ROCÍO 2022
Los hombres que guían el camino al Rocío
El obispo de Huelva, Santiago Gómez Sierra, que presidió la Misa de Pentecostés en el Real, y el párroco de Almonte, Francisco Miguel Valencia, se estrenan en esta romería
El Rocío celebra Pentecostés con más gratitud que nunca
En directo, la Romería del Rocío 2022
La romería del reencuentro. Son cuatro palabras que lo explican todo. La vuelta al Rocío, de Ella a su aldea, de los romeros bajo su cobijo y del sentimiento de recuperación que embargaba a quienes estos días pisan sus arenas. Pero Rocío es todo. Lo sabe perfectamente quien cruza con la Virgen su mirada cada día y quien, asido a los varales de su paso, le rezó por todos los que tanto la han sentido en estos tiempos inciertos. «Participé de la emoción de todos los devotos que lo rodeaban», reconoce Santiago Gómez Sierra , obispo de Huelva. El prelado sintió «la emoción de poder dirigirme a Ella no solo con mi oración personal, sino también junto a un pueblo fervoroso». Es un privilegio cotidiano del que disfruta Francisco Miguel Valencia , cura párroco de Almonte. Cada día al pasar ante ella durante estos meses confiesa que le decía: «Tu sabrás». Siempre entraba en la parroquia por la puerta principal para poder verla «de frente» y siempre le decía: «Tu sabrás por qué estamos aquí, hasta cuándo estaremos o cuándo volveremos al camino». Hay una máxima incuestionable: «Ella nos marca el camino».
Noticias relacionadas
Gómez Sierra afronta su primera romería, que no Rocío. Ya participó como titular de la diócesis de los actos de 2021 con limitaciones y sin rocieros. Asume que la pandemia tiene un efecto directo sobre el sentimiento. La devoción es inquebrantable, pero el Covid-19 «agudizó las ganas de volver a disfrutarla como lo hace Almonte». La respuesta del pueblo en la función principal, el rosario o la procesión de reina fue sobrecogedora. Demostró «qué ganas había de expresar de esa forma tan popular como lo hace Almonte su devoción».
«Sentí la emoción de poder dirigirme a Ella no solo con mi oración personal, sino también junto a un pueblo fervoroso»
Santiago Gómez Sierra
Obispo de Huelva
Para el obispo no fue casual la presencia de la Blanca Paloma en la parroquia de la Asunción durante estos dos largos años. Como Madre, «acude la primera cuando un hijo está enfermo. Nadie llega antes. La Virgen también lo ha hecho así». Incluso recuerda que «en muchas ocasiones anteriores estuvo con ellos en Almonte, durante pandemias o momentos de gran necesidad». Por ello admite que este tiempo «puede haber avivado la devoción porque se aviva la necesidad. Levantamos los ojos ante quien únicamente nos puede amparar. La esperanza echa su ancla en el cielo y la Virgen nos ayuda».
En el contacto directo con los almonteños, Francisco Miguel Valencia pudo comprobar en los ojos de sus hijos la necesidad de amparo de la Virgen. Compartir con ella la pandemia «ha hecho sentir al almonteño que cuando más la necesita, una Madre está con ellos. Si las cosas suceden dos o tres meses después la Virgen hubiese estado ya en el Rocío». Ella «lo quiso así» porque «estaba en el pueblo y se quedó con su pueblo. Almonte siempre la sintió como su madre , que en estos momentos tan duros los cubre con su manto y los protege».
Santiago Gómez Sierra esconde un corazón íntimo rociero, curtido en una devoción anónima de sus tiempos como obispo auxiliar de Sevilla. En esa época «vine alguna vez de forma anónima al Rocío y me sentaba en un banco a rezar el rosario en soledad, la miraba y podía comprobar cómo me acogía con calor con esa mirada entornada que tiene. Esa cara tiene una devoción especial». «Solo hay que mirarla», sostiene el párroco almonteño. Disfrutar de ese momento en compañía de los feligreses o en la soledad de la parroquia es «una de las cosas más bonitas con las que uno se siente un privilegiado». Francisco Miguel Valencia comparte con sus paisanos «la necesidad de mirarla cada vez que uno pasa por la puerta de la iglesia. En esas miradas uno siente el consuelo y la serenidad de quien nos sostiene con sus manos». En esos momentos de intimidad «le rezo la Salve». Es un canto tan arraigado en el almonteño que cuenta cómo «las últimas semanas los niños de los colegios del pueblo pasaron por la iglesia y es precioso ver como después de cantarle o recitarle poemas hasta los más chicos saben rezarle la Salve. Quiere decir que el rezo por excelencia es esa Salve que le pide que nos mire con ojos de misericordia, nos acompañe hasta las marismas eternas».
«En las miradas de la Virgen uno siente el consuelo y la serenidad de quien nos sostiene con sus manos»
Francisco Miguel Valencia
Párroco de Almonte
La devoción de Almonte y los rocieros es muy especial. El obispo onubense explica la singularidad del sentimiento porque «Rocío es la Virgen, es María, la devoción a la Virgen de un pueblo que ha sido capaz de extenderla a nivel nacional e internacional». Curiosamente, «las devociones a la Virgen han estado vinculadas a alguna orden religiosa, pero aquí no. Se ha extendido por la fuerza de la propia fe. El lugar donde se celebra también contribuye. Rocío es amor a la Virgen». Francisco Miguel Valencia lo entiende como una forma de pertenencia a la fe. Para un almonteño el Rocío «es la Virgen y si no está Ella no tiene sentido» . Y, como curiosidad, cuenta cómo las personas mayores en verano cuando más apretaba el calor y tenían la posibilidad de buscar el fresco de la aldea le decían que se irían al Rocío, «pero para qué si Ella no está allí».
Es por ello que este Pentecostés es «un momento de alegría, compartir la fe y compartirla unidos todos los peregrinos que llegan de toda España», pide Santiago Gómez Sierra. La Romería volverá a ser «una fiesta de alegría, siendo conscientes de donde proviene esa alegría que nos serena y nos da paz en el corazón. Espero que la Virgen derrame su gracia entre todos los que la miremos». P ara Francisco Miguel Valencia tendrá, además, un valor personal porque «nunca la he vivido desde donde lo voy a hacer este año». Las disfrutó anteriormente «desde otra perspectiva, sin ninguna responsabilidad». Tiene ganas de «caminar a su lado, de vivirlo», en una cercanía con los romeros «que te llena». Ya contaban las horas, como todos sus hijos, por verla cruzar el dintel de su santuario.