Sierra Sur
Pedrera acoge el único bar de la provincia de Sevilla convertido oficialmente en museo de la cerveza
Más de seis mil botellas y latas de todo el mundo decoran las paredes del establecimiento que regenta Francisco Marquina, declarado bien de interés turístico por parte del Ayuntamiento
Poco más de cinco mil habitantes y el mayor museo de la cerveza de Andalucía. Para entender algo tan llamativo hay que conocer la historia de Francisco Marquina y su bar, Casa Marquina, oficialmente ahora Museo de la Cerveza , el mayor andaluz y el quinto de España.
En sus paredes hay colocadas más de seis mil latas y botellas de cervezas , literalmente, de todo el mundo. Su casa está declarada por el Ayuntamiento bien de interés turístico.
La cerveza de Brasil, Thailandia, Irán o Kenia, o de lugares donde parece difícil que se puede fabricar una cerveza de calidad están colgadas de sus paredes.
Marquina explica que su casa no es solo un bar o una exposición, sino «un recorrido por la historia , que incluso muestra botellas del siglo XIX», con el matiz de que, aunque hay más de seis mil botellas a la vista, «se nos han quedado más de mil, simplemente porque no cabían, y por más que le hemos dado vueltas, no habido forma humana de ubicarlas».
A sus 41 años, recuerda que a los 14 le comenzó a llamar la atención todo lo que rodea a los envases de cerveza, «e incluso mi madre me regañaba, porque tenía esa edad y ella pensaba que me iba a beber toda la que iba coleccionando», con lo que ha ido cogiendo todo lo que caía en sus manos durante 27 años y guardándolo allí donde tenía un hueco.
«Me llama la atención todo: la forma, los logos, los tamaños…», todo es buena excusa para este amante de la cerveza a la hora de acompañar una lata o botella a su colección, con la premisa de que su pasión por la cerveza no comenzó precisamente por el líquido o el diseño, sino que tuvo la música como nexo.
Y es que empezó en un momento de su vida «en el que escuchaba música, pero de estilo Black metal, muy agresivo, y empezaron a salir cervezas como Satán, Lucifer, Belcebú… , me llamó la atención, pero luego abrí el abanico», y comenzó a crecer una colección que, lógicamente, era el preludio para que Francisco llegase a tener un bar en el que no solo degustar cerveza de calidad, sino exponer su pasión en centenares de estanterías.
Ahora, con la colección más o menos asentada, afirma que a veces llegan a sus manos nuevas joyas «por un golpe de suerte», porque «te encuentras cosas de repente o te las encuentras, o bien alguien te las da», con lo que ha conseguido tener, por ejemplo, « alguna de finales del siglo XIX , la típica que era vasija de cerámica y tapón de corcho, que se podía encontrar, como ahora me dan algunas, en cortijos antiguos, masías, rastros o millones de sitios».
La aceptación de su idea le ha desbordado. Ahora, superado el trámite de la inauguración, queda trabajar día a día para que su museo siga creciendo, y creciendo con calidad .
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