real madrid
«¡Madrid, Madrid, la Undécima está aquí!»
Quince mil aficionados jalean el autobús del equipo blanco como final de un viaje que empezó en Valdebebas con el apoyo de veinte niños
«¡Hay que ganar la Undécima!». Si los jugadores motivaron a Ancelotti, los simpatizantes motivaron a su entrenador y a sus ídolos desde la salida de Valdebebas. Allí, veinte niños chocaron las manos de los futbolistas y del cuerpo técnico, uno por uno, y les pidieron esa victoria con saltos de alegría delante del autobús que partía hacia el estadio.
El vehículo enfiló su lento caminar desde la residencia de Valdebebas hacia el Bernabéu, trayecto final de una jornada de leve trabajo físico y mucha labor técnica en el gran objetivo de vencer en el derbi de la Champions.
Al llegar el autobús a la calle Concha Espina, quince mil madridistas les esperaban con devoción. Era imposible pasar por allí. Toda la calle estaba copada por los incondicionales. Bengalas con humo de color blanco rociaban el sendero que se abría poco a poco entre el asfalto plagado de forofos. Golpeaban el autobús y cantaban: «¡Madrid, Madrid, la Undécima está aquí!». La afición madridista se había concentrado a las seis y media de la tarde en la Plaza de los Sagrados Corazones, por donde pasaría el autobús del plantel, para comenzar su larga andadura de cuatro horas y media de apoyo a su equipo ante el partido decisivo frente al Atlético .
Esos quince mil seguidores se reunieron desde esa Plaza de los Sagrados Corazones para jalear a los jugadores, que llegaron por fin en el autobús del club al estadio Bernabéu mientras el autobús del Atlético entraba un minuto antes. De hecho, los dos vehículos se vieron de lejos. El rojiblanco entró por el norte del estadio. El blanco llegó por el sur del coliseo.
En esos gritos de ánimo sobresalieron los cientos de colombianos, con su bandera roja, azul y amarilla, que animaban a James en una noche tan especial. «¡James Rodríguez! ¡James Rodríguez!», coreaban sus compatriotas mientras él les saludaba desde el autobús.
El camino, como se esperaba, se hizo con parsimonia, pausado, para que los futbolistas asimilaran en su interior el ánimo que les inyectaba la afición. Pepe saludaba con alegría a los simpatizantes. Kroos no dejaba de asombrarse por una idiosincrasia que no existe en Alemania.
La Policía tuvo que abrir paso al vehículo para poder sortear a los aficionados y acercarse a los aledaños del estadio. Cristiano hacía la uve de la victoria con dos dedos. de su mano derecha. Es fundamental su rendimiento en una noche como ésta.
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