Educación
El uso del móvil en las aulas decae y favorece el desarrollo educativo
Las directrices impulsadas por la Junta de Andalucía hace un año atajan de forma sosegada un potencial problema
El móvil, cuanto más tarde, mejor
El uso de los teléfonos móviles ha ido ganando espacio en la sociedad de forma exponencial en los últimos años hasta convertirse prácticamente en una herramienta indispensable en el día a día, como se puede comprobar en cualquier calle.
La democratización de los terminales y el acceso a internet han hecho que cada vez tenga una utilización mayor lo que antes servía para poco más que hacer y recibir llamadas, mandar mensajes de texto y, algo después, sacar alguna que otra foto más o menos pixelada.
Sin embargo, llegados los 'smartphones', el tiempo medio que se pasa usándolos se ha disparado, alcanzando puntos alarmantes en determinados casos en los que la pequeña pantalla se convierte ya en una adicción, una dependencia, que requiere de ayuda profesional.
Aunque no hay sector poblacional que se libre, son los más jóvenes los que tienen mayor querencia por diferentes motivos. Muchos son ya nativos digitales, por lo que están acostumbrados a su utilización desde que son niños.
Las aplicaciones lúdicas, los juegos y las redes sociales generan una dopamina que muchas veces les hace seguir pendientes de lo que está por venir en los próximos segundos, todo ello unido a algoritmos que fomentan esa permanencia en línea como el 'scroll' infinito que ofrece contenidos sin fin acorde a tus gustos, en función de lo que hayas visualizado previamente. La pandemia, con un confinamiento en el que no había otra forma de mantenerse al día con las amistades que a golpe de mensaje, audio o videollamada, agudizó una tendencia que ya venía en auge desde años atrás.
Fue precisamente en esos duros meses del coronavirus cuando se exploró y se puso a prueba la capacidad del sistema educativo para llevar a cabo los procesos lectivos de forma digital, con clases en remoto y algunas enseñanzas en forma de útiles aplicaciones que llegaron para quedarse.
Con la vuelta a la presencialidad, los jóvenes acudían de nuevo a las aulas pero con el móvil bajo el brazo, una situación que preocupaba a la comunidad educativa, sabedores de los problemas que podía generar que no hubiera cortapisas para poder limitarlo. Es muy fácil perder la concentración cuando una pantalla se enciende. Todo el mundo es consciente de ello.
Medidas y respaldo legal
Algunos centros empezaron a tomar medidas porque palpaban que más de un alumno tenía dificultades a la hora de reprimirse, mirando furtivamente el teléfono, despistándose y obstaculizando el normal desarrollo de las lecciones en la clase.
El mayor obstáculo es que no había respaldo legal que les permitiese actuar en este tipo de situaciones, por lo que muchos docentes se sentían atados de pies y manos, impotentes por no poder hacer algo en beneficio común del alumnado y del suyo propio.
Fue hace ahora un año, a inicios de diciembre, cuando la Junta de Andalucía publicó una serie de instrucciones en las que se definía el uso y el papel de los teléfonos móviles, así como otro dispositivos como tablets, quedando su utilización limitada a situaciones lectivas en las que se diese permiso por parte del profesorado.
La ley de Infancia y Adolescencia de Andalucía ya recogía dicha limitación, pero esa nueva disposición incluía normas más claras y acotadas que daban respaldo normativo y legal a la comunidad educativa para hacer cumplir esa prohibición, en términos generales, del uso de los dispositivos móviles.
Uno de los aspectos más novedosos es que esa restricción abarcaba el tiempo completo de la jornada lectiva, es decir, también el hueco del recreo. Es muy recurrente decir que los jóvenes ya no juegan en la calle como lo hacían las generaciones anteriores, pero lo cierto es que se quería evitar que el alumnado se aislase durante ese tiempo de asueto, favoreciendo de esta forma la interacción personal, cara a cara, entre los estudiantes.
Valoración positiva
De forma mayoritaria, la comunidad educativa valora muy positivamente el cambio experimentado, que ataja de forma serena lo que podría ser una situación problemática.
Rafael Venegas, jefe de estudios del sanluqueño IES San Lucas, confirma este extremo: «La cosa funcionó perfectamente de entrada y el curso pasado se notó muchísimo el cambio».
Evidentemente, los alumnos han de poner de su parte, y lejos de mostrar reticencias, colaboraron desde el primer momento: «El alumnado asumió el cambio con una normalidad pasmosa y los problemas fueron muy puntuales».
Eso sí, aunque celebran la instauración de esta directriz, varios docentes presentes en los equipos directivos coinciden en señalar que aunque es cierto que la normativa de la Junta de Andalucía ha supuesto un avance notable en estas lides, descarga la responsabilidad sobre los propios centros.
El largo verano para los jóvenes, con casi interminables jornadas de asueto durante varias semanas en las que es normal hacer más uso de los dispositivos al no tener clases, supuso un ligero paso atrás a la vuelta del periodo estival, indica Rafael.
Los padres, por su parte, eran esquivos al principio y tendían a ponerse de parte de los jóvenes, pero ahora parecen haberse mentalizado de que no se pueden utilizar los móviles, sin darle mayor trascendencia: «Simplemente, sabemos que en los centros no se puede tener el móvil y no hay más», explica gráficamente Javier, padre de un colegio portuense.
Esther Mata Priego, presidenta de la AMPA La Pepa del IES San Severiano, recuerda que esta normativa ya la venían solicitando tiempo antes tanto docentes como padres y madres de los alumnos. Tanto es así que en este centro comenzó a implantarse por iniciativa propia un curso antes, en el transcurso del año 2022: «Llevamos dos años disfrutando de la desconexión digital», con las salvedades del uso de dispositivos de forma puntual como recurso pedagógico o como apoyo al alumnado con diversidad funcional para favorecer su desarrollo escolar.
Más concentración
La utilización de los móviles en clase eran «el germen de numerosos conflictos, porque suponía un mayor tiempo de conexión digital por parte de los menores y hacía que no fueran capaces de limitar sus respuestas al uso del mismo», expone Esther. «Necesitaban estar continuamente conectados».
Ahora son capaces de concentrarse más al no tener ese estímulo permanente y también logran encontrar respuestas a sus inquietudes de una forma más imaginativa, puesto que anteriormente acudían con rapidez a teclear en el navegador para buscar información sobre una determinada cuestión que estuviesen tratando en clase.
En este instituto gaditano han optado por retirar los móviles a primera hora: «El nivel de conflictividad ha disminuido considerablemente y además la medida también ha permitido que el alumnado retome nuevamente la práctica deportiva durante el tiempo libre como en el recreo».
«Era totalmente necesario, creo que ha sido muy acertado que se prohíba», indica Beatriz Avellaneda, presidenta de la AMPA La Isleta, de El Puerto. «El 99% del alumnado que está en el instituto tiene teléfono móvil y esta creo que ha sido la única manera de poner un poco pie en pared, aunque sea triste tener que prohibir», añade.
Aunque destaca la ausencia de problemas, cuenta que durante este año transcurrido, le consta que se han tenido que retirar varios teléfonos móviles al alumnado durante horario lectivo por su uso indebido.
En estos casos, el padre o la madre ha de acudir al centro a recoger el dispositivo confiscado, una situación cuya gestión sorprende a Beatriz: «Algunos padres se quejan de la molestia de tener que ir a coger el móvil, pero en ningún momento se han planteado que el utilizarlo esté mal». «Ese es el reflejo de que era necesario que se prohibiera, porque ahora mismo las familias no estamos a la altura de las circunstancias».