De Sevilla al Rocío
Largo ha sido el camino, más larga ha sido la espera
Las hermandades de Sevilla partieron hacia la aldea en un Rocío diferente, tres años después, y todas el mismo día
El Rocío está lleno de ritos que se repiten como códigos sagrados un año tras otro, inamovibles. Pero este miércoles todo era diferente. Había ausencias , demasiadas... es que en tres años cambian muchas cosas. La vida. También había estrenos : los niños que no han visto nunca la carreta del Simpecado, que no han pisado las arenas, que ni siquiera han conocido a la Virgen en su santuario. Todo era nuevo cuando a los miles de romeros de Sevilla les sonó el despertador a una hora en la que aún no estaban puestas ni las calles. En ese ritual de siempre, el de los últimos preparativos antes de llegar a la misa, ese 'dejá vû' era insólito, una contradicción. Eso le ocurrió a los peregrinos del Salvador , que adelantaron un día la salida. Todas las hermandades de la ciudad, salvo la Castrense -que partió el martes- y Sevilla Sur -que lo hará mañana-, iniciaron el camino en miércoles. Por eso, quienes acostumbran a ir a verlas tuvieron que elegir porque, salvo Triana y el Cerro, que van con parsimonia, la Macarena y el Salvador fueron corriendo casi literalmente. Algunos romeros llegaron a comentar, de forma jocosa, que a ese ritmo se presentarían ante la Virgen después del almuerzo.
El día amaneció nublado, nada de calor pese a que se estrenaba junio. La más madrugadora fue la Macarena . A última hora, se decidió cambiar el plan y el Simpecado no visitó el hospital tal y como se había anunciado, para intentar salir de la ciudad cuanto antes y perturbar lo mínimo posible el tráfico en una zona que ya de por sí es caótica a diario en plena hora punta. Se notó por San Gil un bajón en el número de romeros, que fueron a toda prisa hasta San Lorenzo, para visitar al Gran Poder, y a San Vicente, antes de cruzar por el puente del Cachorro.
A esa hora, en el Salvador se celebraba la misa, con la presencia del alcalde, Antonio Muñoz, -que debutaba en la romería y que hasta devolvió los vivas lanzados por el hermano mayor- y la consejera de Cultura, Patricia del Pozo. Eran las 8.30 horas en punto cuando quedaba entronizado el Simpecado en la plaza.
A esa hora, en Triana ya había gente esperando en la puerta de la capilla de los Marineros. El barrio estaba engalanado y en los balcones y ventanales se podían ver desde los mantones de manila a los reposteros que aún sobreviven desde Semana Santa de la Virgen de la Esperanza, el Cristo de las Tres Caídas y hasta las banderas de la final de Copa del Betis.
En esos rituales del arrabal estaba la Pantojita con su bata, la moña de jazmín agarrándole el pelo y su guitarra a la espalda; los bares llenos dando desayunos a espuertas y alguno hasta tomándose el tercer botellín; los mulos agarrados a las rejas de las casas con sus cestillos de mimbre; el dueño del bar La Plazuela, que se va con la familia al Rocío, cerrando la persiana; el griterío del colegio José María del Campo ; los cantes en el interior de las casas de Rodrigo de Triana; y los cohetes anunciando que ya se había terminado la misa de romeros en San Jacinto. Pasaban las 9.20 y aparecía por fin el Simpecado entre las ramas de un ficus condenado a muerte al son de marchas militares. Ha crecido tanto el árbol que no deja ni ver la espléndida fachada del templo. Nadie se quiere poner debajo, porque tiene tanta mala leche que de vez en cuando deja caer sus ramas. Así que al árbol le quedan ya tres telediarios. Cinco minutos después, quedaba entronizado en la carreta de plata y se iniciaba la marcha. Justo a esa hora, la del Salvador dejaba ya el Ayuntamiento. Carrusel rociero.
Llegaba Triana a la Estrella, que es un pleonasmo, con la marcha de Farfán que suena a Domingo de Ramos. Tocaba la banda por Semana Santa y delante del Simpecado el pueblo cantaba la sevillana 'Nació en la Cava'. Los contrastes del Rocío. Como siempre, se echaron en falta las voces del coro por el barrio en el día grande de la hermandad.
Anduvo el cielo plomizo toda la mañana aunque, en ese instante, comenzaba a abrirse más allá de San Gonzalo, la única hermandad de Triana a la que no visitó el Simpecado. Cambiaba el recorrido la hermandad para llegar a Santa Ana y la capilla de los Marineros .
Cuando la carreta de plata discurría por la plazuela, cruzaba a la otra orilla del río la Macarena por el Patrocinio y el Salvador por San Telmo. Cruzaba esta última República Argentina como si fuera una autopista. Tanto es así que apenas pasaban las diez de la mañana cuando todo el cortejo, con el Simpecado y las 15 carretas de bueyes, se perdía por Blas Infante , una hora antes de lo previsto. El cronista regresaba a la calle Pureza cuando le llegó una notificación en el reloj: «¿Quieres registrar el entrenamiento?».
Con 'Esperanza de Triana coronada' saludaba el Simpecado a la que manda en el barrio. «Y a tus plantas señora, se arrodilla Triana». Enfilaba Pureza , con los balcones vestidos de fiesta y tirándole pétalos al son de las sevillanas. Pasaba por la casa que vio nacer a Antoñita Colomé ya saliendo al Altozano, y desde una ventana se asomaba discretamente una anciana emocionada. El pueblo seguía cantando: «Viva Triana y ole, viva ese barrio con arte, que es donde yo me crie».
Entraba por Callao y se incorporaban las 37 carretas de bueyes. Y comenzaba el camino de siempre, otro ritual. Por Castilla están escritas las letras que son letanías del arrabal: «Mira si soy trianero, que estando en la calle Sierpes me considero extranjero» . Pasaba la Peña Trianera y, junto a las viejas almonas, los tamborileros tocaban por 'Callejuela de la O', una rumba hecha marcha de Albahaca con la que saludaba al Jorobaíto, mientras los niños de la guardería El Tambor despedían al Simpecado vestidos con batas y sombreros. Sólo quedaba el último tirón, antes de salir por Chapina. En el segundo tramo de Castilla, había guirnaldas de balcón a balcón y llovió romero.
El Cachorro despidió a Triana a las 11.30 horas. En ese momento, el Cerro aún estaba por Eritaña, antes de coger el camino hacia la Feria y el Copero, donde pernocta. Aquella letra del coro de Sevilla cobró más sentido que nunca: «Largo ha sido el camino, más larga ha sido la espera» . Sevilla ya está en las arenas.
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