Carta de una madre al CEFOT-2
La carrera militar ha pasado a ser una salida laboral atractiva, pero hay casos en los que además consigue devolver la ilusión y cambiar la vida
Actualizado:No quiere dar su nombre a conocer, tan solo su historia. Es una madre agradecida por ver como su hijo encauza su vida, siembra ilusión por el futuro y puede soñar con proyectos de desarrollo personal y familiar. Algo que parece al alcance de todos, y debería estarlo, pero que en los últimos años se ha convertido en una utopía.
Es una madre que no ha querido ocultar su emoción y por ello envió una carta al Centro de Formación de Tropa de Camposoto (CEFOT-2) para ensalzar su trabajo, para demostrar que hay ocasiones en las que la instalación consigue convertirse en el primer paso hacia la luz al final del túnel, una frase cuyo significado está desgastado de tanto utilizarse. Además sin tener en cuenta que en ese túnel hay jóvenes que se pierden, talento que no se recupera, que por diferentes circunstancias deshacen su camino y nunca vuelven. Y este centro, que estuvo a punto de cerrarse, se ha convertido en la esperanza para no alejar el camino de los suyos.
O eso al menos considera esta madre, que en su carta de gratitud anónima describe ser una madre cualquiera, una madre con un hijo «inteligente, listo, avispado, poseedor de ‘un pico de oro’, que pone su interés en todo lo que le atrae, que siempre se distingue del montón por su talante y buen hacer… en fin ¡qué voy a decir de mi hijo! Pero andaba desorientado, de aquí para allá sin encontrar el norte. Aunque conservaba los amigos se había distanciado de ellos y había hecho otras amistades variopintas, además de varias novietas a cual más estrambótica. Su paso por la Universidad lo había decepcionado. Hace un año se fue de casa, solo Dios sabe dónde, para volver al cabo de 10 días con la noticia de que había ‘echado los papeles’ para el Ejército. Su padre y yo nos miramos y nos descubrimos los ojos echando chispas y preguntándonos: ¿será posible que encuentre su lugar?».
Sorpresa tras sorpresa
La gran pregunta. Ese sin vivir oculto pero siempre latente en el pensamiento de los padres a la hora de que sus hijos reclamen su espacio, su independencia, sin importar que sea simplemente para entrar solo en el colegio o para marcharse por primera vez de casa para encontrar ese sitio. Solo el tiempo calma en parte esa inquietud y para esta madre las sorpresas no habían hecho más que empezar.
«Empezó la Instrucción General con su disciplina, horarios, comidas, compañeros que lo alentaban y ayudaban, los chistosos, los que renunciaban, su Sargento Primero, su Brigada, las imaginarias, la cantina… Y al volver a su casa los fines de semana: lo primero es lavar el petate porque el domingo hay que llevar la ropa limpia. Su padre y yo nos mirábamos ojipláticos y lo felicitábamos».
La vida militar no es sencilla, es un cambio drástico que en ocasiones se critica al calificar su régimen de demasiado estricto. Pero al igual cuenta con una serie de valores que siempre surgen al salir este tema, incluso por los propios soldados, que no es otro que el compañerismo, una base en la que se sustenta y que cambia la percepción de muchos en un mundo que incita a ser cada vez más egoísta. Y para esta madre la vida militar ha transformado a su hijo, algo que comprobó en la Jura de Bandera, la primera tras confirmarse que el CEFOT-2 seguiría abierto.
Una gran emoción
«¿Vais a ir a mi Jura de Bandera? ¡Por supuesto que sí! Durante el acto castrense veíamos poco, entre la niebla y la gente, pero no puedo olvidar las palabras que les dedicó el coronel director del centro. En un tono firme, pero cariñoso, ensalzó a aquel puñado de jóvenes que habían besado la Bandera y habían jurado derramar hasta la última gota de su sangre por España. Los felicitó por la valentía de haber apostado por el Ejército y también por haber conseguido una plaza de las pocas ofertadas, comparadas con el número de solicitudes. Nosotros, sus padres, estábamos henchidos de orgullo escuchando a aquel señor militar del cual desconocíamos su nombre y su graduación, ya que quien realmente nos interesaba era nuestro hijo y era mucha la emoción. Y cuando creíamos que ya no vibraríamos mas aquel señor se dirigió a nosotros, ¡los padres! Nos dio las gracias por haberlos puesto en el mundo y tantas cosas bonitas que hicieron que mi marido y yo nos cogiéramos fuertemente de la mano y nos resbalaran gruesos lagrimones por las mejillas. No soy capaz de describir la emoción que nos embargaba y, aún hoy, al escribir estas líneas se me humedecen los ojos».
La ilusión de unos niños que encuentran su camino, de unos padres que ven como sus niños caminan hacia el futuro. Una alegría compartida con la tristeza de que emprenden su vida lejos de ese refugio. Una madre, es una madre y madre no hay más que una, porque en ella se multiplica lo que sufre, siente y padece un hijo, porque ella siempre está ahí.
Y por todo ello esta madre ha escrito esta carta porque «hoy, a punto de terminar la Instrucción Especializada, mi hijo; ese adolescente rebelde, contestón, encerrado en su habitación o eternamente en la calle, se ha convertido en un hombre responsable, cariñoso, atento, estudioso y sobre todo, lo más importante, entregado a esta profesión donde se ha encontrado a sí mismo y poco a poco va alcanzando los objetivos que le marcan. Brindo este relato al CEFOT-2, para que lo empleen a su conveniencia, con mi más profunda y sincera gratitud. Firmado: una madre».