LOS PALACIOS

Jesús Navas, creyente y antidivo: «Cuando me retire, viviré en Los Palacios»

Regresó de Manchester a su pueblo y visitó el colegio donde estudió: «Llevo a mi hijo de 4 años a los partidos de Los Palacios, La Liara y El Mosqueo»

Navas, en el patio de su colegio, que ahora dirige su hermano Paco F.R.M.

FERNANDO RODRÍGUEZ MURUBE

Jesús Navas es una «rara avis» dentro del espectáculo que es hoy día el mundo del fútbol. De todo ello, a él lo único que le gusta es jugar al fútbol, y por eso es precisamente una especie en extinción. Lleva desde los 18 años enfrentándose de igual a igual a los mejores, ha sido campeón del mundo (él inicia la jugada del mítico gol de Iniesta) y de Europa con la selección española, y lo ha ganado prácticamente todo a nivel de clubes primero con el Sevilla, el equipo de sus amores y al que sigue a diario, y ahora con el todopoderoso Manchester City.

Sin embargo, al contrario que la gran mayoría de las estrellas, Jesús Navas hace todo lo posible para estar alejado de los focos mediáticos, nunca ha hecho una declaración polémica y jamás se le verá en El Hormiguero o en la sala vip de la discoteca del momento. De profundas creencias cristianas, Jesús vive fiel a su filosofía de vida, en un mantenido ejercicio de humildad y sin echar jamás los pies por alto, pase lo que pase. «Es lo que me ha inculcado mi familia desde pequeño» , afirma con la discreción que le caracteriza.

Igual que él, la entrevista en la que se basa este texto también es un tanto peculiar. Se muestra relajado, algo poco habitual para alguien a quien no le gustan los micrófonos; afronta la conversación en el despacho de dirección del colegio Nuestra Señora de las Nieves , en el que estudió y dio sus primeras patadas a un balón, y del que su hermano Paco es ahora director y su padre adjunto; tiene sentado en su regazo a su inseparable hijo Jesús, de 4 años; y quien le hace las preguntas también es palaciego. Todo muy cercano y familiar.

Jesús sigue considerando el fútbol un juego más que un trabajo . Y lo cierto es que sigue haciendo con idéntico desparpajo en Champions League lo mismo que hacía en su barrio con apenas seis o siete años con su vecino Eloy Galbarro, cuando formaban pareja jugando dos contra dos con unos bancos como portería, en el patio del colegio con Falcón y Manolito Pozo , o posteriormente en los alevines e infantiles de la U.D. Los Palacios con sus amigos David García y Domingo Elías y en las 48 horas con el Racing Chavito: correr la banda como corren los caballos marismeños, como describió Antonio Burgos.

Al reverdecer todos estos episodios que supusieron el prólogo de su exitosa carrera balompédica, Navas disfruta con alegre nostalgia pese a estar delante de una grabadora, y desgrana poco a poco detalles de su incuestionable condición de orgulloso «moñiguero» (apelativo coloquial con que se denomina a los palaciegos). De hecho, al ser cuestionado por su futuro cuando cuelgue las botas es tajante con el lugar al que estará vinculado su proyecto de vida: «Aún veo muy lejana mi retirada , aunque me gustaría hacer algo relacionado con el deporte. Lo que sí tengo claro es que viviré en Los Palacios».

A punto de empezar la pretemporada con el City de Pep Guardiola , apura los últimos días de vacaciones en su pueblo. Está feliz en Inglaterra, un lugar donde ha encontrado la horma de su zapato: «Allí la gente es muy tranquila , si te reconocen por la calle rara vez se acercan a hablarte o a pedirte una foto. Además, hay mucho menos prensa en torno al fútbol. Las dos cosas hacen que pase prácticamente desapercibido fuera de los terrenos de juego, y eso, dado mi carácter, es lo mejor para estar concentrado en mi trabajo ».

Además, está enamorado del fútbol inglés, de su velocidad y ritmo y del ambiente en las gradas. «Los estadios se llenan aunque en la ida de una eliminatoria hayas ganado 6-0, es increíble . Aún así, a mis compañeros les encanta el ambiente del campo del Sevilla. El momento del himno es muy conocido allí entre los futbolistas y cuando jugamos en Champions en el Sánchez Pizjuán alucinaron» . revela orgulloso.

Pese a su buena adaptación, cada vez que le dan dos o tres días de permiso coge un vuelo para volver con los suyos. Tiempo que aprovecha entre otras cosas para «darse un homenaje» en La Miguela, su restaurante fetiche, y para asistir a los partidos de los equipos de su pueblo: «Cuando puedo voy con mi hijo a ver al Los Palacios, La Liara y el Mosqueo». Detalles que en estos tiempos tan extraños en los que el simple hecho de ser humilde, sencillo y familiar son considerados casi una extravagancia.

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