ALJARAFE
El tapicero de Gines que se fue a Etiopía a enseñar su oficio
Cayetano Gálvez, de 74 años, ha estado cuatro meses en Hawassa formando a jóvenes africanos

Cuando el doctor José María González , de la ONG NORU, contactó con Cayetano Gálvez para explicarle su proyecto en Etiopía, este no dudó ni un instante en unirse pese a que, como él mismo cuenta, «nunca había hecho nada parecido».
El reto era construir en Hawassa , una población de Etiopía, una casa de acogida y un taller de tapicería para que Tano, como lo conocen sus vecinos y familiares, enseñe el oficio a los jóvenes de la zona y les diese una oportunidad de futuro lejos de la miseria y el desempleo que asolan el país.
Ya han transcurrido varias semanas desde que regresó de su viaje, que ha durado cuatro meses y que tendrá una segunda parte en 2017. « El cambio de cultura y la pobreza que se respira allí no se pueden explicar con palabras», reconoce Tano, que se muestra sorprendido del nivel de aprendizaje que encontró entre los etíopes.
Uno de ellos, Dañe, ha sido el encargado de aprender los secretos de la tapicería de mano del profesional sevillano con el objetivo de quedarse a cargo del taller durante los meses que están transcurriendo entre una visita de la ONG y otra.
Antes de que Tano y José María González llegasen a Hawassa, Dañe era un joven de 17 años que trabajaba en el campo, que apenas había ido a la escuela y que se quedó huérfano cuando era niño. Con las lecciones de tapicería, su mundo ha cambiado por completo y ha encontrado un porvenir, ya que ha sido elegido por la ONG como la persona adecuada para ser el futuro monitor etíope que enseñará el oficio a jóvenes que viven en la calle.
«Excepto la costura, que requiere algo más de práctica, Dañe sabe todas las fases de la fabricación de un sofá» , explica Tano. «Es un chaval encantador, y solo deseamos que esto le sirva para aprender un oficio». En el próximo viaje quieren incorporar al proyecto a dos chicos y dos chicas que, como él, aprenderán todos los trucos del tapicero.
A su vuelta, Tano asegura que ha aprendido a «valorar más» las pequeñas cosas del día a día. «No le damos la suficiente importancia a los detalles que nos hacen felices hasta que nos faltan», reflexiona, aunque reconoce que se ha quedado «enganchado» de la experiencia y que «no hay día en que no piense en ella». «Quiero ver cómo se ha manejado Dañe y estoy impaciente por terminar el proyecto de NORU, al que aún le quedan un par de fases», dice Tano.
Este tapicero de 74 años, tiene muy claro que, por muy difícil que sea la experiencia en Etiopía, «merece la pena ». «Te sientes útil en esta sociedad tan cruel, enseñas a personas que no tienen nada sin esperar nada a cambio, y eso es impagable», reconoce. En estos días de Navidad, Tano y José María, así como las personas que han ayudado a que su sueño en Etiopía se hiciese realidad, demuestran que hay cosas que, como dice el maestro artesano, «no se pagan con dinero, pero que merecen todo el tiempo del mundo », dice.