Rocío 2022
La aldea del Rocío explota de júbilo: la Virgen ya está en su Santuario
Más de 25 horas después de su salida de la Parroquia de la Asunción, Almonte consuma la tradición y deposita a su Patrona en el templo marismeño
En Almonte, el tiempo se cuenta en Venidas. Y hoy, el reloj se ha puesto a cero. Vuelta a empezar en un ciclo que, para consuelo de un pueblo sumido desde hace horas en el más profundo silencio, no será de siete años, sino de cuatro. La cara de esta cruz está en la aldea de El Rocío, que, por fin, después de una espera larguísima , ha recibido a la Blanca Paloma con una explosión de júbilo que ha conseguido borrar las penalidades de los 33 meses que ha faltado de su Santuario.
Alrededor de las 19:30, la Pastora, a hombros de los almonteños , hacía su entrada en la aldea después de un camino que se inició a las ocho y media de la tarde del sábado, y que para mayor satisfacción de los peregrinos y de las administraciones que velan por la seguridad de todos, ha transcurrido sin incidencias reseñables. A esa hora era cuando, incluso antes del rezo diario de la Salve, la Blanca Paloma abandonaba el presbiterio de la Parroquia de la Asunción y salía al sol de la Plaza Virgen del Rocío para entretenerse allí durante horas, como queriendo regocijarse en la catedral efímera que con motivo de su Venida fuera instalada en el céntrico enclave almonteño y que ha servido para enmarcar tantos y tantos momentos a lo largo de estos años.
Antes de salir ya se producía el primer momento para la historia: los jóvenes daban prioridad a un grupo de almonteños mayores para que fueran los primeros en llegar a sus andas y con el párroco de la Asunción alzado junto a la Pastora, se rezaba la última Salve , esa a la que la impaciencia de los hombres no había dado lugar en su hora protocolaria, y para cuyo cumplimiento quedaron congelados en una escena sobrecogedora.
Al poco de salir, la Virgen se dirigía presta al Ayuntamiento, donde recibía una inmensa petalada que hacía las delicias de la multitud presente en la plaza. No le faltó oportunidad de contemplarla desde todos los ángulos posibles, de tanto que paseó la Señora bajo las guirnaldas de orquídeas y los arcos y cúpulas de la catedral. Llegó incluso a volver a subir los peldaños del porche que da acceso a la Asunción, como queriendo regresar al templo. Pero no, ya con la noche cerrada y los arcos encendidos, arrancando bonitos destellos a los adornos de su traje, la Blanca Paloma enfilaba la calle Venida de la Virgen, desatando la emoción de los vecinos.
Vivas y palmas
Hacia las seis de la madrugada, aún de noche, la Blanca Paloma se posaba en el Alto del Molinillo entre vivas y palmas. Era el momento más esperado de la noche. Las camaristas empezaban su lucha para mantener a raya a los más impacientes mientras el párroco de Almonte, Francisco Miguel Valencia y el vicario parroquial, José Antonio Castilla, encadenaban una Salve tras otra mientras María del Carmen Morales y su hija, Carmen Rocío Vega, ayudadas por José Manuel de la Vega, cubrían el rostro de la Pastora con el pañito y le colocaban el guardapolvo que habría de proteger la divina imagen de la Madre de Dios hasta su llegada al Rocío.
Llegaba el punto de inflexión : la salida del Chaparral, que tendría su emotiva continuidad en la llegada de la Virgen al monumento dedicado a las abuelas almonteñas, esas que durante toda la jornada han portado de forma estoica los enseres de su Madre por las arenas, como si no pesaran nada. En este enclave se han sucedido las sevillanas - «Cuando pasen siete años, quién te volverá a ti a ver…»-, los vivas y los rezos, que han culminado con una suelta de palomas.
A las nueve y media de la mañana, la Virgen del Rocío abandonaba definitivamente el núcleo de Almonte y enfilaba el Camino de Los Llanos para adentrarse en la naturaleza, en esos pinares y esas arenas que hacen las delicias de los peregrinos, aunque tanto dificulten el camino.
Un camino de tres leguas que, a grandes rasgos, ha sido liviano, ayudado por un clima fresco que ni pedido por encargo, en el que miles de personas han podido disfrutar de momentos de introspección intercalados con otros de alborozo; un río de personas llegadas de todos los rincones de Andalucía y de España para encontrarse con la Pastora y acompañarla en los puntos más emblemáticos, como el Puente de los Olivarejos o el Arco de Mariano, que anuncia felizmente que ya falta poco para llegar al Rocío.
Allí , después de 23 horas de camino , ha llegado la Virgen para ser depositada en el que se conoce como «altar del pañito», por ser el enclave en el que, en un proceso inverso al realizado en El Chaparral durante la madrugada, la Blanca Paloma es desprovista del guardapolvo y el paño que la cubren y dejan ver de nuevo su sereno rostro. Otra vez, las hermanas camaristas, ante la atenta mirada del gentío y con el estruendo de las salvas de escopeta, han acicalado a la Señora para su entrada triunfal en la aldea.
Ha sido este un momento de singular hermosura e intimidad , a pesar de la multitud: la luz dorada de la tarde colándose entre los pinos; las guirnaldas de flores tan blancas como el nácar y tanto silencio que casi podía escucharse la conversación entre las camaristas y los párrocos. Ha sido breve. Nada más descubrirse el rostro de la Blanca Paloma y tras la Salve, la multitud ha estallado en vivas y tras retirarse los párrocos y las camaristas, la Virgen ha vuelto a los hombros de los almonteños para recorrer las arenas de la aldea camino de su Santuario entre el repique incesante de las campanas y el fervor de los devotos.
Por fin, después de una de las procesiones más largas de las que hay memoria – más de 25 horas -, la Blanca Paloma se ha posado de nuevo en su altar del Santuario Nacional. Tendrá poco descanso: se avecina una Romería histórica. Pero eso será a partir del miércoles. Lo que importa es que Almonte ha cumplido, que ya está otra vez en la marisma y la aldea rebosa de felicidad.
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