GASTRONOMÍA
Casa Valentín, el mágico rastro que los taberneros montañeses dejaron en Utrera
En 1956 abría sus puertas este establecimiento, que como otros de la época en Utrera, tenía una entrada para hombres y otra para mujeres
En la década de los cincuenta del pasado siglo XX, ante la falta de oportunidades laborales y un futuro incierto, numerosas personas cambiaron el verde y la lluvia del norte de España por la alegría y el sol del sur. Poco a poco, tanto en la capital como en numerosas localidades de la provincia sevillana, iniciaron su aventura numerosas tabernas regentadas por los famosos «montañeses» , hosteleros que en su mayoría procedían de tierras cántabras y que dejaron como legado un modelo muy peculiar de tabernas que aún subsiste en Utrera .
Los amantes del sabor auténtico, de las cuentas apuntadas con tiza en la barra de un bar, todavía tienen la opción de visitar establecimientos en Utrera como «Casa Currito» o «Gómez Mier» , dos de los bares fundados por los recordados montañeses. Tabernas que todavía mantienen su espíritu primigenio y que son refugios en los que el tiempo no se ha detenido.
A esta dupla hay que unir otro de los enclaves míticos de la hostelería utrerana, como es el caso de «Casa Valentín», enclavado en el arrabal histórico de la localidad, a medio camino entre el centro y las fértiles huertas utreranas y que desde 1956 es un referente en el mundo de la restauración local. Corrían tiempos muy complicados cuando Valentín Gutiérrez llegaba a Utrera procedente de un pequeño pueblo rodeado de montañas en pleno valle del Liébana, hoy más de seis décadas después, el negocio sigue en pie, regentado por su nieto José María Gutiérrez. Todo ha cambiado, pero la esencia sigue viva entre estas paredes en las que numerosos utreranos han disfrutado de ratos inolvidables.
La taberna tenía una puerta exclusiva para que las mujeres fueran a comprar el vino
Las instalaciones en las que Valentín decidió abrir su taberna habían acogido anteriormente un taller de venta y reparación de neumáticos, pero muy pronto esta actividad dejó paso a la venta de todo tipo de vinos y de suculentas viandas. Al igual que ocurre en el resto de las tabernas clásicas que perviven en Utrera, «Casa Valentín» contaba con dos entradas claramente diferenciadas: una para que entraran los hombres y otra para que las mujeres entraran a comprar el vino para cocinar sin que pudieran ver a los hombres que se encontraban dentro . Una costumbre ya erradicada que lógicamente llama bastante la atención en nuestros tiempos, y que en la arquitectura del lugar todavía se puede vislumbrar, existiendo esas dos puertas.
Muy pronto, por su estratégica situación, «Casa Valentín» se convirtió en un lugar de referencia para los numerosos utreranos que se ganaban su jornal trabajando en las numerosas explotaciones agrícolas de la localidad , que acudían al establecimiento a tomar el primer trago matutito antes de comenzar su trabajo, cuando la noche iba dejando paso poco a poco a las primeras luces del día.
Sobreviviendo a las embestidas propias del cambio de los tiempos, Valentín estuvo al frente del negocio hasta el año 1995, aunque poco a poco la propuesta gastronómica del establecimiento se fue alejando de las tabernas clásicas para convertirse más en un restaurante, de la mano de Felipe Gutiérrez, hijo de Valentín y quien falleció en 2015 siendo un gran profesional y una persona muy querida en la localidad.
Un trabajo vocacional
La tercera generación detrás de la barra la representa José María Gutiérrez, quien ha tratado de aunar lo mejor de su padre y de su abuelo, manteniendo el establecimiento como una de las referencias de la comarca. «Esta profesión es vocacional, me siento un privilegiado porque disfruto de mi trabajo, todo lo que he aprendido lo he hecho de mi padre, de mi abuelo y de Jesús, un camarero que tuvimos durante muchos años y que se convirtió en parte de la familia. Nuestro objetivo aquí es hacer feliz a la gente y además es un trabajo que te permite hacer unas magníficas amistades», explica el propio José María, quien atiende todavía en la actualidad a tres generaciones de clientes: algunos todavía amigos de su abuelo, a los parroquianos que atendía su padre y también a los más jóvenes.
Con el paso de los años «Casa Valentín», aquella pequeña taberna que fundara un montañés, se ha convertido en un lugar referencia de la buena mesa, por el que han pasado numerosas caras ilustres como Antonio Gala, Rocío Jurado, Ortega Cano, Farruquito, Jesulín de Ubrique, Finito de Córdoba o Enrique Ponce . José María recuerda con especial cariño a Antonio Gala, quien asegura que «estuvo especialmente cercano, brindaba con nosotros con el bastón y quien me dejó una frase que desde entonces no olvido y siempre se la digo a los clientes: lo mejor del vino son las últimas catorce gotas».
«Casa Valentín» tiene hasta un tema musical propio , el que le ha dedicado el prestigioso guitarrista flamenco afincado en Utrera José Antonio Rodríguez –que ha acompañado entre otros grandes artistas a Alejandro Sanz-, quien con las seis cuerdas ha conseguido atrapar la esencia de un lugar que en cierta manera representa una parte de la historia de Utrera, esa parte que fue desapareciendo con el paso de los tiempos pero que quedó bien guardada en tabernas como ésta.
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