LOS PALACIOS

«Salitas», el picador que fue a la cárcel por increpar a un aficionado en la plaza que resultó ser un alto militar

Trabajó con Ordóñez y Paco Camino, jugó al póquer con Cantinflas y se emborrachó con Hemingway, con quien intentó subir un burro a la habitación de un hotel

Enrique Salas «Salitas» es el subalterno español que más ha toreado en América F.R.M.

FERNANDO RODRÍGUEZ MURUBE

Sentarse a la mesa con el picador Enrique Salas «Salitas» es cosa seria. Pese a haber celebrado ochenta y seis veces la aventura de vivir aún no ha amarilleado la cartelera de su memoria. Apuntalado por el andamiaje de la vejez , sus recuerdos se mantienen indemnes a los achaques propios de un octogenario. Oír a Enrique desmenuzar episodios de su dilatada carrera taurina es disfrutar escuchando detalladísimas verdades que son más apasionantes que las más apasionantes mentiras que un hombre pueda escuchar.

En dos horas de generosa conversación uno tiene la sensación de haber visto diez capítulos de la serie «Cuéntame » o «Forrest Gump» en una versión cañí. Siempre bajo un barniz taurino y sepia, esboza la historia de España y América Latina de la segunda mitad del siglo XX, salpicando los acontecimientos más importantes de cada época con sus grandes éxitos y fracasos en los ruedos.

Narra grandes puyazos en todo lo alto y multas por hacer la «carioca» o pisar la raya, mientras confecciona travesías hacia el conocimiento de una tierra y una cultura, la española.

Nacido en Los Palacios en 1930, « Salitas» formó parte de la cuadrilla de figurones del toreo desde que debutase a caballo en 1949 con Rafael Ortega, para posteriormente picar a las órdenes de Antonio Ordóñez (52-59), Paco Camino (60-76), El Niño de la Capea (76-92 y 95), Rafi Camino (93-94) y Juan Mora (96-97), rayando la mayoría de las veces a gran nivel y cumpliendo con una ejemplar trayectoria avalada siempre por la profesionalidad y por su siempre venerada calidad humana.

En este sentido, Manuel Salas , su hermano mayor y también reconocido picador, no le fue a la zaga, ya que acompañó durante su carrera a toreros de la talla de Pepe Bienvenida, Luis Miguel Dominguín, Antonio Ordóñez o Chamaco.

No muy dado a homenajes ni entrevistas, admite que hace un par de años le hicieron un reconocimiento en Madrid por ser el subalterno español que más veces ha toreado en América . Más de cuarenta años cruzando el charco para lidiar de octubre a marzo en Perú, Venezuela, México, Colombia o Guatemala tienen la culpa de dicha mención.

«De mi etapa con Paco Camino , que tenía mucho cartel en México, recuerdo como si fuera ayer que siempre pasábamos unos días en la finca de Cantinflas . Siempre le insistía a Paco en que yo también fuera, porque le gustaba el póquer tanto como a mí, y jugábamos unas timbas buenísimas. Nos pegábamos unas juergas impresionantes en su casa. Yo me partía de risa con él, era un tipo súper ingenioso y con un sentido del humor increíble ».

En España también tenía amigos ilustres, algo sobre lo que hay que insistirle para que dé testimonio de ello. Mantenía una buena amistad con el marqués de Villaverde , yerno de Franco, con multitud de artistas como Chano Lobato o El Beni de Cádiz , a quien consideraba como un hermano.

Cuestionado por el premio Nobel y Pulitzer Ernest Hemingway , gran amante y entendido de la tauromaquia, Salas responde como un resorte y con la sencillez de los humildes: «¡Menudas fiestas nos hemos pegado Hemingway y yo! Hubo una etapa en que seguía a Antonio Ordóñez a todas las ferias. Prácticamente era como uno más de la cuadrilla y cogimos mucha amistad. E ra un tío por derecho. Se reservaba una habitación para Antonio, una para la cuadrilla y otra para él . Una vez que estábamos de borrachera en Pamplona, Hemingway compró un borrico y se empeñó en subirlo por las escaleras al hotel en el que estábamos hospedados frente a la plaza de toros», cuenta.

También hubo momentos agrios. Una vez, picando en la Monumental de Barcelona , alguien desde el público le increpó, algo que Salas no pasó por alto y le llamó al orden (la verdad es que le llamó cosas peores). En esta ocasión pinchó en hueso, ya que el espectador era un capitán general fanático de Chamaco , y que odiaba a Ordoñez (gran rival del diestro onubense). Ello le costó pasar cinco días en la cárcel Modelo.

En otra ocasión también tuvo que dormir en los calabozos de la Puerta del Sol por ser reincidente en pisar la raya en la plaza de Albacete. Una detención que volvía a tener el trasfondo de la rivalidad de Chamaco y Ordóñez . Estos y otros sucesos obligaron a «Salitas» a decidir cambiar de torero, ya que se sentía perseguido.

Anécdotas y aventuras que hacen que al mundo del toro le esté faltando más que un subalterno desde que se retiró Enrique Salas , y es que personajes de este calibre son los que han engrandecido lo que para él mismo es «una forma de entender la vida, no una profesión, ser torero en el sentido amplio de la palabra». Algo que cada vez escasea más, y que convierten este anecdotario de la época más fecunda del toreo en recuerdos que bañan de confeti dorado el corazón de los verdaderos amantes del arte de Cúchares, tan admirado y amado tiempo atrás y que tanta discordia siembra hoy día.

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