Personajes
La nostalgia de la plaza de abastos de Utrera
Fernando Molina comenzó a trabajar en la plaza con ocho años, su puesto es el único que queda en la actualidad en el mercado
El eco del vacío resuena en los pasillos del centro comercial «Utrera Plaza», ubicado en un lugar que en otros años se convirtió en el auténtico centro neurálgico de la localidad. En la década de los sesenta del pasado siglo XX, la plaza de abastos era un hervidero donde no faltaba la actividad en ningún momento del día. La jornada comenzaba bien temprano, cuando de madrugada todos los trabajadores se afanaban en la preparación de los puestos y el jaleo tenía su continuidad hasta bien entrada la tarde, cuando los utreranos se retiraban a sus casas con la compra hecha. Hoy el lugar se ha convertido en un triste edificio, con una actividad casi fantasmal donde solo persiste como último bastión, más nostálgico que otra cosa, el puesto de pescados de Fernando Molina .
Este utrerano se crió en la zona que la gente de Utrera siempre ha denominado como «los postigos de la calle Nueva», al dar allí las puertas traseras de las viviendas que se ubicaban en esa flamenca calle, lo que hoy en día es la calle Buenos Aires. Por su cercanía, se trataba de una zona de la localidad inevitablemente marcada por la actividad de la plaza de Abastos. Muy pronto, Fernando se sintió atraído por el bullicio y la alegría que se vivía en este recinto, donde los comerciantes competían en originalidad y salero a la hora de pregonar sus mercancías. Por eso, con solo ocho años de edad, algo completamente impensable en la actualidad, Fernando comenzó a trabajar en la plaza de abastos, ayudando a los comerciantes, cargando bultos, limpiando pescado , haciendo los recados o lo que hiciera falta.
El tiempo pasó rápido y este utrerano mostró con celeridad sus cualidades, ya que cuando apenas tenía catorce años ya era el responsable de un puesto de pescado en la plaza: «en aquella época no había otro lugar para comprar en Utrera que no fuera la plaza de abastos, todo el mundo se reunía allí para comprar y recuerdo que había un ambiente muy bonito, aquello era una auténtica feria . Hoy soy yo el único que queda en la plaza y creo verdaderamente que sería muy complicado darle vida otra vez», explica Molina.
De esta manera, Fernando Molina se ha convertido en el último superviviente de una Utrera que se fue extinguiendo paulatinamente y que gran parte de los ciudadanos que la vivieron la añoran con nostalgia. Es su hermano, Jesús, el que se encarga en la actualidad de gestionar diariamente el puesto de pescado que se encuentra en la plaza, el único negocio que en la actualidad está abierto en esta superficie.
De ser uno de los mercados de abastos con mayor solera y magnitud que existían en la provincia de Sevilla, la plaza de Utrera ha pasado a ser un auténtico templo al fracaso. A comienzos de siglo se anunció a bombo y platillo una completa remodelación del edificio, que finalmente se llevó a cabo, pero que se ha terminado revelando como un auténtico fiasco , ya que uno a uno, los negocios que apostaron por este proyecto, se han marchando y Utrera se ha quedado sin un mercado tradicional.
El utrerano Fernando Molina se crió en la plaza de abastos, en aquel mercado que conocen y aman los utreranos que ya peinan algunas canas, pero poco a poco, gracias a su trabajo diario y sacrificio, fue superando etapas, hasta gestionar en la actualidad un total de seis pescaderías, entre las que se encuentra la que todavía permanece abierta en la plaza de abastos. Ha terminado creando una competitiva empresa familiar , donde trabajan sus hijas, hermanos, yernos e incluso sobrinos.
Poco queda de aquella plaza de abastos en la que echaron literalmente los dientes varias generaciones de utreranos, y es que Fernando Molina, después de más de sesenta años al pie del cañón, ha sido testigo de cómo han cambiado las costumbres, los modos de vida y hasta la forma de comprar pescado: « antes se compraba el pescado de otra manera , se compraban mayores cantidades, porque las familias eran más grandes y se cocinaba de otra forma».