Sanfermines 2016

En busca del soldado Townsend al que salvó la vida en un encierro de San Fermín

José Luis Molinero taponó con su brazo la femoral del marine estadounidense el 10 de julio de 1984, mientras los toros aún recorrían las calles de Pamplona

Momento en el que «Rehilera» empitonó en el suelo a Stephen Townsend EFE
Mónica Arrizabalaga

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José Luis Molinero aún aprieta con fuerza el puño al recordar cómo salvó la vida al marine estadounidense Stephen Townsend . No fue en ninguna guerra, en ninguna batalla, sino en un encierro: el del 10 de julio de 1984 . Han pasado 32 años, pero no ha olvidado ni un detalle de aquella terrible cogida que pasó a la historia de los Sanfermines. Días antes de regresar a Pamplona tras una prolongada ausencia, este médico y veterano corredor rememora aquel día que le apartó para siempre de las astas de los toros.

«Corría en el tramo de Estafeta. Me solía colocar a la altura de la Bajada de Javier y cuando veía que tenía opciones de entrar, dependiendo de cómo venía la manada, me colocaba ante los toros. Aquel día venía abierta y al final se partió». Molinero relata cómo vio a un toro cornear en la rodilla a un mozo en el cruce de Espoz y Mina. Era el británico David Crowthep . Unos segundos después, ese mismo toro negro de Osborne de 530 kilos de peso, llamado « Rehilera », se dio la vuelta en la calle Estafeta y la tomó con un joven que estaba apoyado en la pared. «El chorro de sangre de la cornada me puso rojo de arriba a abajo», cuenta este pamplonés que se encontraba junto a Townsend, un subteniente del Ejército estadounidense de 23 años. El toro había empitonado al militar y lo había arrastrado hasta el centro de la calle.

Stephen Townsend, alcanzado por el toro EFE

«Lo levantó por los aires y cayó al suelo. Yo le grité que no se moviera, pero se ve que no me entendió », cuenta el veterano corredor, que desde los 13 años no se había perdido un encierro y sabía que en esos casos «lo mejor es quedarte inmóvil». Townsend no le hizo caso. Intentó apartarse y el toro volvió a fijarse en él. Así lo contó el propio Townsend en declaraciones al Diario de Navarra en 1984: « Luché con el toro a vida o muerte , con los brazos, con las piernas y con todo mi cuerpo. Solo quería escapar de él, pero era un muñeco entre sus astas. Intenté dominarlo, luché por detenerlo y por huir y en ese enfrentamiento ni siquiera noté que me clavaba el cuerno».

Recibió varias cornadas, una con una trayectoria que pudo ser mortal. El pitón izquierdo le había herido en la pierna izquierda, a la altura de la región inguinal, le había lesionado el paquete vásculo-nervioso y le había seccionado la femoral. Era una herida de más de 40 centímetros .

«Cité al toro varias veces, pero no había manera, hasta que llegaron los hermanos Solano, Marco y José, muy buenos corredores, que consiguieron llevarse al toro y yo me quedé con Townsend», continúa Molinero. Éste logró reptar hasta la acera en aquellos minutos de angustia. «Mi cuerpo se iba llenando de sangre, pero hasta instantes después no comprendí que era la mía y que salía a borbotones. Entonces sentí todo el pánico del mundo y grité para que me auxiliaran. Luché por no perder el conocimiento, pero sólo cuando he visto las fotografías he comprendido que aquellos momentos eran de muerte y que, sin saberlo, para lo único que luchaba ante el animal era para vivir», relataría después el marine estadounidense.

Stephen Townsend luchando con el toro EFE

Como médico, Molinero se dio cuenta inmediatamente de la gravedad de la cornada y de que había que actuar cuanto antes, pero «tanto "Rehilera" como el toro que había pillado al inglés seguían sueltos en el recorrido del encierro y los servicios de emergencias no podían entrar». No lo dudó. « Le metí el brazo por la herida, metí la mano por el paquete vásculo-nervioso y enganché la femoral con los dedos » para evitar que se desangrara. «No había otra», dice.

Con el puño metido en la herida

Así le encontraron las asistencias médicas cuando llegaron minutos después hasta el lugar y con la mano metida en la herida tuvo que acompañar al joven Stephen hasta la ambulancia. « No lo podía soltar. Si lo soltaba, se nos iba », explica mientras inconscientemente mantiene apretado su puño.

Los servicios de emergencias se estaban preparando para trasladar al inglés herido por asta. « Me hinché de gritar que éste era más grave hasta que me hicieron caso. Metimos a Stephen en la ambulancia y salimos a toda prisa hacia el Hospital de Navarra». Allí les esperaba con el quirófano preparado el cirujano Alejandro Adrián , uno de los médicos de guardia en Urgencias, con el que Molinero había trabajado estrechamente durante sus prácticas en la Universidad. Townsend fue operado de urgencia y gracias a la intervención in situ de Molinero en la misma calle Estafeta, a la asistencia de los servicios de emergencias y al traslado urgente al hospital, salvó la vida.

«Ese mismo año murió Paquirri de una cornada muy parecida», recuerda Molinero, convencido de que «ese hombre en Pamplona no habría fallecido». Al joven médico navarro le llamó en aquellos días el periodista taurino Manuel Moles para preguntarle cómo deberían haberle asistido al torero en Pozoblanco.

José Luis Molinero J.L.M.

Molinero, que permaneció en el hospital hasta que Townsend salió del quirófano, recibió un caluroso agradecimiento por parte de compañeros del marine paracaidista, que según las noticias de entonces estaba destinado en Italia. «Cuando recuperó la consciencia, los médicos me llamaron para que fuera a verlo. Él levantó las manos como para darme un abrazo y se echó a llorar como un niño. Me dijo que la última imagen que tenía del encierro era la mía , metiéndole la mano por la herida y gritando como un loco: "¡ Vamos, vamos !"».

Townsend fue trasladado a un hospital alemán para concluir el postoperatorio y Molinero no volvió a saber de él hasta que a finales de noviembre de aquel mismo año, éste se puso en contacto con el médico navarro. «Me contó que ya estaba recuperado, aunque le había quedado una cojera de por vida ». Molinero le invitó a volver a Pamplona el año siguiente, pero rehusó: «Me dijo que había muchas noches que no podía dormir ».

Más de 20 años de búsqueda

Volvieron a verse cuatro años después en Nueva York, a donde Molinero viajó para asistir a un congreso, y hasta 1992 mantuvieron contacto por carta. Desde entonces, lleva años intentando encontrarle . «Los Stephen Townsend que aparecen en Internet están hasta el gorro de que les pregunten si son ellos los del encierro. Ninguno lo es», subraya.

A Molinero le encantaría retomar su amistad y quién sabe si volver con él a un encierro, aunque desde algún balcón de la Estafeta. Desde aquel 10 de julio de 1984, no ha podido volver a correr. « Ese fue mi último encierro », dice.

Al día siguiente de la cogida quedó como hacía habitualmente con Miguel Eguíluz, Julen Madina, Jokin Zuasti y otros corredores de Pamplona para realizar unos ejercicios de calentamiento antes del encierro. «Ya ahí me noté raro y cuando me metí en la calle Estafeta, me di cuenta de que no tenía miedo, el miedo se puede controlar cuando uno está bien, lo que tenía era pánico y con pánico no se puede correr el encierro porque uno se vuelve imprevisible. Me salí». Su vida como corredor terminó aquel 10 de julio, aunque con un broche final: la satisfacción de haber salvado una vida.

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