Tribunales
Crimen de Gerena: los insultos y golpes violentos que precedieron a la muerte de Gonzalo
Un testigo, que estaba trabajando en la calle, escuchó a la víctima cómo insultaba al acusado, después dos o tres golpes, ««como de muebles cayendo, y la discusión de acabó»

Un testigo en el caso de la muerte de Gonzalo Verdugo, vecino de Gerena, que se está juzgado en la Audiencia Provincial desde este jueves ha asegurado al tribunal que la mañana de los hechos, el 5 de noviembre de 2018, oyó a la víctima insultando al acusado durante una «fuerte discusión» que concluyó después de varios «golpes violentos».
Un jurado popular está enjuiciando a Jonathan Gabriel V.M., para quien la Fiscalía pide catorce años de cárcel por homicidio con la agravante de parentesco, al considerar que mantenía una relación con la víctima, muy conocida en la localidad por trabajar en la televisión municipal ; mientras que la defensa niega que fuesen pareja y solicita la absolución o, en caso de condena, un año de prisión por homicidio por imprudencia grave.
El testigo que escuchó la discusión previa al golpe que presuntamente acabó con la vida del finado, que tenía 62 años, es un albañil que estaba arreglando el acerado de la calle y oyó «gritos e insultos en un tono bastante agresivo y fuerte», hasta el punto de que «las vecinas cerraron las ventanas».
«Sólo hablaba» la víctima, quien profirió «insulto tras insulto» y reprochó a su interlocutor que llevaba «dos años» teniendo relaciones con él, ha proseguido el testigo, quien a continuación oyó «dos o tres golpes violentos, como de muebles cayendo, y la discusión se acabó».
Una víctima con «fama de ser violento»
«No pensé que hubiera ocurrido nada grave porque ese hombre tenía fama de ser violento y pegar voces», ha finalizado.
El jefe del albañil, que ha testificado después, ha añadido que vio como «un chaval» salía de la casa entre media hora y 45 minutos después, pero no lo identificó.
Gran parte de la segunda sesión del juicio se ha basado en determinar qué relación había entre la víctima y el acusado, quien defiende que el vínculo empezó siendo laboral, ya que el fallecido lo contrató como asistente, y acabaron siendo amigos. Pero niega que fueran pareja. La Fiscalía cree lo contrario y por eso solicita la aplicación de la agravante de parentesco .
Varios testigos han coincidido en que la víctima era homosexual y estaba «enamorado» del acusado, quien tenía «dependencia económica» de él pero no le correspondía, aunque siguió yendo los fines de semana a su casa cuando ya no era interno.
La exmujer del procesado, quien ha definido a su expareja como «el mejor padre que puede tener» su hijo, ha recalcado que Gonzalo Verdugo estaba «enamoradísimo» de él, pero su exmarido «es heterosexual», ha aclarado. En todo caso, la relación entre ambos la ha definido como «maravillosa» y la víctima era «amigo» de la familia, aunque a veces «echaba de su casa» a su exmarido y otras veces «lo incomodaba» mostrándole «fotos de hombres desnudos».
«Hacía con él lo que quería. El güisqui lo perdía . Pero le compró un teclado, un violín, un ordenador... Y conmigo y mi hijo también tuvo muchos detalles», ha relatado la mujer, quien entiende que el pueblo pensara que eran pareja porque la víctima «iba diciendo que mi exmarido era su novio».
Una amiga del fallecido, que era dueño de una línea de videncia y tarot , ha referido que el hombre le contó que tenían «una relación íntima» y que «compartieron cama desde el primer día». «Creo que él estaba enamorado y el otro tenía otros intereses», ha agregado.
La última asistenta personal de Gonzalo Verdugo ha coincidido en que éste le contó que «sí había una relación», aunque «no era correspondido» por el encausado.
Un vecino ha insistido en el perfil violento que han apuntado otros tetsigos: «Se ponía bastante agresivo cuando bebía» y que en la calle que compartían «no le hablaba nadie», ya que al menos «dos veces al año» llegaba de madrugada «insultando y formando escándalo». Algo que ya declaró el día antes el procesado.
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