Patrimonio

El convento de Madre de Dios de Carmona muestra los tesoros de su clausura

Reúne piezas de imaginería, bordado, orfebrería, pintura y documentos que nunca se habían expuesto

La exposición se integra en la iglesia conventual, valioso exponente del mudéjar conventua A.M.

ALBERTO MALLADO

La clausura de los conventos es un cofre de historia y de devoción que, por abrirse poco, conserva todo el aroma de una vida distinta, transida de paz y religiosidad. Por eso cuando uno de esos arcones se abre, destila un refinado regusto artístico y un ascetismo que sorprende en el mundo actual. Una de esas arcas prodigiosa permanece abierta estos días en Carmona, la del convento de Madre de Dios, que ha convertido su iglesia en esplendorosa sala de exposiciones para la exhibición de sus fondos.

El poso de arte tiene aquí cinco siglos . La orden dominica se estableció en Carmona a principios del siglo XVI. Su primera residencia fue un beaterio, en 1508. De ahí pasaron al lugar que aún ocupan, el solar dejado por siete casas donadas en 1520 por Gonzalo de Andino y Mairena de la Barrera. Luego el convento fue creciendo, ocupando otros espacios hasta alcanzar su máxima extensión en el siglo XVII. Todo ese tiempo se ha acrisolado en el interior de sus muros en forma de obras de arte de las que ahora se muestra una selección.

El Museo de Carmona ha colaborado con las hermanas de la congregación para proceder al rescate para la contemplación de los carmonenses de obras que nunca siempre han permanecido al otro lado de la celosía de la clausura . De esta forma la exposición suma alicientes tanto para visitantes a la localidad, como para los propios carmonenses.

Aparecen así expuestas piezas como el Niño Jesús vestido de «curita», una curiosa talla que procesionaba en el conocido como Corpus de Minerva, que tenía lugar el domingo siguiente al del Corpus y que recibe su nombre de la procesión concedida a la archicofradía sacramental establecida en la iglesia romana de santa María Sopra Minerva. O un Santo Domingo de Guzmán del siglo XVI vestido con un espléndido hábito bordado dieciochesco . Puede verse una Virgen de la Encarnación del siglo XVI y del círculo de Jorge Fernández Alemán, que es la titular del convento desde sus primeros tiempos o una curiosa talla de la Beata Juana de Aza sentada y dormida con la cabeza apoyada en una mano y la otra sosteniendo en sus manos un libro al que el sueño de quien lo sostiene hace deslizarse.

Junto a ellas, obras íntimas que han sido vehículos de devoción durante siglos. Imágenes del Niño Jesús para vestir a los que las monjas atendían a lo largo del año cambiándoles la indumentaria. Conocidos a veces como «Manolitos», se muestra uno muy curioso que aparece dormido sobre una cama de madera decorada. Tallas piadosas y de pequeño tamaño como la de un Nazareno de muy buena factura, una Virgen de los Dolores o un ecce homo . En ellas puede seguirse el surgimiento de nuevas devociones que por ejemplo dan lugar a la realización de una Santa Cecilia a finales del siglo XVIII o principios del XIX y que deja ver la evolución estilística de la imaginería devocional También están documentos históricos que permiten conocer cómo era la gestión del convento o un buen ajuar litúrgico.

La espléndida iglesia del convento se convierte además en un elemento más de la exposición, el más importante, en realidad, por su entidad. Retablos y cuadros aparecen así integrados en el conjunto como piezas del discurso expositivo . El templo es un claro ejemplo del mudéjar conventual sevillano, que luego quedó revestido de una profusa ornamentación barroca. Es una iglesia de una nave con coro bajo y coro alto. Se cubre con artesonado de madera salvo en el presbiterio, que se corona con cúpula de media naranja en la que aparece el escudo de la orden dominica. Por el templo se reparten altares y hornacinas con imágenes de culto y dos tandas de cuadros inspirados en Zurbarán enmarcados en yeserías de hojarasca. El conjunto se remata con un altar mayor barroco de buena factura.

La muestra sirve también como reconocimiento a la labor de las monjas del convento en la ciudad durante siglos . Durante mucho tiempo atendieron un colegio en el que se formaron muchas carmonenses y ahora tienen un colegio para niños pequeños, la Guardería del Niño Jesús. Adaptándose a los tiempos, las hermanas han creado en el convento una hospedería turística. En palabras de la hermana Luisa, «aquí se tejió la vida de muchas personas de la ciudad». Como ella explica, esta exposición es una acción más en el carisma que ha distinguido a las monjas de este convento a lo largo de los siglos «servir a Carmona y dar gloria a Dios».

El convento está junto a la Plaza de san Fernando y puede verse hasta el 14 de mayo. Lunes y miércoles de 11 a 14 horas y jueves, viernes, sábado y domingo de 11 a 14 y de 16:50 a 19 horas.

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