AUTISMO
La empatía de los roedores podría ayudar en el tratamiento del autismo y la esquizofrenia
El comportamiento observado en los topillos norteamericanos abre una nueva vía para la investigación de los trastornos caracterizados por la ausencia de empatía
Los topillos de la especie Microtus ochrogaster que habitan las praderas de Estados Unidos y Canadá muestran empatía por sus congéneres hasta el punto de consolarlos y calmarlos ante una situación de estrés. Un comportamiento que, ya observado en algunos primates y típico de los seres humanos, tiene implicaciones más allá de la mera curiosidad zoológica. Y es que como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Emory en Atlanta (EE.UU.), este comportamiento, tal y como sucede en los humanos, está mediado por la oxitocina, por lo que se abre un nuevo campo de investigación en el tratamiento de los trastornos en los que, como sucede en los trastornos del espectro del autismo (TEA) y la esquizofrenia, la identificación y respuesta ante las emociones ajenas se encuentran disminuidas o, incluso, ausentes.
Como explica Larry Young, co-director de esta investigación publicada en la revista « Science », « muchos de los comportamientos complejos inherentes a los seres humanos tienen sus raíces en los procesos cerebrales básicos que compartimos con muchas otras especies . Ahora tenemos la oportunidad de investigar en detalle los mecanismos neuronales que subyacen en las respuestas empáticas».
No en vano, y además de en las praderas norteamericanas, los topillos son unos animales igualmente comunes en los laboratorios de experimentación. Y como continúa Larry Young, «los hallazgos en el mecanismo de la empatía en los roedores de laboratorio tendrán a su vez claras implicaciones para los humanos».
Empatía animal
En el estudio, los autores observaron cómo los topillos consuelan a sus congéneres, muy especialmente a sus familiares, cuando estos se encuentran en una situación de distrés emocional. Y para ello, los acicalan hasta calmarlos.
Como apunta el Frans de Waal, co-autor del estudio, «los científicos se han mostrado reacios a atribuir una empatía a los animales, a los que por lo general se les ha atribuido un carácter egoísta. Pero esta explicación nunca ha funcionado muy bien para el comportamiento de consolación, razón por la que este estudio es tan importante».
Muchos de los comportamientos complejos inherentes a los seres humanos tienen sus raíces en los procesos cerebrales básicos que compartimos con muchas otras especies
Larry Young
Sin embargo, y cuando menos desde un punto de vista práctico, la importancia de este estudio reside no tanto en que aporta las primeras evidencias sobre este comportamiento ‘consolador’ en animales distintos de los primates, sino en que muestra que el mecanismo cerebral clave para llevarlo a cabo no es la complejidad cognitiva, sino la empatía. Y es que cuando un animal ve a un congénere afectado por el estrés, experimenta una activación de su giro cingulado, esto es, la misma región cerebral que se activa cuando un ser humano detecta sufrimiento en otra persona. Y asimismo, esta activación se encuentra, tanto en los humanos como en los topillos, mediado por una hormona: la oxitocina.
La clave está en la oxitocina
Entonces, ¿qué sucede cuando se bloquea la oxitocina en el giro cingulado de un topillo? Pues que, simplemente, perderá toda su empatía y dejará de consolar a sus congéneres. Un hallazgo que, asimismo, puede emplearse para avanzar en el estudio de la empatía, o más bien de su ausencia, en la esquizofrenia y los TEA.
Como concluye James Burkett, co-autor del estudio, « la oxitocina podría mejorar el compromiso social en las personas con TEA . De hecho, los resultados de este estudio incrementan aún más el potencial de la oxitocina no sólo para entender, sino también para tratar, los TEA, la esquizofrenia y todos aquellos trastornos psiquiátricos en los que la detección y respuesta de las emociones del prójimo se encuentran interrumpidas».
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