schalke-Real Madrid
El Madrid recupera el pulso en Alemania
Cristiano y Marcelo dejan muy cerca la clasificación para cuartos (0-2). Partido práctico del campeón ante un endeble Schalke
La gran novedad era la alineación de Lucas Silva en el lugar, o no-lugar de Illarramendi. Los alemanes, con Di Matteo y su divertido gesto a lo Owen Wilson, entre miope y cómico, presentaban un 5-3-2 sin cinismo, sin italianidad alguna, que, no obstante, opuso alguna resistencia al Real Madrid durante media hora. (Narración y estadísticas)
A la salida, veíamos una ligera tensión en el ceño de Casillas, que es algo que hemos aprendido a leer últimamente. Lo pone como Luke el de Sensación de Vivir. Estupendo el público de Gelsenkirchen, que es lo más: minero-raulista.
El Madrid dominaba el partido muy pronto, pero lo hacía exteriormente. Por el interior o la zona de los mediapuntas no pasaba nada. Un pase exterior de Bale fue el único registro sismográfico.
En esos minutos la atención se desviaba a Lucas Silva. El jugador, de zancada ortodoxa y cuajada, cometió un error, una falta al borde del área. Ese error, sin embargo, lo interpretó el aficionado como una bendición. Illarramendi es la neutralidad hecha fútbol, tiende a la ausencia de errores, sí, ¡pero a cambio de la ausencia de aciertos! Ese fútbol pachorril, blanco, envasado al vacío es como una deriva exangüe del tiquitaca que arrancaría de jugadores como Luis Milla. Lucas Silva en un cuarto de hora hizo más cosas futbolísticas que Illarramendi en un mes: una superación del rival, un chut, una falta errónea. No obstante, los más sentimentales echarían de menos la rítmica complementariedad de mecedora del vasco, al que ya le queda por delante la zona del banquillo que ocupa Chicharito.
El Madrid controlaba, si, pero no pasaban grandes cosas. Lo bueno es que incluso la Nada al Madrid le queda bonita porque la manejan Kroos e Isco. Pero era raro que Bale tuviera que perseguir a Aogo por toda la banda.
El primer chut fue del Schalke, un intento de Huntelaar que paró algo reumáticamente Casillas.
Cuando empezaba a apetecer críticar o centrarse en la pronunciación periodística de Neustadter llegó el gol del Madrid. Carvajal llegó a su límite técnico-físico y ahí, en la zona de la eterna frustración del lateral derecho, cambió a la zurda y la templó para una zona vacía de alemanes en la que apareció Cristiano. Su gol europeo número 76, igualando a Messi y Raúl y cerrando su crisis de tres partidos, que ni que fuera la estanflación japonesa. Qué abusos también con la palabra crisis... A partir de ahí ya volvimos a ver tics, gestos del Cristiano feliz: absurdos desplantes toreros girando la cara, chuts desde casi medio campo... Le hicieron también una falta sonora. Ese tipo de falta que despierta la exclamación espontánea del aficionado: «¡Ah!». Ese lamento macho y quejica del aficionado varón, nunca de ellas, que se queja con propiedad, como si la patada se la dieran a él. El tiro posterior lo paró el joven Wellenreuth con una palomita estupenda, imberbe, a medio hacer. Gusta ver a un portero joven. Los porteros eran los locos del fútbol, pero ahora, con todo tan homogeneizado, más que locos son las individualidades que van quedando.
Resolvió Marcelo
En el minuto 30 se lesionó Huntelaar y el Schalke ya sólo sería Choupo-Moting, para hilaridad del periodismo hispano. El Madrid empezó a tocar, dejando el gráfico de puntitos de la posesión más sobado que una pantalla táctil. El Schalke se fue apagando y el Madrid volvió a partirse en el momento de la contra (no es, pues, tan fácil armar tácticamente ese mecanismo). Una aceleración de Benzema, un slalom perfecto de bale (la banda como una escalera)...
En la segunda parte el Madrid empezó a controlar por la izquierda. Pase de Isco a Cristiano con el gesto final de mirar a otro sitio, elegante desentendimiento de Varoufakis entrando en las reuniones. El rostro de di Matteo es el mediterráneo, es siciliano, egipcio, casi dothraki. ¡No lo cambió en la segunda parte! Lucas Silva demostraba durante esos minutos tener sentido de la propiedad, de lo territorial. No flotará como una boya, sino que querrá mandar en un sitio. El Schalke no buscaba el empate y el Madrid disfrutaba de un plácido control algo negligente porque podía sentenciar la eliminatoria y porque podía ahorrarse ese susto final del 1-0 que es ley no escrita. De hecho, en el 74 llegó desde el aburrimiento un tiro de Platte al larguero. Los minero-raulistas empezaron a rugir, pero Marcelo, que se habia relajado en la jugada del gol, remedió su error con un golazo posterior . Se la llevó rulando en el borde del área y la clavó en la escuadra con la pierna derecha. Los laterales del Madrid habían abierto al Schalke, uno por cada costado, aunque los oh y los ah los levantaran Isco y Benzema.
El partido se fue acabando con un furioso rondo del Schalke hacia su portería.
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