CÁNCER

Hallada la clave para diseñar análisis de sangre más precisos para la detección de tumores

El ADN circulante de origen tumoral tiene un tamaño menor que el derivado de las células sanas, lo que puede facilitar su detección en las biopsias líquidas

El ADN tumoral liberado en la sangre es más corto que el liberado por las células 'sanas' ARCHIVO

M. LÓPEZ

Cuando una célula muere, libera fragmentos de ADN al torrente circulatorio, por el que viajan durante un corte período de tiempo. También en el caso de las células cancerígenas, lo que posibilita que el ADN tumoral y, por ende, la presencia de un cáncer, sea detectado en la sangre. Tal es así que en los últimos años se han desarrollado múltiples estudios con el objetivo de diseñar test de sangre –las denominadas ‘biopsias líquidas’– que permitan tanto el diagnóstico como el seguimiento de distintas enfermedades oncológicas. El problema es que, comparado frente al ADN liberado por las células ‘sanas’, la cantidad de ADN tumoral circulante es muy pequeño. En consecuencia, este ADN tumoral es difícil de encontrar, muy especialmente en aquellos tumores sólidos que aún no se han expandido a otros órganos, por lo que las biopsias líquidas son poco ‘precisas’ o ‘sensibles’. Sin embargo, investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Utah en Salt Lake City (EE.UU.) parecen haber encontrado la clave para mejorar la sensibilidad de estas pruebas diagnósticas mínimamente invasivas.

Concretamente, el estudio, publicado en la revista « PLOS Genetics », muestra que los fragmentos de ADN tumoral circulante tienen un tamaño menor que los del ADN liberado por las células sanas, lo que puede utilizarse para diferenciar entre ambos tipos de material genético y, así, facilitar la detección del ADN de origen cancerígeno.

Como explica Hunter Underhill, director de la investigación, «nuestro descubrimiento, dado que mejora substancialmente nuestra capacidad para detectar pequeñas cantidades de ADN circulante derivado de las células tumorales, tiene el potencial para posibilitar la detección temprana de los tumores sólidos a partir de un simple análisis de sangre».

El tamaño importa

Los estudios llevados a cabo con modelos animales de glioblastoma –un tipo de tumor cerebral que no se extiende más allá del cerebro– mostraron hace unos años que los fragmentos de ADN procedente de las células tumorales tienen un menor tamaño que los liberados por las células sanas. Más concretamente, los fragmentos de ADN tumoral son entre 20 y 50 pares de bases más cortos que los ‘sanos’ . Un descubrimiento que posteriormente fue constatado en modelos animales de cáncer de hígado, lo que sugirió que esta diferencia entre el tamaño de los ADN podía ser una constante universal para los diferentes tipos de cáncer. El problema es que no se sabía si esta universalidad era propia de los modelos animales o si, por el contrario, también tenía lugar en los seres humanos.

Por ello, el objetivo del nuevo estudio fue comparar el ADN circulante de pacientes con melanoma y el que presentan los individuos ‘sanos’. Y de acuerdo con los resultados, el ADN procedente de las células de melanoma también es entre 20 y 50 pares de bases más corto que el derivado de las células sanas. Es más; las técnicas de secuenciación genética también han permitido observar que los fragmentos de ADN que contienen mutaciones –lo que revela su origen tumoral– son más cortos que aquellos libres de alteraciones genéticas .

Este salto en la sensibilidad pueda constituir la diferencia entre ser capaz, o no, de detectar un cáncer

Hunter Underhill

En consecuencia, puede sugerirse que el ADN de origen tumoral también tiene un menor tamaño en los seres humanos. Y para comprobar que esto es así, los investigadores aislaron todos los fragmentos de ADN circulante cuyo tamaño era entre 20 y 50 pares de bases inferior a la media en pacientes con cáncer de pulmón. ¿Y qué sucedió? Pues que una vez hecha la selección de fragmentos ‘cortos’, la proporción entre los materiales genéticos de origen cancerígeno y sano aumentó considerablemente, por lo que el ADN tumoral fue mucho más fácil de detectar. Más aún en aquellos pacientes en los que, dado el pequeño tamaño de sus tumores, este ADN de origen tumoral era mucho más difícil de encontrar.

Selección de ‘cortos’

En definitiva, la selección de los ADN circulantes de menor tamaño podría incrementar la sensibilidad de las biopsias líquidas y, así, mejorar el diagnóstico y seguimiento de muchos tipos distintos de cáncer.

Un aspecto crucial dado que, como destaca Hunter Underhill, «es posible que este salto en la sensibilidad pueda constituir la diferencia en nuestra capacidad de detectar o no un cáncer. Además, nuestro descubrimiento podría revelar si hay alguna diferencia fundamental en cómo el organismo procesa el ADN tumoral en la sangre , lo que podría ofrecernos una nueva visión sobre los mecanismos subyacentes al cáncer».

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