Migración
De la travesía en patera a la esperanza: la historia de Rachid
Este joven de 22 años, natural de Marruecos, llegó a la provincia de Cádiz hace cuatro años. Narra su vida en España, habla del racismo y los problemas que ha tenido para encontrar una vivienda
«Mi sueño en la vida es que no me falte de nada, pero no necesito ser millonario»
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Detrás de cada migrante que llega a España, a la provincia de Cádiz, hay una historia. El relato de una persona que deja atrás a su familia para luchar por un futuro más próspero, que se juega vida en un viaje por el frío océano, en el que dicen adiós a todo lo conocido, cruzando mares y fronteras con la esperanza de encontrar una vida digna. Un viaje en el que la incertidumbre, el temor, el miedo, la angustia lo acompañan junto al resto de compatriotas que lo acompañan en la aventura. La aventura de su vida. Ya lo decía Calle 13: «Ser un emigrante, ese es mi deporte, hoy me voy para el norte sin pasaporte».
A través de los ojos de Rachid Bouyhari, un joven migrante marroquí de 22 años, se descubre la fuerza del deseo de un futuro mejor. Nació en la zona del Atlas en Marruecos. Lleva cuatro años viviendo en España. «Vine como todo el mundo, creo». Rachid abandonó el lugar en el que había nacido y en el que había criado junto a sus padres y sus siete hermanos «para buscar un lugar mejor en el que vivir», porque «piensas que en otro lugar va a haber mejores condiciones y vas a poder ganar más dinero, ayudar a tu familia y tener mejores condiciones de vida«, que, en definitiva, »es lo que quiere todo el mundo«.
Rachid llegó en patera a España hace cuatro años. Un viaje por el océano por el que tuvo que pagar «unos 2.000 euros más o menos». En su caso, «yo pude ahorrar un poco y mi familia me ayudó. Lo que ahorraba era por lo que trabajaba en verano. Pude ahorrar una parte importante y mi familia me ayudó». Durante la travesía en la embarcación «me mareé mucho», recuerda. «Yo no soy una persona que ha vivido junto al mar, no me había criado en un pueblo pesquero, no me había montado nunca en un barco», por lo que «esta fue mi primera experiencia con el agua». Hizo el viaje con 17 años, «no sabía lo que sé ahora», pero reconoce que «veías el peligro que corríamos».
«Vomité mucho durante el viaje», que duró unas «doce o trece horas». La patera en la que viaja Rachid «fue cogida por Salvamento Marítimo cuando estábamos cerca de llegar a Algeciras».
Internó en un centro de menores en El Pelayo, en el término municipal de Algeciras. «Allí estuve poco tiempo porque estaba cerca de cumplir 18 años». Posteriormente fue trasladado a un centro para mayores de edad en el municipio de El Bosque, y acabaría viviendo en Jerez.
Tras su difícil y peligrosa travesía en patera, la vida en Cádiz no fue fácil. Rachid se enfrentó a nuevas barreras, como el idioma, el racismo, y los obstáculos para encontrar una vivienda. Sin embargo, pronto comenzó a encontrar su lugar en Jerez.
Rachid, a través del programa de CEAin, encontró un primer trabajo en la hostelería. Esta ONG, federada en Andalucía Acoge, lleva 32 años trabajando por una sociedad inclusiva e intercultural, «con atención preferente a las personas más vulnerables y de forma especial a las personas migrantes, facilitando el pleno acceso a los derechos de ciudadanía, incidiendo en la superación de la exclusión social y en la promoción de espacios de convivencia y cohesión, en el marco de estrategias colaborativas con los diferentes actores del territorio», según recoge en su web.
Uno de los principales problemas que tuvo durante sus primeros días en España fue el idioma. «Los trabajadores sociales que he tenido me han dicho que soy un caso un poco más avanzado», porque a diferencia de muchos migrantes que arriban a la provincia de Cádiz «estudié bachillerato y aunque no teníamos una asignatura de español, tenía una buena base de francés e inglés, y eso te ayuda».
Racismo
La adaptación de Rachid a España fue dura, sobre todo al principio «porque echas de menos a tu familia y tu antigua vida», aunque «poco a poco el cuerpo se va haciendo a tu nueva vida y cuando tienes una rutina, te acostumbras».
Durante los cuatro años que lleva viviendo en España, «he sufrido algún caso de racismo», pero «he conocido a muchas personas que me han querido mucho y me han hecho sentir cómodo en España».
«Al principio era raro cuando te miraba la gente por la calle y no estás acostumbrado», señala, y recuerda que «un día desde CEAin nos prepararon una actividad, y mientras íbamos andando al lugar dónde habíamos quedado, salió un hombre de su casa y dijo una frase que no se me va de la cabeza». La frase, literal, que sigue recordando Rachid como si la hubiera oído hace escasos segundos, fue: «Hostia, que vais a venir todos los marroquíes aquí ahora o qué«. El joven, junto a su grupo de amigos, no respondió, «al igual que muchas veces hemos escuchado que nos llaman moro».
