ÉCIJA

La primera escuela de videojuegos de Écija solo tiene a una chica en sus filas

Ecija Gaming Community reclama a las mujeres que se animen y formen un equipo femenino en un sector del ocio que parece reservado a los varones

Algunos de los socios de la escuela de videojuegos en su sede ecijana A.L.

ÁNGELA LORA

Años atrás parecía algo impensable, pero hace escasamente dos meses comenzó a andar la primera asociación de ocio y formación en videojuegos de la ciudad, Écija Gaming Community , con la que sus fundadores han cumplido el sueño de adolescencia de poder compartir su hobby con otros jugadores y continuar aprendiendo, incluso con fines profesionales.

El amplio local que antes ocupara en el centro una antigua tienda de electrodomésticos cuenta ahora con el mobiliario y equipo informático y electrónico necesario para que los «gamers» puedan disfrutar de juegos de todas las generaciones: desde el clásico futbolín o sección de juegos de mesa hasta computadoras, grandes pantallas de televisión y numerosos accesorios para juegos on line, pasando por una nutrida colección de revistas del sector, cómics, manga, anime, vídeos o figuras de las series y películas más emblemáticas, todos accesibles a los miembros de la comunidad.

Donaciones privadas

Al equipamiento del local han contribuido con sus donaciones varias empresas ecijanas, mientras que el fondo lúdico se ha reunido gracias a las aportaciones de los socios, entre ellas las de Daniel Onetti, propietario de la mayor parte de la colección y uno de los diez socios fundadores.

La afición de Daniel, de 39 años , viene desde la infancia, etapa en la que empezó a conformar el patrimonio que hoy posee, y creció durante la adolescencia, cuando llegó a estar, según recuerda entre risas, hasta tres días completos jugando a la saga Final Fantasy.

Junto a los jugadores más veteranos también hay adolescentes de 14 o 15 años, lo que favorece la convivencia entre diferentes generaciones de jugadores que se complementan y enseñan unos a otros.

Con ello se combate además lo que denominan el lado oscuro de esta afición: el aislamiento o la frustración que puede provocar jugar en soledad sin salir de casa. «Como se disfruta jugando con un amigo no se disfruta de ninguna manera», afirma Mario Perea , otro de los socios fundadores de Écija Gaming Community, quien defiende que hay que superar esta parte negativa fomentando valores aparejados a los videojuegos como pueden ser la cooperación, la socialización o el aprendizaje .

De ahí que quieran montar un circuito de actividades estable durante todo el año que incluya tanto la organización de ligas y torneos como las visitas a otra competiciones, charlas sobre programación o robótica y talleres en las que los veteranos enseñen a los noveles a desarrollar sus destrezas, así como clases de inglés aplicadas a los juegos.

El objetivo final es crear una escuela de deportes electrónicos en la que se genere un equipo de «gamers» bien formados que compita en diferentes juegos, a la par que se combate la «exclusión social o incomprensión» que viven algunos aficionados.

En el caso de los menores de edad, explican Mario Perea y Jesús Rodríguez, el aprendizaje se coordinará con sus padres y colegios o institutos, para que, lejos de interferir en sus estudios académicos, se les motive para mejorar en ellos.

En este sentido, todos tienen claro que este hobby no es sólo una forma de ocio, sino incluso una salida laboral , como demuestra el número creciente de personas que se ganan la vida creando videojuegos y aplicaciones o simplemente compitiendo.

Negocio internacional

Adrián Fernández pone el ejemplo del famoso juego en línea League of Legends (LOL), cuya final siguieron más personas que la de la misma NBA, y en torno al cual se ha levantado todo un negocio internacional y profesionalizado que crece a nivel mundial porque no existe la barrera del lenguaje: « El idioma es el juego y el juego es universal», dice . De hecho, los videojuegos ya suponen la segunda industria de entretenimiento después del cine.

Para los miembros de la comunidad, que actualmente integran 36 socios, jugar es también una terapia. Tal y como apunta Mario es una «evasión que nos ayuda a desconectar de las rutinas y los problemas del día».

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