LOS PALACIOS Y VILLAFRANCA

Emotiva despedida a una paciente que supera el coronavirus

Una palaciega de 75 años recibe una ovación por parte de una veintena de sanitarios al abandonar el hospital Virgen de Valme

Los sanitarios del hospital de Valme despidieron entre aplausos a Rosario F.R.M.

Fernando Rodríguez Murube

Cuando la pandemia del coronavirus (Covid-19) azota a España con la fuerza de un alud, dejando a su paso más de 11000 fallecidos hasta el momento, cuando la tristeza llega a ser dolorosamente tangible en todo el país, cuando la preocupación y la inquietud provocada por este enemigo desconocido marca el pulso de sus noches y sus días, historias con final feliz como la de Rosario Valiente (Los Palacios y Villafranca, 1944) se hacen más necesarias que nunca.

Y lo son porque representan mejor que cualquier otra el significado de la esperanza , una palabra que al oírla en estos momentos insufla tanta vida como lo puede hacer el oxígeno que respiramos, y porque representan de manera gráfica la calidad profesional y humana de los sanitarios a los que nos encomendamos.

Rosario, de 75 años, arrastraba desde hacía meses fuertes molestias por culpa de una hernia de la que estaba a punto de operarse . Debido al estado de alarma decretado el pasado el pasado 14 de marzo para hacer frente a la expansión del coronavirus, su inminente cita con el quirófano quedó aplazada. Ese mismo día la palaciega no pudo aguantar más los dolores y necesitó acudir de urgencia al hospital Virgen de Valme .

Una vez restablecida regresó a casa, pero el día 22 de marzo, apenas una semana más tarde, tuvo que volver al mismo hospital, pero en esta ocasión con un motivo aún más preocupante: mostraba síntomas de lo que en un principio se diagnosticó como neumonía en ambos pulmones, pero que, tras un primer test negativo, se le realizó la prueba y dio positivo por Covid-19. «Sospecho que me contagié la semana anterior en el propio hospital» , explica la propia Rosario, que ya descansa en casa, donde guarda reposo absoluto.

«Pasó dos días realmente mal, de hecho, los médicos veían muy difícil que pudiese salir adelante , ya que mi madre arrastraba varias patologías previas: está operada de corazón, hace años sufrió un ictus, padece hipertensión… o sea, tenía todas las papeletas para que esto acabara mal», explica su hija Rosario Ayala .

Trato encomiable de los sanitarios

Tras un par de días en observación, la pasaron a la planta 7 del hospital (reservada exclusivamente para los casos de coronavirus), donde permaneció aislada otros once días. Poco a poco fue respondiendo a un tratamiento bastante agresivo que incluía dos antivirales, uno contra la malaria y otro contra el VIH . Finalmente, y tras evolucionar de manera favorable y dar negativo a un nuevo test, Rosario recibía el alta médica en la mañana de ayer.

De toda esta experiencia, su hija resalta sobremanera la capacidad profesional y la empatía tanto de enfermeros como de los médicos que la atendieron para hacerle más llevadero este duro trance. « Es una suerte enorme poder contar con los sanitarios que tenemos , es encomiable la labor que desempeñan, muchos llevan más de un mes sin ver a sus familiares con el único objetivo de estar dedicados exclusivamente a esta lucha, ha sido algo indescriptible», explica visiblemente emocionada su hija Chari (como ese le conoce en su entorno).

«Especialmente, nunca olvidaremos la empatía y la humanidad que ha mostrado la doctora Asunción Navarro hacia mi madre, como paciente, y hacia nuestra familia en estos momentos tan complicados, animándola a que hiciera videollamadas, a que tuviera una actitud positiva, a que mantuviéramos viva la llama de la ilusión, tanto ella como nosotros, y todo ello pese a no escondernos que la cosa estaba muy, muy complicada».

Ya con el alta en la mano, y desde el fondo del pasillo, donde se encontraba la habitación que había sido su casa durante la última semana y media, Rosario recorrió ayer el trayecto abandonando su silla de ruedas hasta alcanzar el acceso a la planta, donde le esperaba su hija. Todo el equipo de la séptima planta del Valme quiso que ese simbólico trayecto del abismo a la vida lo realizara a lo grande, recibiendo el calor de sus ángeles de la guarda , esos que tan bien la habían cuidado.

Así, una veintena de sanitarios, entre doctores y enfermeros, ubicados a uno y otro lado del pasillo, le dedicaron una ovación que sonó a vida, a esperanza y a ilusión, mientras de fondo sonaba «Resistiré» , la canción que ya se ha convertido en el himno musical de esta pandemia. Sin duda, un ejemplo cristalino de la bondad y la empatía de unos profesionales sanitarios que se están fajando día y noche para ser el dique de contención contra el Covid-19.

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