Alprazolam, efectos secundarios de este medicamento para la ansiedad

El producto, que solo debe administrarse bajo prescripción facultativa, puede provocar algunas reacciones adversas durante su tratamiento

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El medicamento Alprazolam se utiliza para tratar los síntomas de la ansiedad ABC

ABC

El alprazolam es un medicamento que se prescribe para tratar los síntomas de ansiedad que son graves, incapacitantes o que causan gran angustia al paciente. Su uso se recomienda solo para el corto plazo.

Este principio activo pertenece a los llamados benzodiacepinas (medicamentos ansiolíticos), o sea que producen un efecto depresor en el sistema nervioso, destinados a disminuir o eliminar los síntomas de ansiedad.

El alprazolam sólo debe ser utilizado bajo prescripción médica y en ningún caso debe administrarse sin el conocimiento facultativo. Además, no debe consumirse si se es alérgico, si se tienen dificultades respiratorias (por ejemplo, la apnea del sueño), si se padecen miastenia gravis o alteraciones del hígado.

Después de que el médico haya recetado el medicamento, durante el tratamiento hay que prestar atención a los efectos secundarios que se puedan padecer. Los prospectos recogen algunos de ellos, en función de su probabilidad, pero pueden ocurrir otros.

En el caso de que se manifieste algún efecto adverso, debemos consultar con nuestro médico o farmacéutico. Además, la Agencia Española del Medicamento tiene a disposición de los pacientes un formulario en línea para notificar cualquier sospecha de reacción adversa a los medicamentos.

Con todo, los propios prospectos señalan que los efectos secundarios ocurren predominantemente al principio del tratamiento y suelen ir desapareciendo tras la administración continuada o con la reducción de la dosis.

Los efectos secundarios más frecuentes son los siguientes:

Afectan a más de 1 de cada 10 personas

Muy frecuentes

Depresión, sedación, somnolencia, trastorno de coordinación (ataxia), alteración de la memoria, dificultad para articular palabras (disartria), mareo, dolor de cabeza, estreñimiento, boca seca, fatiga e irritabilidad.

Afectan hasta 1 de cada 10 personas

Frecuentes

Sensación de confusión, desorientación, alteración del deseo sexual (libido), ansiedad, dificultad para dormir (insomnio), nerviosismo, coordinación anormal, alteración del equilibrio, dificultad para concentrarse, sueño excesivo (hipersomnia), estado de somnolencia profunda y prolongada (letargia), temblor, náuseas disminución del apetito, visión borrosa, dermatitis, disfunción sexual y cambios de peso.

Afectan hasta 1 de cada 100 personas

Poco frecuentes

Trastornos mentales y del comportamiento (manía), alucinaciones, reacciones de ira, agitación, dependencia, pérdida de memoria (amnesia), pérdida de fuerza en los músculos, incapacidad para retener la orina en la vejiga (incontinencia urinaria), menstruación irregular y síntomas de abstinencia.

No puede estimarse con los datos conocidos

Frecuencia no conocida

Aumento de los niveles de prolactina en la sangre (hormona encargada de estimular y mantener la lactancia después del parto), trastornos mentales y del comportamiento (hipomanía), agresividad, hostilidad, pensamiento anormal, hiperactividad psicomotora, abuso de drogas, desequilibrio del sistema nervioso autónomo, contracciones involuntarias de los músculos (distonía), trastornos gastrointestinal, hepatitis, alteración de la función del hígado, coloración amarillenta de la piel y del blanco de los ojos (ictericia), edema periférico, angioedema (hinchazón bajo la superficie de la piel), fotosensibilidad (respuesta exagerada a la luz), retención de orina en la vejiga y presión intraocular elevada.

Efectos que pueden aparecer con el uso de benzodiacepinas

Somnolencia, falta de reacción ante estímulos emocionales (embotamiento afectivo), reducción del estado de alerta, confusión, fatiga, dolor de cabeza, mareo, debilidad muscular, ataxia o visión doble.

La utilización de benzodiacepinas puede desenmascarar una depresión ya existente.

La administración del producto (incluso a dosis habituales) puede conducir al desarrollo de dependencia física. La interrupción del tratamiento puede conducir al desarrollo de fenómenos de retirada o rebote. Puede producirse dependencia psíquica.

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