería, también desplazadas sobre medios blindados, fueran las que dieran cobertura a los carros de combate.

Fue un acierto alemán y un enorme error soviético. Sin embargo, la guerra de Finlandia (la Talvisota) sería analizada demasiado frívolamente por el OKW (Alto Estado Mayor alemán), que juzgó que el Ejército Rojo, en total descomposición tras las purgas de Stalin, no podría oponer resistencia a las invencibles divisiones panzer. Los éxitos de las tropas de Helsinki no fueron considerados fruto del conocimiento del terreno, tácticas de combate perfectamente adaptadas al medio o a la flexibilidad de las unidades finlandesas. Y se consideró que la URSS sería incapaz de medirse con la poderosa Alemania.

Sobre tal idea se montó en el año 1941 la operación Barbarroja, que, en efecto, a punto estuvo de derrotar totalmente a la Unión Soviética, pero ésta logró rehacerse y golpe tras golpe llegar con sus fuerzas hasta Berlín, en donde entraba vencedor un general, Zhukov, que previamente había derrotado al potente ejército japonés en Khalkin Gol, que frenaría a la Wehrmacht ante Moscú y la humillaría en Stalingrado.

Los estrategas del Reich habían preferido sacar todas sus conclusiones de lo que había ocurrido en Finlandia y ninguna de los combates de Extremo Oriente. Si lo hubieran hecho, quizá se tomaran más en serio al Ejército Rojo y, sin duda, hubieran evitado un desastre como el de Stalingrado, en donde Zhukov puso en práctica idéntica estrategia que la que le había asegurado la victoria contra los japoneses en Khalkin Gol.

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