LEBRIJA
Lebrija integra a sus cuatro mil vecinos de etnia gitana, que hacen crecer los matrimonios mixtos
Aunque subsisten algunos problemas, la población calé siente que la inclusión es un hecho gracias a su trabajo y al esfuerzo
Desde hace más de medio milenio el pueblo gitano comparte historia y civilización con la población andaluza, una historia llena de desencuentros, injusticias, desprecio y xenofobia hacia los llamados egipcianos, nombre que recibieron cuando llegaron a tierras de Jaén en 1462; pero también de solidaridad, intercambio, vidas compartidas y enriquecimiento cultural mutuo entre los llegados y los residentes. El 22 de noviembre se celebra el Día de los Gitanos Andaluces desde que el Parlamento lo aprobara el 30 de octubre de 1996.
Una de las localidades andaluzas con más población de etnia gitana es Lebrija. Según los datos de la Asociación por el Progreso y Desarrollo del Pueblo Gitano , en el municipio están censados unos 4.000 ciudadanos de esta etnia, lo que representa cerca del 15 por ciento de una población total que ya supera los 27.000 habitantes.
Aspectos negativos
No hay censos oficiales, «pero sí de aspectos negativos como el número de reclusos gitanos; no hay censos positivos como el número de licenciados universitarios de origen gitano, los que son empresarios o los que se dedican a la política», subraya a ABC Provincia Ramón Vargas un gitano lebrijano de 61 años de edad, trabajador del campo prejubilado y miembro de la asociación por el progreso y desarrollo de su pueblo.
«La estadística es clave para el futuro de los gitanos, porque si no se sabe cuántos hay, no constas para la acción política», apostilla Miguel Ángel Vargas , gitano lebrijano de 37 años de edad, licenciado en Historia del Arte y director de escena.
En este censo extraoficial, cada vez están más presentes los hijos de matrimonios mixtos, claro ejemplo de la integración, «mejor fusión» –corrige Miguel Ángel Vargas – en Lebrija.
La inclusión por el esfuerzo
Vargas, Valencia, Peña, Carrasco, Moreno, Hernández, Soto son alguno de los apellidos gitano-lebrijanos de familias jornaleras y trabajadoras pero también comerciantes, propietarios agrícolas o relacionadas con el mundo artístico y del flamenco. «Históricamente nos hemos dado a respetar por el trabajo», puntualiza Ramón Vargas que además reconoce que «Andalucía, y sobre todo el Bajo Guadalquivir, ha sido nuestra tierra prometida desde el siglo XVIII , lo que supone una ventaja sobre los gitanos de otras zonas y países».
Miguel Ángel Vargas asegura que « en Lebrija no existe xenofobia por ninguno de las dos partes y si la hay desde luego no es generalizada; tampoco hay conflictos entre familias», a lo que el trabajador del campo añade que «nuestros ancestros se hicieron respetar e, insisto, a base de trabajar hemos ganado nuestro sitio».
Parece que está claro que en Lebrija la integración, inclusión o fusión es un hecho, pero al igual que en el resto del Estado existe un problema de fondo pendiente de resolver.
En este sentido, el historiador del arte indica que «nuestro principal problema es el reconocimiento de la aportación a la historia y cultura españolas del pueblo gitano y el de los daños sufridos». Vargas aclara que «no queremos una paguita como dicen muchos, solo queremos que el Estado reconozca los daños perpetrados al pueblo gitano» y recuerda a modo de ejemplo que «en España los intentos de exterminarnos no están ni en los libros de historia ».