Provincia
Castilblanco, un pueblo roto de dolor por la muerte de la pequeña Manuela
La bebé, de tan solo diez meses de vida, fue enterrada en la tarde de este martes en la iglesia del Divino Salvador, a cuya puerta se dieron cita los vecinos guardando las distancias por el coronavirus
Castilblanco de los Arroyos es un pueblo roto por el dolor . Sus calles amanecieron desérticas el martes tras haberse conocido la noche anterior que los servicios sanitarios nada pudieron hacer por salvarle la vida a la pequeña Manuela , a la que un helicóptero había trasladado de urgencia al Hospital Virgen del Rocío tras ser brutalmente atropellada.
Los bares no servían desayunos y apenas hubo comercios con la persiana levantada. La brisa no alcanzaba a ondear las banderas del balcón municipal, izadas a media asta. Una funesta situación , acrecentada por el cielo crepuscular que amenazaba con un manto de lágrimas. El desconsuelo era tan profundo que ni el detenido tuvo quien lo increpara a su llegada a la comisaría de la Policía Local. «Pido disculpas a los familiares. No fue queriendo. Me falló el pie del freno y arrollé sin querer a esa criatura. Estoy muy arrepentido», dijo ante los medios, para negarse posteriormente a declarar ante los agentes locales.
Los vecinos estaban ausentes . Aún no habían digerido la noticia. Para encontrar un testimonio había que tocar puertas. Y los que asomaban, no se atrevían a rebasar el zaguán . «Estamos todos muy disgustados. No me quiero imaginar cómo estará esa familia. Ni tampoco los padres del asesino. Son gente muy querida en el pueblo, pero su hijo siempre ha sido muy conflictivo por culpa de las drogas. Nos tenía atemorizados con sus habituales robos», asegura una vecina que prefiere no dar su nombre.
Mientras tanto, a la entrada de Castilblanco desde Sevilla, en el paso de cebra donde le arrebataron la vida a la pequeña Manuela , un mensaje destacaba por encima de las numerosas flores que ya le habían depositado: « Un ángel voló al cielo ».
Llegado el mediodía se disolvía esa imagen de abandono del territorio. Un goteo incesante de vecinos llegaba a las inmediaciones de la parroquia del Divino Salvador . Todos querían despedir a la pequeña Manuela, una criatura que ha socavado el alma de tantos vecinos a los que la vida no le ha regalado la oportunidad de conocer.
El silencio se fue apresando de la Plaza de la Iglesia. Un silencio envolvente que penetraba en lo más profundo de cada ser. El conjunto tornó sus pálidos rostros en lágrimas desconsoladas cuando llegó el coche fúnebre con la pequeña fallecida . No hay palabras que describan el minúsculo ataúd blanco.
El medio millar de vecinos presentes no tuvo apenas fuerzas para ovacionar a la familia, que entraba rota al funeral de Manuela. Todos se iban desintegrando al escuchar el desconsuelo de la madre y la abuela de Manuela: «¡Nos la han matado!» .
¿Quién se atrevía a recordar las medidas de distanciamiento actuales ante aquella tragedia? Sólo pudieron entrar al interior de la iglesia los familiares más directos de la pequeña, pero eso no fue óbice para que el resto aguantara, estoico ante el dolor, en sus alrededores.
A escasos metros del detenido
Durante la media hora que duraron las honras fúnebres de la pequeña nada perturbó el desconsolante silencio . Ni siquiera nadie insinuó que a sus espaldas estaba el presunto asesino de Manuela en dependencias policiales detenido . No había sed de venganza, ni gritos de odio.
Francisco Javier, el padre de «El Varita» , fue quien dio el aviso a la Guardia Civil, en nombre de su hijo. Este martes no se escondió, ni ocultó su drama: «Lo único que me duele es esa criatura que se ha llevado por delante y su familia. A nosotros nos ha destrozado ».
Un conjunto de globos blancos despegaban junto al alma de Manuela . Una comitiva cada vez más grande continuó, pasadas las cuatro de la tarde, la estela que dejaba la pequeña. La marcha fúnebre de las campanas fue el acompañamiento que tuvieron hasta llegar al cementerio , donde por fin podrá descansar Manuela.
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