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El Madrid mide el hechizo de Anfield
Los blancos pretenden profanar el último lugar sagrado y ganar por fin un partido al Liverpool
El ritual lo conocen. El speaker anuncia la alineación. Las gargantas, templadas por el alcohol, corean el nombre de cada jugador. Luego siguen cantando como una grada más. Se hace un silencio, saltan los futbolistas, los muchachos sonríen nerviosamente y suenan los acordes de una vieja melodía de Broadway. Parece una canción de barra de bar, pero, a medida que progresa, del estadio se apodera una rara vibración. El «You’ll Never Walk Alone» es el más bello himno del fútbol mundial y revive eternamente el apasionado idilio entre una comunidad y su orgulloso, desdichado y glorioso equipo de fútbol. Habrá aficionados que acudan al estadio solo por cantarlo y que después se marchen.
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Prescindan de la aritmética de grupo, olvídense del clásico, porque el Madrid visita Anfield, uno de los pocos lugares que aún no arrasó el fútbol moderno. Los trece escalones, el cartel que anuncia «This is Anfield», la estatua de Shankly, la grada Kop y una historia que es mucho más que cinco Copas de Europa. Las camisetas rojas, Paisley, Dalglish, el escalofrío del estadio de Heysel.
Fútbol y tradición
Un fútbol clásico, norteño, hermoso, hecho de tradición y reglas que sobrevivió aún en el bigotillo de Aldridge, la potencia de Barnes, la excentricidad de Peter Beardsley (Ricky Gervais metido a futbolista), el swing cercano de McManaman o la asombrosa remontada de Estambul. Y al Madrid aún le importa más Anfield porque en la mística de su camiseta roja encuentra un semejante y porque jamás le ganó. Ni siquiera le marcó un gol. Ni en la final de París, la de los García, ni en aquella eliminatoria de Champions en la que Boluda anticipó «un chorreo» que condenó al Real Madrid a un parcial de 5-0.
Quintos en la Liga, convertidos, tristemente, en un equipo más, ofrecen el interés de los españoles Manquillo y Moreno, el legendario Gerrard y las puntas funky, Balotelli y Sterling. En el Madrid, sin Bale, es muy probable que se repita el 4-4-2 de Valencia, con Benzema donde Chicharito. James e Isco podrían bordar su versión meridional del «pass and move», la religión táctica del Liverpool. Pasar y moverse. O mejor: pasar, pero moviéndose.
En la rueda de prensa de ayer, Ancelotti , que tiene tantas Copas de Europa como Paisley, dejó bien claro que Anfield es distinto: «Es increíble, estamos en Anfield y me habláis de los lesionados y de los no convocados», dijo a los periodistas. Faltó que les señalara a ellos también el «This is Anfield». Estará Arbeloa, fue todo lo que adelantó. El lateral conoce bien el estadio, jugó en los tiempos de Benítez, al que los aficionados del Liverpool recuerdan con enorme cariño. «Aún viene por aquí. A la mujer le gustó Liverpool. Qué raro», cuenta un hincha. El taxista, del Everton, es un poco más ácido: «Le llamábamos el camarero gordo español (spanish fat waiter)». Luego se siente mal y matiza: «Pero es un buen tipo».
Ancelotti habló del dinamismo del Liverpool. Le preocupa la velocidad de sus puntas. Entre ellos, los cánticos de la grada y el viento que se ha levantado en la ciudad para recibir al Madrid, es casi seguro que habrá una racha de serio empuje local. Esos minutos serán la primera gran prueba del año para el centro del campo. Tendrán que juntarse alrededor del balón y, como dicen los clásicos, «imponer su calidad».
Si gana, el Madrid habrá profanado el último lugar sagrado . Tras la Séptima, la Décima y la noche de Múnich, varias generaciones de madridistas lo habrán visto todo. «Walk on, walk on, with hope in your heart»... Cuentan que la primera vez en Anfield siempre cae una lagrimilla.