LOS PALACIOS
Una bisabuela que ha escrito cinco libros sin apenas saber leer
Manoli Carvajal, de 82 años, que ha trabajado de costurera desde los 7, ha plasmado sus duras experiencias vitales como ver a un hijo devastado por la droga
Hablarle a Manoli Carvajal (Los Palacios, 1934) de lo fuerte que puede golpear la vida es como hablarle a Noé de los diluvios. Ha sufrido en primera persona dos de los males que más daño pueden hacer a un ser humano: el desamor y ver a un hijo devastado por la droga. «Toda mi vida he sido una desgraciada» , afirma resignada.
Al cabo de un rato de charla se adivina que tal afirmación no es falso victimismo. Siente el desahogo como una necesidad vital y las experiencias que narra son como una muñeca rusa, en la que dentro de cada morfología siempre aparece otra igualmente impactante.
Aun así no le pierde la cara a la vida. Encontró hace tiempo refugio para su corazón en el arte. De carácter tremendamente inquieto y muy sensible a la partitura del sentimiento, Manoli tiene una habilidad creativa que expresa como pintora, escritora, bordadora o modista.
Más madrugadora que el sol, esta bisabuela palaciega no para todo el día de trabajar en sus «cositas» . Lo mismo está con el pincel rematando un cuadro, que está escribiendo unos versos, que está moldeando figuras de arcilla. No para. Ese no parar es lo que le da la vida: «Si parara me moriría», explica.
Especialmente llamativa es su vertiente literaria. Trabajando como costurera desde los 7 años hasta los 73 , su educación escolar fue prácticamente testimonial, lo cual se ha traducido en que escribe «a su manera» y lee «a duras penas». Este analfabetismo no ha sido óbice para que haya publicado cuatro libros de poesía y uno de cuentos (editado por Entrelíneas Editores).
Comenzó a escribir hace más de cuarenta años, cuando acompañó a un familiar a la consulta de un psicólogo y este le recomendó que escribiera todas las noches para sentirse mejor. En ese momento, Manoli hizo suyo el consejo del doctor y comenzó a escribir un diario, a lo que pronto siguieron los primeros poemas y cuentos. Encontró una válvula de escape a todos sus problemas. « Era como si los vomitara y me sintiera un poco mejor». Hoy guarda en casa varias cajas de cartón que acumulan casi medio siglo de vivencias.
Obra muy explícita
Los libros de Manoli son duros como el acero, incisivos, mordaces y penetrantes. Haciendo un escalofriante ejercicio de sinceridad, su obra plasma de manera muy explícita en negro sobre blanco ese alma llena de heridas mortales que no cicatrizarán jamás :
«No lloréis, hijas,/ el día que yo me muera;/que después de descansar/ tengo que ir a la Gloria./ Allí no voy a sufrir/ con tu hermano a la vera mía/ y verlo sin consumir droga / esa es mi mayor alegría./ Si esto fuera verdad, quisiera morir/ el mismo día/ y si yo muriera con él/ ¡qué a gusto yo moriría!/ Dame, Dios, ese placer,/ que no me has dado ninguno/ en la vida,/solo sufrir y padecer/ por culpa de la heroína» .
Este poema pertenece a su ópera prima «Parida por las penas » (2000),un libro cargado de desgarradores versos que claman contra la tragedia que es la droga, algo contra lo que Manoli lucha activamente. Muestra de ello es Afadro ( Asociación de Familias Afectadas por la Droga ), que fundó en los 80 y de la que ha sido presidenta durante 20 años.
En «Todo tiene lógica» habla del profundo amor que le profesaba a su marido y de lo incomprendida que siempre se ha sentido: «Me ha desilusionado el amor/por cargarlo de pasión;/ ¿qué ingredientes necesita,/ para que sepa mejor?/ Amores que se han perdido,/ sin saber eso por qué,/se han ido de mi vera/ sin saberlos comprender. / Le di toda mi vida, también parte de mi ser;/ el amor se evapora/ sin saberlo entender! Si lo mimas, se marchita;/ si no lo cuidas, también:/ ¡qué injusto es el amor,/ que no se deja entender!».