Salud
Mercedes Sollo, o cómo un cero nunca tuvo tanto valor
A punto de recibir el alta tras cinco años luchando contra un agresivo cáncer de mama, ha sido galardonada con el dorsal de honor de la II Carrera Rosa de la Mujer
Como cada día, como cualquier autónomo, Mercedes amanecía dándole vueltas a su cabeza buscando ideas que hicieran mejorar el rendimiento de su negocio, una coqueta zapatería ubicada en la céntrica Plaza de Españ a de Los Palacios y Villafranca. Era febrero de 2013 , y tras pasar una mala racha con un divorcio «complicado», había volcado sus ilusiones en esta tienda. Antes de abrir, tenía que pasar por la consulta de su médico de cabecera para que le echara un vistazo a su garganta, ya que llevaba varios días con un dolor en esa zona. Nada importante.
Después de que le recetasen los medicamentos típicos de esta dolencia y a punto ya de marcharse tras una amena charla, Mercedes se acordó de unas molestias que sentía en su pecho izquierdo desde hacía unos días (empezaba a notarlo un poco descolgado) por si acaso la doctora consideraba oportuno hacerle un seguimiento. Tras descubrirse la camisa y llevarse a cabo la pertinente exploración, la cara de la médico cambió por completo.
El buen rollo con el que había transcurrido la visita se tornó de improviso en un lúgubre silencio. Sin decir nada, la sola mirada de la doctora anunció la peor de las noticias. Mercedes la captó enseguida. Un eterno instante después, la voz de la doctora ponía el marchamo al desastre: un tumor maligno se traducía con casi toda probabilidad en un cáncer de mama bastante avanzado .
La palaciega abandonó la consulta en silencio y completamente derrumbada. Se fue andando hasta su coche y una vez allí sintió, parafraseando a Miguel Hernández, cómo un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal la había derribado.
Una vez más el destino demostraba que la vida se ríe de las previsiones. Atrás quedaban sus proyectos para la tienda, su particular lucha por superar la crisis económica que acuciaba a España y la ilusión por ver estudiar a sus dos hijas: Miriam y Andrea. Ahora debía reunir todas sus fuerzas para afrontar una batalla mucho más encarnizada, la que iba a tener a su cuerpo como escenario: la guerra entre la vida y la muerte.
Lo primero que le atemorizaba era dar la nefasta noticia a sus seres queridos. Muchos, por suerte, en su caso. Sus padres, sus seis hermanos, sus dos hijas, primos, tíos, amigos, etc. Pero lo tuvo que hacer, la primera en saberlo fue su hermana Conso, «su ángel de la guarda» , quien favoreciéndose de su trabajo como enfermera movió cielo y tierra para que Mercedes viera agilizados los trámites de sus pruebas. «Dado lo avanzado de mi enfermedad, si hubiese esperado a las fechas de las citas que me habían dado en la Seguridad Social ahora mismo estaría muerta ».
Tras confirmarse el diagnóstico previo, los médicos del Hospital Virgen Macarena advirtieron a Mercedes de que la enfermedad venía astifina. Los dos pechos estaban afectados y había que amputarlos , y ni mucho menos se debía descartar la metástasis, de modo que era sumamente urgente operar, incluso antes del tratamiento con quimioterapia, que es lo habitual. De no ser así, no viviría ni 6 meses.
«Fueron momentos tremendamente difíciles, en apenas unos día todo se iba al garete. Hice caso a los médicos y decidí optar por la opción más agresiva que me habían planteado, no había tiempo que perder». Tras diez horas en quirófano y un postoperatorio muy doloroso y complicado , se abría un halo de esperanza: durante la intervención se pudo comprobar que no había metástasis, se había llegado justo a tiempo. Pero el proceso no había hecho más que empezar. A lo largo de estos años ha tenido que pasar hasta tres veces más por el quirófano y soportar a trancas y barrancas dolores extremos, náuseas, y un sinfín de horribles efectos adversos producto de las intensas sesiones de quimio, a las que acompañó la temida e inevitable caída del pelo. Aspecto éste último que la deterioraron aún más física y mentalmente.
