La aldea se despereza tras días de temporal

Las casas ultiman los preparativos mientras la Matriz da la bienvenida a las filiales

La Macarena y Niebla coincidiaron en la entrada en la aldea M.A.J.

M.A. JIMÉNEZ

Un cielo azul sin mácula amaneció este viernes en la aldea almonteña tras la enésima noche de lluvia . La del jueves se despidió con una monumental tormenta que volvió a poner en aprietos a los peregrinos que iban entrando en El Rocío con signos evidentes del padecimiento que ha marcado el camino de este año.

Desde bien temprano comenzaba el trasiego de coches , servicios de reparto, limpieza y adecentamiento de unas calles incapaces de absorber una gota más de agua; y en los porches de las casas, poco a poco, familias y reuniones de amigos aprovechaban para disfrutar del primer desayuno al sol. Hermandades como la de Bruselas , la única que peregrina desde fuera de las fronteras españolas, rezaba la Salve en el porche de su modesta casa de hermandad, recibiendo los saludos de los pocos caballistas que transitaban en la mañana de ayer por la Plaza de Doñana . La aldea iba cogiendo tono con más timidez de la acostumbrada, pero sin dejar lugar a la tregua.

No en vano hacían su entrada en la aldea hermandades como la de Huelva , uno de los momentos álgidos de la romería por la gran cantidad de romeros que arrastra la filial a su entrada por el popular barrio de las gallinas y los emotivos instantes que ofrece la llegada de la onubense.

Pero bastante antes, a las seis en punto de la tarde, la directiva de la Matriz junto con su hermano mayor se apostaba en la puerta del Santuario de la Blanca Paloma para recibir a la primera tanda de hermandades -ayer debían mostrar sus respetos ante la Virgen las filiales que van de la 81 a la 116 , es decir, las más recientes-, que realizó su presentación. Con la primera de ellas, la de Salteras , hizo de nuevo su aparición, aunque brevemente la lluvia, que refugió a peregrinos entre paraguas y capotes , pero que no fue capaz de aguar la alegría que supone presentar sus respetos, un año más, a la hermandad almonteña y a la Blanca Paloma. Las calles de la aldea comenzaban a tronar con el estruendo de campanas y cohetes y con la megafonía que lleva la tradicional letanía de vivas y enhorabuenas a todos los puntos del núcleo, el sonido inconfundible de una de las citas imprescindibles de la romería y la que da testimonio de que, ahora sí, el Rocío ha comenzado en la aldea.

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