pretemporada
Al Madrid le pesan las piernas
Los de Benítez no pasan del empate ante el Valerenga noruego. El joven Odegaard fue titular ante sus compatriotas. Más solidez atrás y detalles de Jesé, Asensio y Lucas Vázquez
Tedioso partido blanco en Noruega, con cariño local y alguna conclusión. Benítez, como si lo estuviera viendo, dirá esa frase suya del verano: «Pero no encajamos».
[ Así hemos contado el partido ]
Ante los más que probables nervios (nervios inducidos en algún caso), el aficionado del Madrid debería recibir una pedagogía para la temporada que viene: saber apreciar la belleza del cero . El Madrid ha de mejorar su defensa si quiere ganar. Y en eso está. Pero no es que sea un rasgo o una manía del entrenador, es que no tiene más remedio.
Entre el público noruego había muchos madridistas. Rubios, con sus camisetas oficiales rosas y blancas, en conjunto hacían pensar en un madridismo alternativo, un Real Madrid paralelo en un mundo perfecto .
El portentoso Magnus Carlsen en la grada, y en el césped Odegaard como titular. El madridismo noruego es una de las cosas mejores del club y un posible refugio a tener en cuenta. ¿Podría decirse “yo soy madridista, pero del tipo noruego”?
Odegaard salió de interior derecho. Estuvo activo y sugerente en sus acciones, aunque fue remitiendo su impacto. Su manera de perfilarse y sus intenciones recuerdan a las del primer Messi, también su zurda amenazante. Fútbol de amagos en la bisectriz del juego. Le falta, claro, la potencia de pasos diminutos del genio. El desarrollo muscular de Odegaard es otra de las cosas futuras a tener en cuenta.
En la prensa hay polémicas absurdas sobre las lesiones veraniegas de los futbolistas, como si en el esguince hubiera algo ominoso, noticias que hacen añorar las antiguas noticias sobre ampollas y rozaduras del verano, pero lo que al aficionado le interesa es el secreto de la explosividad, la gran diferencia del fútbol actual. De eso se habla poco. ¿Qué construye la fibra del futbolista?
Jugaron Nacho y Varane, una pareja de centrales sin folclore ni bravura aparente. Hubo un tackling conmovedor de Casemiro , alguna llegada sin final feliz de Danilo y mucho Marcelo, marcelismo a gogó, clave imperecedera del Madrid, esté quien esté, sobre todo si el ritmo del partido baja y el Madrid sale con interiores como James y Odegaard, que se llevan el fútbol al centro. Aunque James tuvo jugadas muy inteligentes abriendo el pasillo al brasileño.
Hubo unos minutillos estupendos del Madrid, con ritmo, perfecta, total ocupación del campo, construcción de jugadas por bandas y el atisbo de lo que Benítez quizás vea en Bale, un segundo punta que es el doble del punta, Jesé, y que es algo así como un delantero escoba. Un delantero que barre el ataque por todos los frentes, que además, en su aparente desconexión, impone al fútbol del Madrid otro final, otra terminación. Es como una broca británica para el taladro frio del Madrid. Bale, tendente a acabar las jugadas sin más zarandajas, le impone al juego del Madrid una rúbrica concreta, optimista, quizás poco refinada pero muy física, que le acerca a la portería y le garantiza llegar a todos los espacios. Un delantero alejado de la retórica de toques.
Con su reubicación, Benítez quiere para el Madrid un punch británico .
Benítez pretende descorchar a Bale, que salga el enorme flujo físico y de fútbol que el galés tenía contenido.
Jesé, por su parte, estuvo algo cansado, pero no paró. Quiere ser mucho más que un Chicharito. Sus movimientos aspiran a estar conectados con el juego del equipo.
Hubo una parada de Navas en el único ataque del Valerenga; para el Madrid, media docena de oportunidades y bastante control del juego. Sólo hubo en la primera parte dos instantes en los que el equipo se deshizo. Fueron eso, instantes.
En la segunda parte, Benítez cambió a todo el equipo. En las bandas estuvieron Cheryshev y Lucas Vázquez , lo que daba más profundidad al juego. Los otros parecen palomas superclase que instintivamente se van agrupando en el centro de la plaza. Cheryshev disparó tres veces a gol, sin suerte, con una cierta gafancia en el semblante, y Vázquez estuvo muy participativo en sus tuyamías con Carvajal. Ascendían la banda los dos colaborando y sacrificándose como dos alpinistas.
Lo cierto es que en el once del Madrid debería haber más a menudo un jugador con profundidad por la banda, que se mezclara con las figuras de mucho toque. Esto puede ser uno de los efectos de las rotaciones , que además de repartir esfuerzos pueda equilibrarse el once sin que lo parezca tanto. Acabar con la división entre futbolistas de peto y sin peto. ¿Será la BBC rotable?
Una pregunta sin ánimo escandaloso: ¿Qué beneficia más al juego del equipo, los garabateos semigeniales de Isco o la verticalidad ordenada de Vázquez?
Lucas Vázquez sube y baja como un ascensor. A su ritmo, sin chispazos. Sin que cambie por estar más arriba o más abajo. Es un juego de montacargas.
El Madrid estaba negado. Pesado de piernas y con los suplentes. Un Madrid, en realidad, muy menor, con niños y canteranos. Lo mejor lo hizo Asensio , con un par de detalles de otro nivel. Fue el único capaz de un regate en toda la segunda parte. Tiene un control con el exterior del pie izquierdo que es para verlo con prismáticos y el meñique disparado, como un cursi en la ópera.
El Madrid no marcaría y el rival no pasaría del centro del campo. Lo más interesante del partido ya fue adivinar qué perversión es la que llevaba al entrenador del Valerenga a estirar y toquetear su chicle mientras lo mascaba . La mano con la que cometía este acto inaudito fue la que le tendió a Benítez al terminar el partido. El madrileño, un poco contrariado, ya había guardado su bolígrafo en el bolsillo. Todo quedaba apuntado.
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