Apoyada en la familia y la fe
No obstante, nunca perdió la cara a la enfermedad ni arrojó la toalla, jamás dejó de sonreír, e hizo un esfuerzo titánico para mantener una buena actitud por aferrarse a la vida. Y lo hizo gracias al apoyo constante e incondicional de su gran familia (un cantidad y calidad) y a una fe cristiana inquebrantabl e. «Siempre he sido muy religiosa, y me encomendé a la Virgen de la Milagrosa. Nadie puede imaginar lo que yo he rezado durante estos años, ha sido mi tabla de salvación».
Una fe que sus hijas han heredado, tal y como cuenta Andrea, de 17 años. Durante la primera operación, la de vida o muerte, no las dejaron estar en el hospital. « Decidimos recorrer todas las iglesias de Sevilla durante las diez horas que se eternizó la intervención. Rezamos un rosario en cada una de ellas, y mientras, de reojo, mirábamos el móvil por si había alguna novedad».
Ahora, cinco años después, la luz ya se intuye al final del túnel. Mercedes luce melena rubia y ha recuperado su aspecto físico y, si todo sigue según lo previsto, en pocos meses terminará su tratamiento y recibirá el alta médica. Aunque admite que nunca volverá a ser la de antes, sí ha recuperado gran parte de su autoestima y consigue regalar a todo el mundo su mirada serena y su parsimoniosa sonrisa (nunca la perdió).
Actualmente pertenece a la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) , y le reconforta sobremanera saber que con su testimonio puede ayudar a otras personas que han padecido lo mismo que ella. «Solo las mujeres que han pasado por este infierno pueden entender el calvario que se sufre, y por ello se crea un vínculo emocional muy grande entre nosotras». A todas esas personas les aconseja que no tiren la toalla . «Pienso que los tratamientos hacen efecto si tenemos ánimo de mejorar, lo imposible también se puede lograr».
Un espíritu de superación y valentía que han sabido apreciar desde la II Carrera Rosa de la Mujer , una iniciativa solidaria y deportiva que organizan el Ayuntamiento local, Allianz Seguros y DKV Seguros , en la que participarán cerca de 4.000 mujeres y cuya recaudación (15.000 euros el año pasado) irá destinada a la AECC. El pasado martes, Mercedes recibía el simbólico dorsal cero de la prueba a modo de reconocimiento por su ejemplar lucha. A buen seguro que nunca antes un cero encerró tanto valor.
A continuación, un fragmento de la carta que Mercedes leyó durante la ceremonia de entrega del dorsal cero.
«El cáncer es ese enemigo que aparece sin avisar, amenazante, que toma rehenes a golpe de capricho, trueca destinos, arrolla caminos, fractura el tiempo y a veces destroza tus sueños. Todo mi cariño para todas las mujeres que desafortunadamente que esta maldita enfermedad eligió, para todos sus familiares y personas que estáis cerca y lo sufrís y todo mi energía para pensar que sí que lo imposible también se puede lograr.
Asimismo, me gustaría dar un mensaje a todos los presentes:
Date prisa. Date prisa por perdonar, date prisa por besar, por reír, por tomar esa decisión. Date prisa por no conformarte, por arriesgaste, por sentir, por esa oportunidad, por bailar, por abrazar, por tomarte este café con quien tanto deseas, por hacer la maleta de ese viaje soñado, por hacer esa llamada. Date prisa por comerte el mundo y valorar lo que es realmente importante en la vida. Date prisa por vivir.
Y a ti, que estas luchando ahora por vivir y que piensas que la pesadilla no termina nunca, que ves que solo existe el color negro, te digo que nunca abandones la lucha, porque cuando menos te los esperes aparecen otros colores, colores que demuestran vida hasta que ves el arco iris y te das cuenta de que has vencido, que eres una guerrera valiente».
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