ROCÍO JUBILAR

La alegría infantil regresa a las plantas de la Blanca Paloma

Almonte vive una Fiesta de la Luz casi normal con una animada convivencia en el campo y un Rosario que ha vuelto a celebrarse por las calles de la villa

Los niños entregan los pergaminos al párroco de la Asunción Miguel A. Jiménez

Los pequeños futuros rocieros no han podido pasar por el manto de la Virgen del Rocío , como es tradición en la Fiesta de la Luz , pero al margen de esta restricción, Almonte ha vuelto a disfrutar de una de sus citas más entrañables en casi total plenitud. Por primera vez en dos años, el silencio de las calles que se palpaba el sábado no estaba provocado por el encierro y las limitaciones, sino por la masiva afluencia de los almonteños a la jornada de convivencia que es tan típica de esta festividad y que concita a los vecinos en el camino que trae a la Virgen hasta la villa.

Fue un día de disfrute al aire libre, en el que quedaron a un lado los duros meses de pandemia, y que se vio coronado con otro regalo para todos los devotos de la Blanca Paloma , y muy especialmente para el pueblo de Almonte, que volvió a celebrar el Rosario por las calles, seguido de la Vigilia Mariana .

En la jornada del domingo, en la que se recuerda el pasaje de la presentación de Jesús en el Templo, las risas y el revuelo infantil han vuelto a ser los protagonistas de una eucaristía oficiada por el párroco de la Asunción, Francisco Miguel Valencia , y cantada por el coro de la Hermandad Matriz de Almont e.

Ahí se han reunido de nuevo las familias, ante la atenta mirada de la Virgen del Rocío, que ya cuenta los días para regresar a la aldea después de una estancia mucho más larga de lo que se esperaba cuando llegó a Almonte en agosto de 2019. Engalanada con ramilletes de buganvillas y orquídeas, que destacan la luminosidad de su imagen, sonreía con su Niño en las manos, de estreno con las potencias de plata y pedrería fina que le regalasen los Reyes Magos en nombre de la Asociación de Vecinos de El Rocío.

En su homilía, Francisco Miguel Valencia, visiblemente contento, ha destacado el momento «entrañable» que constituye la presentación de los niños a la Virgen , de forma simbólica para cientos de ellos, cuyos nombres, escritos en un pergamino , han sido depositados a los pies de la Blanca Paloma para evitar un acto excesivamente multitudinario que habría supuesto un riesgo sanitario. «De una manera un poco especial, -ha expresado el párroco-, pero sabiendo que para nosotros lo más importante es la intención y el deseo que tenemos en el corazón».

«Lo que hacemos como hijos de la Virgen es poner a nuestros hijos en Su corazón», algo que «más que un gesto, es un deseo: que nuestros hijos sean de Ella y para Ella, que no solamente gocen de la intercesión y protección de la Virgen, sino que aprendan de Ella, como un hijo aprende de una madre , a vivir, y sobre todo a vivir su fe».

«Ser de la Virgen significa que acogemos lo que Ella nos regala, y el regalo que nos da porque sabe que es lo mejor que nos puede dar es su Hijo, el Pastorcito Div ino», ha destacado Valencia, recordando que, para una madre, «ofrecer el fruto de sus entrañas es ofrecer una parte de sí mismas».

La eucaristía, que ha culminado con el repicar de campanas y el tronar de los cohetes mezclados con la algarabía infantil que el párroco ha consentido expresamente, - «sólo a los menores de cuatro años»-, con sentido del humor, ha vivido su momento más significativo cuando los padres presentes en la Parroquia de la Asunción han levantado a sus hijos, y han cumplido de este modo una tradición que simboliza, además, la continuidad de la fe en de la semilla rociera, dispersa por todo el mundo.

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