SIERRA SUR

«El Lili», zapatero y «capirotero» de Osuna

Antonio Montero, que cumplirá el mes que viene 80 años, lleva casi tres décadas entregado a cubrir las cabezas de los nazarenos con todo tipo de caperuzas

Antonio Moreno «El Lili», de 79 años, en su taller ursaonense BORJA MORENO

BORJA MORENO

Entre los capirotes que desfilarán dentro de unos días en la Semana Santa de Osuna hay miles con firma propia, la de «El Lili» . Los conos de cartón a los que ha dado forma Antonio Montero Dueñas son un pequeño emblema local, ya que durante 28 años han acompañado en la sombra -la de las caperuzas- a casi todas las hermandades de la localidad.

El ursaonense realizó su último capirote el año pasado. « He decidido cortarme la coleta» , bromea. Pero en un rincón de su taller de la calle Lucena número 6 todavía se puede ver un modelo de capirote de rejillas.

Cuando en 1987 confeccionó sus primeros capirotes de prueba no podía imaginarse el gran interés que los vecinos del pueblo mostrarían por su trabajo cada nueva Semana Santa. «Los hice porque una vecina me preguntó si podría fabricarle algunos. Me dijo que como yo era mañoso en mi trabajo como zapatero seguro que los podría hacer muy bien». Uno de esos primeros encargos fue para el médico Rafael Pradas , que hace apenas unos meses le reconoció que todavía está en perfecto estado .

El «capirotero» de Osuna

Antonio se convirtió casi sin darse cuenta el nuevo «capirotero» de Osuna. De hecho continuó con una labor que ya era una tradición en el pueblo. Hizo las veces de relevo generacional a otro vecino que vendía sus capirotes en la Plaza de abastos, Marcial . En pocos años su fama traspasaría fronteras y llegaría a los municipios cercanos a Osuna. « Mi taller de la calle Barbabaeza y luego el de la calle Lucena estaban llenos de capirotes amontonados justo antes de cada Semana Santa», recuerda.

Reconoce que en los primeros años le costaba un poco más de esfuerzo, podía quedarse trabajando hasta la una de la madrugada para finalizar todos los capirotes. Pero luego era capaz de completarlos en apenas diez minutos. Para demostrarlo coge uno de los cartones que todavía descansan en el taller , se sienta en su mesa de trabajo y, a pesar de no tener a mano todos los elementos necesarios, lo clava. Apenas unos segundos por arriba de los diez minutos. Una vez colocadas las cintas para la sujeción del capirote estampa su sello, que tienen todos los capirotes que ha hecho.

«El Lili» es una persona muy querida en Osuna. El mes que viene cumplirá los 80 años y a pesar de que hace tiempo que se jubiló de su verdadera profesión, la de zapatero, asegura que le encanta ir todas las mañanas a su taller, que es como un pequeño museo. Allí se sienta rodeado por su c olección de relojes, sus herramientas y grandes cartones -de los que usaba para recortar los conos- plagados con fotografías de su historia y de momentos relevantes de la historia ursaonense.

Su currículum como fabricante de capirotes está sintetizado en un pequeño cuaderno que conserva. Tiene anotado los pedidos de cada año, los cambios de moneda en el precio , la llegada de los capirotes de rejilla o las peticiones particulares de las hermandades.

Y es que el aluvión de pedidos que le llegó justo su segundo año, de 84 capirotes, sería una constante hasta el 2015. Tras colocarse las gafas y revisar la libreta asegura «el año que más capirotes hice fue 2004 y fueron 152». Un último apunte del año pasado muestra que en total ha realizado 2.509, una cifra nada desdeñable porque asegura que ha hecho muchos más como regalos a amigos y familiares.

Su mente retiene a la perfección los diferentes tamaños que requerían los conos de cada hermandad. «Para cada una realizaba mis propios moldes» . Mientras disfruta de la tranquilidad de estar en su antiguo lugar de trabajo recuerda el cariño que ha recibido como «capirotero».

Como cuando su amigo Arcadio Pérez le ayudó a vender los capirotes en 2002 porque Antonio estaba enfermo. Años más tarde, en el Virgen del Rocí o, la acompañante de otro paciente estaba desesperada porque no le daba tiempo de conseguir un capirote. «Le dije que me trajera un cartón, por lo que se extrañó. Allí mismo le fabriqué uno y se lo regalé. Todavía recuerdo su cara de agradecimiento», recuerda a ABC Provincia.

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