LOS PALACIOS Y VILLAFRANCA
Rafael Lemos, o cómo plasmar el caballo de Pura Raza Española a través de un objetivo
Este palaciego lleva más de medio siglo siendo un referente internacional de la fotografía ecuestre
Conversar con Rafael Lemos (Los Palacios y Villafranca, 1952) es sinónimo de adentrarse en una auténtica autopista hacia el conocimiento del mundo del caballo. A través de la fotografía ecuestre, oficio que desempeña con enorme pasión desde hace más de 50 años, el palaciego narra al mundo travesías hacia la esencia de una tierra, una cultura y, sobre todo, hacia un animal de belleza arrebatadora y admirado en todo el planeta como es el PRE (Pura Raza Española).
Las fotografías de Lemos siempre han impactado a los aficionados, incluso a los verdaderos expertos. Semejante armonía a la hora de plasmar a través de un objetivo la elegancia y la movilidad del caballo de pura raza española convierten un instante en el campo o un sencillo ejercicio en pista en una auténtica postal. Hasta el punto de haber creado un estilo propio que sigue siendo un referente internacional .
«La fotografía ecuestre debe transmitir raza y movimiento: cuello estilizado, garganta descarnada, nuca limpia, ojo triangular… esa es la base que hay que interpretar a la hora de fotografiar un pura raza español», explica. «También ayuda a conseguir este tipo de estampas el saber plasmar las dos uves invertidas (las que forman las patas delanteras y las traseras), y que el caballo aparezca con amplitud y pisando lo mínimo, como si le quemara el suelo. Ése es el caballo que tiene fuerza, que está equilibrado y transmite raza y movimiento , porque como el caballo no se mueva, el cliente no lo quiere».
«De ahí que una buena fotografía pueda posicionar o lanzar un caballo. O viceversa . Todo esto lo he aprendido a base de leer e investigar sobre la anatomía del caballo, la doma y el PRE (Pura Raza Española), de hecho, después de 50 años de carrera aún sigo estudiando».
Hijo, nieto y hermano de fotógrafos , cuando tenía 8 años su padre le regaló su primera cámara profesional, y contando apenas 15 ganó en Barcelona su primer concurso de fotografía equina . A pesar de este prematuro éxito, su padre no quería que su carrera tirara por esos derroteros porque «donde se ganaba dinero era con las bodas y las comuniones, pero eso a mí eso no me llamaba mucho». De hecho, el joven Rafael no cejó en su empeño y continuó vinculado al caballo haciendo reportajes en diferentes ganaderías, en muchos casos sin cobrar.
Punto de inflexión en la Hacienda El Hornillo
El punto de inflexión en su carrera, cuando de verdad decidió dedicarse plenamente «a este bendito oficio», tuvo lugar a finales de los sesenta con su entrada en la Hacienda El Hornillo, propiedad de Juan Manuel Urquijo, Conde de Odiel . «Allí coincidí con el mayoral Antonio León (también palaciego), que me enseñó a detectar los detalles relevantes del caballo; además, luego tenía la oportunidad de explayarmeme a la hora de poner en práctica mis nuevos conocimientos tomando fotografías de los potros y las yeguas que se iban a vender», recuerda con nostalgia.
«Aquella hacienda recibía visitas de muchísima gente importante del extranjero y de este mundillo, y gracias a don Juan Manuel Urquijo me hice con muy buenos contactos. Así, trabajé para las ganaderías de Guardiola, Salvatierra, Candau, Alba Ayala, María Fernanda de la Escalera o José Luis de la Escalera , además de dar el salto a América».
Socio de honor de Ancce y Sicab , Rafael es un símbolo de la época más fecunda y revolucionaria de la historia reciente del caballo español de pura raza, la década de los noventa. Gracias a su novedosa forma de interpretar la fotografía ecuestre , adaptándola como nadie a la original e innovadora forma de mover el caballo de la mano que impulsó en aquellos años el también palaciego Juan Gavira , se granjeó aún más prestigio del que ya ostentaba.
«La década de los noventa supuso un salto a la modernidad, una época dorada y muy bonita porque todas las disciplinas se transformaron (doma vaquera, acoso y derribo, etcétera) en el sentido de que el caballo español cambió rotundamente. Antes la morfología era diferente, el caballo se ejercitaba de manera distinta, desde aquel momento tiene más libertad y se mueve más largo », matiza. «Ante tal tesitura, había que modernizarse, ya que incluso la forma de hacer la foto tuvo que cambiar. Una variación que, sin duda, ha sido para mejor, porque al caballo español, que es funcional, antes se le restaba movilidad».
A sus 67 años, Lemos compagina su labor como fotógrafo ecuestre en América (México, Estados Unidos, Costa Rica, Chile, Guatelama o Nicaragua) , donde prestigiosos ganaderos de caballos españoles le encargan trabajos para páginas web, redes sociales y publicidad, con la organización de eventos, la participación en la elaboración de varios libros y la asesoría técnica en diferentes ganaderías y yeguadas.
Además, saca tiempo para impartir conferencias a uno y otro lado del charco, como por ejemplo el tour «Apreciación y presentación del caballo español» , un ciclo de charlas y coloquios que ha desarrollado este año junto a Francis García León (Campeón del Mundo de Presentación de Caballo Español) en Menorca, Ciudad de Guatelama, Washington, Los Ángeles y Atlanta.
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