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La ilusión se vive con precios populares en la Feria de San Fernando
El Día del Niño vuelve a llenar las calles del recinto y convierte la zona de atracciones en una marea de personas que no desaprovechan la velada más económica
Actualizado: GuardarUno peina canas, mientras que la otra corre para que el peine no alcance su pelo. Él resopla al girar y ver otra calle por recorrer, pero ella no duda y sale corriendo. Uno ve el peligro en todos los lados y no le quita ojo con el miedo temeroso entre la multitud, esa multitud que ella esquiva con facilidad porque no ve el peligro. El abuelo añora la Feria de San Fernando de antaño, aquella en la que parecía que todo iba más despacio, que no había tanto ruido ni cachivache. La nieta sin embargo vive el momento y se sorprende por la velocidad, por la altura y las ganas de experimentar nuevas sensaciones.
Son el pasado y el futuro de la fiesta, aunque esa distancia se rompe, se difumina, desaparece porque hay algo que une a una generación y otra; la ilusión.
Ojos que brillan ante una cara de sorpresa, dedos que señalan de un lado hacia otro preguntando ante dedos que rascan en los bolsillos en busca de dinero. Y es que la ilusión también tiene un precio. A veces es completa porque toda la familia se va satisfecha por la jornada, otras no porque hay quien se queda con las ganas de más.
Al menos ayer fue más liviano. La ilusión de grandes y pequeños se pudo multiplicar porque tocó el Día del Niño, aquel en el que las atracciones reducen su precio y permiten que sea un poco más sencillo decir que sí a otro viaje, a alargar ese «que sepas que es el último en el que te montas hoy». La Festividad del Carmen, que también se celebró ayer, es la que pone fecha a la celebración, pero es la ilusión por compartir buenos momentos con la familia, con los amigos lo que le da verdadero sentido.
Es por eso por lo que no importa que sea en julio y se viva por la noche, o que haya menos casetas, que la crisis la golpee y no luzca como antes, porque ese abuelo vuelve a su infancia al ver como su nieta se para en frente de la noria y se queda un rato mirando hasta el cielo, como si la atracción se perdiera en él.
Ayer fue un día más familiar, las conocidas calles del infierno se hicieron más soporíferas y las largas colas solo se aguantaban por la ilusión. Unos por los nervios de vivir la experiencia y otros por las ganas de ver esa cara, de revivir después el momento a través de las palabras de los primeros.
Fue el día de probar la puntería, de tentar a la suerte y de jugar. Da salir con el piñonate, con el algodón de azúcar, con la manzana de caramelo. De acostarse tarde. Una jornada especial y en la que el recinto muestra su mejor cara. Un lleno absoluto, una entrada hasta la bandera, una procesión entre calle y calle.
Y todo ello en un día especial, porque la patrona de la ciudad también fue a ver como La Magdalena se viste de fiesta por ella. La que custodia a los marineros, la que templa al mar. La Virgen del Carmen no faltó a su cita con el ferial y también pudo contemplar, aunque a una hora en la que la calor de nuevo apretó, esa ilusión por mantener las tradiciones. Porque la fiesta no es solo la fiesta si no es la víspera. Es preparar el barco para acompañarla, es volver y cambiarse para vivir la noche, es alargar los momentos con las personas que uno siempre lleva consigo.
Jornada de recuerdo y de añoranza, de vuelta de costumbres (con la salida de la Virgen del Carmen Coronada en este día de julio), de felicitaciones porque Carmen es el nombre más típico en San Fernando y Carmen es la abuela, la madre, la tía, la hermana, la amiga. Porque hay motivo para celebrar, por eso se vivió un día más familiar que el resto.
A la espera de la Bahía
Y hoy el Real se transforma, deja ese ambiente más familiar para ser conquistado por los jóvenes, esperando además atraer al resto de la Bahía. Es a ellos a los que abre sus puertas en unas madrugadas más intensas y masificadas, en las que las casetas alargan hasta que casi asoma de nuevo el Sol.
El paseo marítimo es el territorio de concentración para los adolescentes y también para aquellos grupos de amigos que alargan su juventud intentando no perder la costumbre de vivir juntos las noches de feria.
Cargados de bolsas de plásticos con las que portan las bebidas alcohólicas, porque el plan es sencillo: coger el denominado ‘puntito’ para estar bien antes de darlo todo en el interior de las casetas. Un gran botellón que para ellos resulta imprescindible porque en ese espacio no solo se encuentran con amigos de otras pandillas, sino con personas que hacían tiempo que no veían.
Es allí donde aquellos que aún no han dado el paso pero están a punto, se buscan ansiosos para hablar de forma tranquila, mientras que los que buscan estar a punto dan vueltas a la espera de encontrarse con esa persona que haga que la ilusión por ir a La Magdalena sea distinta. Porque de ilusión también viven los que ya empiezan a reivindicar su independencia, los que han dado una pequeña vuelta familiar, para acudir rápido y veloz a la rotonda de la estrella o la portada para quedar con los amigos y luego ir a buscar sitio.
En las últimas jornadas había donde elegir, pero hoy y mañana será más complicado, porque el fin de semana hay más gente. Los caseteros también lo esperan, sobre todo tras un Día de la Mujer que no fue todo lo bien que se esperaba en un principio.
Y todo ello ante la sensación de que hay que aprovechar lo que queda, porque más bien queda poco. Con el viernes llega el principio del fin de una fiesta de contrastes, de una celebración atípica. No solo por la fecha, al ser una de las ferias más tardías, sino porque se configura de una manera similar pero distinta a las que ya se han llevado a cabo en otros municipios. Porque la noche y la madrugada es lo que cuenta, porque los ritmos del verano (no solo de este sino de otros veranos pasados) se llevan de calle a las sevillanas y porque los caballos no tienen tanto protagonismo, aunque hay que reconocer que cada vez más y el domingo será su día.
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