Sucesos

Un conflicto familiar acaba con dos cuñados muertos en El Viso del Alcor

Antonio esperó a que Miguel regresara del ambulatorio para dispararle desde su casa y después se suicidó

Trasladan el cuerpo de Miguel al Instituto de Medicina Legal Manuel Gómez

Silvia Tubio

Dos detonaciones, seguidas de unos gritos desgarradores y un tercer disparo, más lejano, como si se hubiera escapado de los muros de una casa. Ésa fue la secuencia sonora que escucharon algunos vecinos de El Viso del Alcor. Un conflicto familiar , ordinario, de los que se cuecen en tantas familias, fue el detonante de una tragedia que ha dejado dos muertos.

Antonio y Miguel vivían hasta ayer puerta con puerta, en los números 14 y 12, respectivamente, de la calle Joan Miró , en el centro del pueblo. A escasos metros de ambos portales, en la misma acera, hay un bar que hace esquina donde oyeron cómo los cuñados discutían a voces a primera hora. Miguel, de unos 60 años, había salido pronto de su casa porque tenía que acudir al centro de salud . Tras intercambiar agrias palabras con su familiar, se marchó al ambulatorio y al regresar, Antonio le esperaba para matarlo.

Se oyeron las dos primeras detonaciones de la maldita secuencia. El agresor había esperado a que su víctima cruzara delante de la ventana de su casa y le disparó con su escopeta. Los primeros vecinos en salir a la calle para comprobar qué había ocurrido, vieron el cuerpo de Miguel caído en el suelo. Hubo quien se quedó petrificado y sólo supo echarse las manos a la cabeza. Otros empezaron a avisar a gritos a la mujer de Miguel que estaba en su casa. Alertada por los vecinos, se dirigió a la puerta y se dio prácticamente de bruces con el cadáver de su esposo.

Apenas transcurrieron unos minutos desde que el revuelo se apoderaba del barrio, cuando se volvió a escuchar una tercera detonación , la última que pondría fin de manera definitiva a las desavenencias entre cuñados. Antonio se había disparado apuntando a la cabeza con la misma escopeta que había usado instantes antes contra su familiar. Lo hacía a pocos metros de donde yacía ya sin vida Miguel.

A los servicios sanitarios les dio tiempo a llegar y trasladarlo a un centro hospitalario, aunque su estado era crítico. Al poco de ingresar, Antonio morí a. Mientras llegaba la noticia a la calle Joan Miró, el dolor se había hecho fuerte entre los familiares que iban poco a poco llegando a la zona. La Guardia Civil los había alejado del lugar donde aún seguía el cuerpo de Miguel.

No eran conflictivos

El alcalde de El Viso, Gabriel Santos , quien confirmó a ABC lo que había ocurrido, quiso también llamar a la calma. Las primeras noticias apuntaban a que se había registrado un tiroteo en las inmediaciones de un colegio : «Todo ha ocurrido cuando los alumnos ya estaban dentro. No ha resultado afectado ninguna persona más allá de las implicadas. Tampoco ha sido un tiroteo en el que se ha puesto en riesgo las vidas de otros vecinos».

Un agente revisa la azotea de la casa del agresor Manuel Gómez

Santos señaló que tanto el fallecido como el responsable de los disparos eran conocidos en la localidad y no procedían de familias conflictivas. Desde la Guardia Civil también descartaban cualquier enfrentamiento relacionado con la delincuencia . La rumorología se disparó de inmediato en el vecindario. Algunos señalaban a los periodistas que la causa de la disputa podría ser una herencia.

El cuerpo de Miguel fue enviado al Instituto de Medicina Legal cerca de la una y media de la tarde. Los especialistas de la Científica y de Homicidios de la Guardia Civil se dedicaron a recoger vestigios en el punto donde se había desplomado el cuerpo de Miguel. También analizaron la reja desde donde disparó el agresor y de su vivienda sacaron el arma homicida. Fuera, en una calle paralela, se vivían momentos de dolor de los familiares que no entendían lo que acababa de pasar.

El contraste fue definitiv o cuando a las dos de la tarde, mientras se seguía analizando la escena del crimen, a muy poca distancia estalló la algarabía propia de los niños saliendo del colegio Alcalde León Ríos. «Menos mal que no han visto nada», respiraba aliviada una vecina que aguardaba a su hija pequeña.

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