«Lo que diga una persona no puede afectar a mi estado de ánimo, si a él le molesta que yo esté aquí no es mi problema, pero también sé que no todo el mundo es así, es una minoría, y la mayoría de la gente entiende por qué estás aquí, que es una necesidad», apunta.
Rachid vivió una complicada experiencia «a los dos o tres días de estar en Jerez». Aún no tenía el permiso de residencia y mis documentos los tenía la organización. Salió a la calle con cinco amigos, tres de ellos «tenían ya sus papeles y sus cosas preparadas», pero «otros dos amigos y yo no teníamos todos los papeles en regla». Era plena pandemia, era obligatorio llevar la mascarilla por la calle, y «la policía vio a un amigo mío que estaba comiendo sin la mascarilla por la calle y le llamaron la atención». Los agentes pidieron la documentación a los jóvenes, quienes fueron trasladados a comisaría, dónde pasaron la noche. «A la mañana siguiente llegó nuestro educador con el abogado de la organización para saber que nos estaba pasando, y resultaba que teníamos que ir cada quince días para firmar y cancelar una orden de expulsión», un proceso que «tuve que repetir durante seis o siete meses», hasta que «solicité el permiso de residencia para no tener que ir a firmar más».
Los problemas para alquilar una vivienda
La vivienda es uno de los principales cánceres de la sociedad gaditana: los problemas de acceso para los jóvenes, y no tan jóvenes, a una casa. En el caso de Rachid y sus amigos, estas dificultades se acrecientan, y con creces. «Yo comparto piso con dos amigos míos que han estado conmigo en el programa de CEAin y antes en el centro de menores». Estuvieron viviendo juntos en una primera vivienda y cuando nos fuimos dijimos que buscaríamos algo de nuevo los tres porque nos iba muy bien«.
Ahí llegaron las dificultades. A pesar de que lleve más de un año en su actual casa, critica que «tuvimos muchos problemas, y el proceso era casi siempre el mismo».
«Buscabas en internet algún anuncio, todo va bien por internet, y cuando llegas para ver la casa y conoces al dueño, ellos ven a un chaval de 22 años, que e extranjero, y te piden cosas que no deberían pedir», como «una foto del dinero que tienes ingresado en el banco para que ellos sepan el dinero que tienes«. Un requisito que «no es legal, no es normal, no sé cuantas veces nos han rechazado hasta encontrar una casa en la que vivir».
Para Rachid «es un poco injusto», y aunque «entiende a la otra parte», realmente «estás pagando la culpa de otra persona que lo ha hecho mal, es un poco injusto».
Estos contratiempos, o dificultades para encontrar una vivienda, no los ha tenido para trabajar. «Mi primer empleo me ayudó CEAin a encontrarlo, y en el segundo me han ayudado porque hacen programas de formación», y «si uno quiere trabajar no va a tener problemas, los problemas llegan cuando una persona no quiere trabajar».
«Estoy contento con el trabajo que tengo como camarero en la hostelería, voy aprendiendo cosas, para poder dirigir en el futuro a un equipo, quien sabe, pero para subir en la escalera de la vida», asegura.
Presente y futuro
Rachid está «muy contento» en Jerez, aunque «echo de menos a mi familia». En cuatro años ha ido dos veces a Marruecos para ver a sus familiares, una en avión y la última el pasado mes de agosto, en barco con su coche hasta Ceuta. «El reencuentro fue bonito, una sensación muy feliz la de ver a tu familia de nuevo, he visto a mi familia dos semanas en cuatro años», una situación, un hecho «que es muy duro, es difícil, pero es mi elección».
Le gusta el fútbol, pero «antes jugaba más». Intenta salir «siempre que puedo con amigos, ir a la playa en verano... siempre busco planes nuevos». A día de hoy la vida de Rachid «está cumpliendo las expectativas que tenía, esa es la palabra, expectativas».
Su idea es quedarse a vivir en Jerez. «Mi sueño en la vida es que no me falte de nada, pero no necesito ser millonario». En su caso, «solo quiero poder manda un poco de dinero a mis padres», debido a que «con 22 años soy el hermano mayor, tengo siete hermanos y seis viven con mis padres porque una hermana se casó hace poco».
A corto plazo, ningún hermano le acompañará en su aventura en Cádiz. «Soy el hermano mayor y mis dos hermanas mayores son niñas, y no es muy común que viaje una niña», aunque «no descarto la posibilidad de que un hermano venga, pero no hay prisa».
Rachid, de 22 años, llegó a la provincia de Cádiz en patera, un viaje de 2.000 euros en el que puso su vida en juego. Aunque la travesía que lo trajo hasta España estuvo marcada por la incertidumbre, el temor y el miedo, hoy, su vida empieza a tomar forma en Jerez. Trabaja como camarero, y día a día va construyendo su futuro, un futuro lleno de esperanza y pequeñas victorias. Su rostro refleja la lucha por pertenecer, por encontrar un nuevo hogar, por ser visto y respetado. Rachid no es solo un número más de una lista casi infinita. Su historia, como la de muchos, es una historia de superación frente a la adversidad, un ejemplo de resiliencia que sigue escribiendo, paso a paso.
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