Real Madrid
Sergio Ramos, un entorno con poderío
Sus padres, sus hermanos y hasta su cuñado. Los Ramos, al completo. Pilar Rubio y su hijo captaron toda la atención
«Papá, mamá, René, hermana...» . Florentino saludaba a los familiares de Sergio Ramos en el inicio de su alocución. Después, Sergio Ramos se acordó incluso de su cuñado, también presente. Era el Entorno, por fin.
Los ojos de Pilar Rubio de cerca (bueno, a veinte metros) son del color de una botella de Bombay Sapphire. Pero con hielo picadito. Están hechos con la misma sustancia con la que Dios hizo el agua de las playas de la Polinesia. Cuando miró en dirección a los periodistas fue como en esa película de Deborah Kerr en la que hace de enfermera y dirige sus ojos de technicolor llenos de piedad a los integrantes de un pabellón de lisiados. Para hacer contacto visual con Sara Carbonero hay que llevar gafas de soldador. Ella y Sara Carbonero tomando café (o haciendo un aparte en la Cena de Capitanes), tienen que ser como una reunión Avon de las Medusas griegas.
El entorno, finalmente, era mucho entorno. Además había un par de señores trajeados con cartapacios, suponemos que llevarían ahí la renovación. O los famosos flecos. Renueva hasta el 2020 con 10 millones anuales si se cumplen los objetivos.
Sergio tuvo palabras para su hermano y representante. Concretamente una, su «incondicionalidad», en la que se trastabilló un poquito, pero quién no (lo curioso es que llevaba un papel, ¿por qué escribió esa palabra? Fue el panenka del discurso). De Florentino dijo que era «su presi»; aunque reconoció discrepancias, todo estaba resuelto. «Yo lo quiero como padre deportivo y él a mí como hijo deportivo».
A partir de ahí, su intervención hizo mucho hincapié en la capitanía. Ramos mostró un divertido tono de responsabilidad, como si además de renovar jurara un cargo. Citó a sus modelos, además de Íker: Pablo Alfaro, Raúl, Fernando Hierro ... Miradas de estupor entre algunos.
«Un capitán debe dar ejemplos» y de repente lo imaginamos como en «Un, Dos, Tres» , dando sinónimos de compromiso, solidaridad...
En los actos del Madrid hay un sentido de la ceremonia extraordinario. Con los años, el protocolo se ha depurado hasta lograr un swing diplomático. Una voz en off que no se sabe de dónde sale anuncia cada fase y el responsable de prensa da paso a las preguntas con la dinámica seriedad de un subastador de Sotheby’s. El ritual lo humanizan los veteranos, señores mayores con americana y pin que abrazan a Morales y se dan palmaditas en la espalda como «gente de fútbol». A mitad de discurso a uno de ellos le sonó el móvil. Tranquilos, era el himno del Madrid.
Arropando a Ramos estuvieron Fernández Tapias, JAS y Benítez . Cuando apareció, con incipiente perilla (¡la del Liverpool!) lloró un niño. Un fotógrafo cachondo no pudo reprimirse: «Ha llorado al ver a Benítez».
Todo el cariño era poco para Ramos, que buscaba eso. «El dinero es lo último por lo que me muevo». Florentino le pidió una cosa: «Que Sergio Ramos siga siendo Sergio Ramos» . El defensa se lo echó todo al pecho: «Quiero ser leyenda».Desde luego, un mito ya es. Y como mito, tiene su muletilla. Cruyff tenía el «automáticamente», Raúl el «sí, bueno, no», y Ramos tiene «en ese sentido».
Un acto entrañable
Al terminar, en la puerta aguardaba un coche. Un viejo Seat tuneado de madrismo: banderas, escudos,nombres históricos, la firma de Nadal en la chapa... Un coche-peña. En la puerta del conductor había una foto del cabezazo de Ramos con el instante grabado, «92:48» . Del interior salía una versión coplera del himno. La puerta se abrió y del coche bajó un señor con una camiseta del Madrid, el 12 y el nombre de Pitina a la espalda. Parecía el chófer de un Delorean madridista dispuesto a devolver a Ramos y Florentino a un futuro juntos.
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