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Victoria triste que sólo valdrá un Pichichi
El Madrid se repone a un flojo inicio y vence al Español (1-4). Cristiano firmó otro hat-trick
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Ante la pérdida de la Liga, los comportamientos durante estos días han venido siendo dos. Seguir tocando el bombo -incluso hacer genialmente como si nada hubiera pasado- o comenzar a preguntarse cuándo se jodió el Perú, Zavalita. Aquí cada cual según filias o intereses. Ni siquiera hay un Zubizarreta con el que pagar el pato. Pero hasta se advierte una tendencia a lo indoloro, a la costumbre del alirón ajeno. (Narración y estadísticas)
Ante el Español, Ancelotti sacó a Keylor Navas. ¿Por qué sacar al segundo portero si se supone que aún quedaba Liga? Otra de tantas cortesías. Y si era capaz, ¿por qué no hacerlo antes?
El caso es que salía el Madrid a cantar sin ganas aquella de Olé, Olé: "No mueras, posibilidad”.
Pero el empuje inicial lo tuvo el Español, que para eso se jugaba algo real. Lo hizo a través de Caicedo, un talento muscular malogrado, una potencia llena de ansiedad.
La BBC estuvo al inicio como en el paseo del colesterol de las señoras. Les faltó cogerse del bracete. En el Madrid parecía que se trataba de un ejercicio cardiovascular consistente en no superar un determinado umbral de pulsaciones. Perdían balones Isco y James, que empezaban sus jugadas veinte metros más lejos de lo que sería apropiado. En el “entrelínas”, problema constante del curso pese a los esfuerzos de Kroos, lo intentaba Sergio García. Las dificultades del Español en este punto, su incapacidad para lograr la clarividencia del último pase, eran abrumadoras. Parecía que estaban abriendo una lata de conservas con los palillos de los chinos. Imposible.
Brilló Javi López en un par de jugadas y Pepe le tuvo que hacer a Sergio García un bloqueo digno de los Broncos de Dénver.
En el Madrid la jugada ideal parecía ser el balón al hueco para Bale, pero no hubo suerte. Bale es un jugador sepultado por la noción británica del “understatement”. No se le va a entender nunca, y mucho menos si juega a este ritmo. Los jugadores de las Islas juegan al fútbol como si de verdad fuera un deporte. Al llegar a España se les nota demasiado.
Carvajal le dio dos remates a Cristiano, que falló.
Gestor de egos
El Madrid de Ancelotti ha sido, en realidad, un equipo útil. Contenta a casi todos. Para quien quiera es posible cantar sus alabanzas, el autoengaño es absolutamente verosímil; el que quiera criticar, ciertamente tiene margen; los rivales ganan; la prensa está encantada, no se juega del todo mal y todo es equilibrado y cortés.
Juegan siempre los mismos y sin embargo es reconocido por sus colegas como un “gestor de grupos”. Un gestor de egos sería el que lograse mandar al banquillo a una estrella y mantener la "pax florentiniana".
Ancelotti parece perfecto para la orteguiana conllevancia madridista.
Otro hat-trick de Cristiano
El espectáculo de los aficionados abucheando a Cristiano en cada campo de España tiene algo de atracción de feria, de fiesta local. El abucheo por el abucheo. Al conseguir el primer gol, el campo repitió la bronca que ya le había regalado en un previo lanzamiento de falta. 45 goles más 15 asistencias significan la participación activa en 60 goles. A Cristiano se le puede pedir que haga el caballito, pero poco más.
En el Madrid entró Chicharito a regalar esos minutos jalapeños e irreprochables suyos cuando una nube encapotó por un instante el cielo de Cornellá: había marcado Messi en el Calderón.
Estuvo acertado Keylor Navas por alto, en una salida y con una gran parada a Víctor Sánchez, pero la presión del Español le forzó un error que acabó con gol de Stuani.
La efervescencia perica duró poco. Marcelo remató una pared de Cristiano con un zurdazo seco que parecía de otro.
Se abrió el Español y lo intentaron James, Bale. Sentenció el Madrid con una perfecta contra de Chicharito para Cristiano. Aún pudo marcar Marcelo de espaldas y con la coronilla en una contra, lo que habla de modo elocuente sobre el cansancio del Español y el nivel general de la contienda.
Cristiano firmó su tercero con un remate voraz, obsesivo, en el segundo palo. Qué sed calmaba, la sabrá él.
Su hat-trick en la pérdida de la Liga tuvo que llenar de intensa melancolía a más de uno. Por ahí no fue, Zavalita.
Pero con su derroche de goles queda una molesta sensación de fuerza desaprovechada, de desajuste, de exuberancia a destiempo. O de chorro de fútbol mal encauzado.
En cierto modo, ligas así deberían doler más que las de Tenerife.
Es probable que volviendo a casa, antes de tomar el avión, el Madrid escuche los cláxones y celebraciones de una Liga que tuvo en sus manos.
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