Recitales líricos Espacio Turina-ASAO'
Crítica: Un gran certamen de voces sevillano, a falta sólo de público
En terreno lírico destacaron sin duda tres canciones islandesas de autores desconocidos

Ciclo: 'Recitales líricos Espacio Turina-ASAO'. Programa: Obras de Mozart, Alyabyev, Donizetti, Ragnarsson, Baldursson, Ásgeirsson y Bernstein. Intérpretes: Bryndís Gudjónsdóttir (soprano) y Margharita Kozlovska (piano). Lugar: Teatro Turina. Fecha: 03/03/2023.****
Casi tenemos que escribir lo mismo que el ... año pasado: la Asociación de Amigos de la Ópera de Sevilla convoca un concurso de canto, cuya gala final se celebra en el Teatro de la Maestranza y anticipa los excelentes cantantes que hasta ahora han salido del certamen, y a cuyos ganadores se les premia también con un recital en el Turina. Pues un año más a ese concierto sólo han asistido 30 personas, lo que incluye a seis familiares.
Pudimos pensar, como en la edición anterior, que el programa parecía empeñarse en no ser vistoso, en presentar arias que suelen pasar desapercibidas o poco programadas; pero también es posible que no estén al alcance de cualquier cantante, dada la cantidad de sobreagudos que muchas de ellas presentaban. El caso es que nos encontramos con unos amigos de la ópera que plantean un concurso, que aciertan en los ganadores, pero que no asiste a ninguno de los recitales de los premiados (por ellos), excepto su presidente.
Obviaba la soprano islandesa la más conocida aria de la reina de la noche mozartiana (que por cierto, ya nadie canta en directo) por la inicial 'O Zittre nicht', que ciertamente va subiendo hacia el agudo lentamente, pero que termina alcanzando un estratosférico Fa, de esos que Mozart colocaba como una fruslería al final de una rápida escala que se convierte en un arpegio, cuya última brevísima nota se encuentra al alcance de muy pocas sopranos y que puede dar una imagen horrenda si se falla (el típico gallo nada más empezar). Guðjónsdóttir lo encaminó con total seguridad, como si nada; pero en medio había dado, también para comenzar, una extensa coloratura. Naturalmente, la voz estaba fría aún y sus portentosos agudos restallaban en la acústica hueca y -para ella- pequeña del Turina.
El recital contenía sólo ocho números, casi todos a vida o muerte. El segundo es de una ópera poco programada de Mozart, 'Mitridate, re di Ponto', y el aria 'Al destin, che la minaccia', tampoco porque, como decíamos más arriba, incluye un terrible Mi sobreagudo, preparado para hacer naufragar un recital. Volvió a darlo la islandesa sin dificultad, con plenitud y aún nos pareció que, de forma más luminosa, con menor sequedad (la sala ya de por sí es seca, y más para ese volumen de agudos).
Desconocida era la canción rusa 'Solovey' de Aleksandr Alyabyev, compuesta en torno a 1825. Llamándose 'ruiseñor' y con un registro como el de Guðjónsdóttir podemos imaginarnos la sucesión de notas inalcanzables que presentaba, terminando en un tremendo Re. Hay que decir, sin embargo, que poco a poco su voz se iba relajando y, como veremos, sintiéndose más cómoda con el repertorio afín.
Terminaba la primera mitad con el aria más conocida de Linda de Chamounix, 'O luce di quest'anima', donde conviven la integridad virginal de la protagonista, la melancolía y la sutileza. Aparecía, pues, su aspecto más melancólico, más delicado y esto a veces chocaba un tanto con la potencia casi incontenible de su registro más agudo: faltaron los filados más etéreos, aunque sin duda es sólo cuestión de entender el estilo, porque posibilidades no le faltan. El Do final, que en cualquier recital hubiese justificado el final de una parte o del programa, ya casi se nos quedaba corto.
En este terreno lírico destacaron sin duda tres canciones islandesas de autores desconocidos, que sacaron de ella un equilibrio pleno de la voz, redondeando el registro, endulzando su color y haciéndonos sentir su identificación plena con esta música. Aunque seguimos insistiendo lo comprometido que puede ser ocupar tres cuartas partes de la segunda mitad del programa con música desconocida.
Para finalizar optó por cerrar con la pieza más conocida, vivaz y ligera de 'Candide' de Bernstein, una 'tarjeta para San Valentín', que decía el compositor, donde destacó sobre todo su interpretación más distendida, como si hubiese salido de la 'pantalla' del concierto a cantarle a familiares y amigos. Naturalmente, este canto al lujo y las alhajas, parodiando el aria de las joyas del 'Fausto' de Gounod tenía que terminar con un auténtico collar de perlas como los tres imposibles Mi bemol que la soprano islandesa engarzó con una precisión de un joyero de Tiffany.
No podemos olvidar el trabajo ímprobo y espectacular de la menuda pianista, con una mano izquierda que hablaba por sí sola, con una delicadeza de gran lirismo o fortaleza hercúlea, según tocase, y que además sirvió de perfecta traductora (del inglés) a la cantante islandesa. Como decimos, sólo faltó el público para disfrutarlo.
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