Rocío Jubilar

Se cumple el sueño de una procesión histórica de la Virgen del Rocío

La Virgen del Rocío vuelve a la Asunción después de 13 horas de deleite por las calles atestadas de una villa que no olvidará el reencuentro con su Patrona

La Virgen del Rocío ante las puertas de la Parroquia de la Asunción Miguel A. Jiménez

Miguel A. Jiménez / M. Humanes

Ni en la mayor de sus ensoñaciones pudo el pueblo de Almonte dibujar un encuentro tan perfecto con su Patrona tras dos largos años de espera. El día más almonteño de todos, el de la comunión de la Blanca Paloma con sus hijos en su casa, con los brazos y el corazón abiertos para recibirla a Ella y a los miles de visitantes que a lo largo de todo el día se han agolpado en las calles, disfrutando cada instante con la emoción dibujada en los rostros.

Más de 13 horas embriagadoras en las que ha habido momentos para todo: para recordar a los que se han ido en casas que volvían a abrir sus puertas tras la dolorosa pérdida, porque Ella todo lo consuela y es el báculo que permite mirar al futuro con el alma apaciguada; para compartir con amigos y vecinos unos instantes de convivencia mientras se esperaba la visita de la Virgen; para constatar que Almonte no pierde su esencia por más obstáculos que ponga el destino, porque los almonteños no olvidan lo que hay que hacer, cómo hay que llevarla y honrarla con los más bellos adornos, tras meses de placentero trabajo en comunidad.

Desde las siete y cuarto de la mañana, cuando los primeros rayos de sol besaban el rostro de la Señora al atravesar el dintel de la Parroquia de la Asunción , hasta las ocho y media, cuando los almonteños han vuelto a depositarla en su altar, se han sucedido momentos que permanecerán indelebles en las retinas de quienes hoy han tenido la suerte de presenciar este largo paseo que se prolonga en un recorrido de poco más de un kilómetro.

Los primeros pasos en la plaza, la primera Salve del obispo que valientemente se alzaba en la puerta de la Hermandad Matriz , los nervios y la dificultad supremas del tránsito por la calle El Cerro, junto con Conde Cañete, las más complicadas por sus estrechas dimensiones y la presión de los devotos. Prueba de fuego para el nuevo paso, que deja en el sentir general un buen sabor de boca –la estabilidad de la Virgen en su procesionar ha sido manifiesta-, a pesar de haber provocado numerosos cortes en los hombres y mujeres que trabajaban en las andas. Esta circunstancia llevó a parar por unos instantes la procesión a la altura del domicilio del presidente de la Matriz, Santiago Padilla , donde varios santeros cubrieron el filo cortante que presenta la peana de la Virgen con cinta aislante , un remedio temporal que ha posibilitado la continuidad de la procesión sin más sobresalto.

Porque la normalidad y la ausencia de incidencias han sido la tónica general. Hasta el tiempo, más fresco que en las jornadas anteriores, ha acompañado y Almonte ha disfrutado sin límites, se ha regocijado en Ella, en los arcos y bajo los templetes, arrancando destellos al paso y dibujando hermosas filigranas de sombra y luz en el rostro de la Señora. Petaladas aquí y allá, adornando más aún el repujado palio, llenándolo de colores; idas y venidas al son de las palmas, de los vivas, de los rezos a ratos callados, otras a voz en grito.

Calles que quedaban en paz tras su paso mientras en otras se desplegaba la magia. Inolvidables los instantes en la Placita del Bacalao , reservada para personas con movilidad reducida, muchas de ellas niños que reflejaban en sus rostros callados todo el amor que profesan a su Madre; y en la puerta de la casa de la hermana mayor, Rocío Acevedo , que junto a su marido y su hermana se han metido bajo las andas abrumados por una emoción incontenible mientras decenas de palomas emprendían el vuelo sobre el gentío.

Por la calle Sevilla, la Virgen del Rocío parecía navegar serena sobre un mar de rostros ilusionados por verla al fin, hasta llegar a la intersección con Conde Cañete, donde, al igual que en el cruce de Alcantarilla con Candelaria Coronel, el trabajo ha sido mucho más dificultoso para los almonteños. Ligera como la Paloma que es, ha recorrido Martín Villa acompañada del estruendo de unas salvas de escopeta que se multiplicaban al acercarse la Virgen a la plaza. Allí, bajo la catedral efímera , se ha recreado unos últimos momentos antes de regresar a la que será su casa una semana más. En el altar, ya flanqueada por las camaristas , una Salve emocionada seguida de un espontáneo «No hay quien te lleve» cantado por quienes presenciaban el momento final de la procesión.

Y durante todo el día, en las casas abiertas de par en par, los hombres encontraban el alivio del agua fresca y el descanso tras salir de sus andas con el cuerpo dolorido y sudoroso ; los amigos compartían las delicias dispuestas para tan especial ocasión y resonaban aquí y allá sevillanas rocieras entonadas con la satisfacción del deber cumplido mientras, ante un piano, José Luis Pérez Vera emocionaba en la intimidad con esa bellísima plegaria cantada que ya es un himno a la fe rociera: «Todo es mío», todo lo bello que rodea a la Virgen del Rocío y su devoción creciente, y este día, para siempre, es de Almonte.

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