Utrera

Una clausura ecologista

Las madres carmelitas de Utrera cuidan con mimo cada día los árboles del patio del convento y a una familia de gatos

Dos religiosas carmelitas sentadas en el patio del convento de clausura en Utrera A.F.

Alberto Flores

La preocupación por el poco respeto que la sociedad le ha guardado a la naturaleza y al medio ambiente en las últimas décadas, es capaz de traspasar incluso los espesos muros del conocido convento de las madres carmelitas de Utrera , donde desarrollan su vocación una veintena de religiosas .

Gracias a un precioso trabajo audiovisual realizado por la asociación Ddevida, en colaboración con la televisión Uvitel, estas religiosas han mandado un mensaje de amor con mayúsculas al exterior de sus muros de clausura, tanto a todas las personas como a la naturaleza y a los seres vivos.

Sor Ana María y sor María de Lourdes se sientan plácidamente en uno de los bancos del patio del convento de la Purísima Concepción , mientras una colonia de gatos –habitantes habituales de este enclave-, se acercan en busca de algo de comida.

Ellas los atienden, los acarician, les dan cariño, mientras que van reflexionando de manera profunda sobre el hombre, su actitud en el mundo y el trato que le dispensamos a la naturaleza y a los animales.

La religiosa sor Ana María lo tiene muy claro, lanzando un mensaje que firmaría cualquier ecologista en la actualidad, cuando asevera que « nos gustaría decirle a todo el mundo: amaos, amad a todo el planeta y a todo ser vivo. Estamos unidos con la naturaleza, somos una especie de familia mundial ».

Como en muchos rincones de Utrera, en el convento existe una colonia felina , un fenómeno que ha sido objeto de control en los últimos años en la localidad precisamente gracias a un proyecto municipal en el que ha sido fundamental la labor de la asociación Ddevida.

Amor a los felinos

Así, la propia sor Ana María hace una defensa de estos animales, explicando que para ella, personalmente, « es un animal con una sabiduría tremenda , que me está enseñando mucho. No lo encuentro solitario, necesitan su espacio, pero es que las personas también lo necesitamos para reconstruirnos interiormente». Con respecto a la mirada única que poseen los felinos, lo tiene muy claro: «Ellos tienen una capacidad que nosotros no alcanzamos, nos miran y ven más de nosotros que nosotros mismos».

Si sor Ana María lanza un mensaje ejemplar con respecto a la posición que deben ocupar los animales en nuestra sociedad , la hermana sor María de Lourdes cuenta una bellísima historia con respecto a un esbelto árbol que plantó con sus propias manos en el patio del convento y que con sus propios ojos fue capaz de ver como pasaba de ser una simple semilla a todo un señor árbol.

«En verano lo tapaba con un paraguas o con una sábana para que no sufriera, lo veía poco a poco crecer y no me importaba el trabajo que había que hacer. Llegó un momento en el que ya me fue imposible ayudarlo por lo que lo dejé en las manos de Dios», narra sor María de Lourdes.

En un tiempo en el que cada día aparecen preocupantes noticias que nos dibujan las consecuencias del poco respecto que le hemos dedicado al medio ambiente, sor Ana María asegura que « la naturaleza tiene límites, tiene caducidad y si tú no cuidas de tu entorno, de tu naturaleza, va a ir en contra tuya ».

Cultivaban sus alimentos

Una reflexión lacónica pero que deja una puerta abierta a la esperanza, explicando que «todavía tenemos la posibilidad de ayudar al planeta. La naturaleza nos da gratis todo lo que admiramos , tenemos que darle nuestro cuidado y respeto, el que no ame y cuide la naturaleza sabe que eso significa la propia destrucción del ser humano».

Desde el interior de un convento de clausura , en el que a lo largo de los últimos siglos cientos de religiosas han desarrollado su vocación, llega un mensaje que no puede tener más vigencia y actualidad.

Y es que las Madres Carmelitas han estado siempre especialmente vinculadas con la naturaleza, ya que durante mucho tiempo fueron ellas mismas las que cultivaban sus alimentos y cuidaban a sus animales en el interior del convento. de la Purísima Concepción de Utrera.

Voces puras, que piden al resto de los ciudadanos algo muy simple pero a la vez muy difícil de conseguir: que nos respetemos y nos amemos entre nosotros y a todo lo que nos rodea .

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