Tribunales
Asesinato en Écija: «Yo no quería darle, sólo quería asustarlos para que se marcharan»
El joven de 26 años que disparó al integrante de un clan astigitano en una disputa por un asunto de contrabando asegura que lo hizo para defender a su familia
Un abuelo, un padre y dos hijos se sientan en el banquillo de los acusados por el tiroteo mortal que acabó con la vida de Manuel Reyes, alias el Pelúo, en octubre de 2018 en una parcela a las afueras de Écija . La Fiscalía pide para el más joven de todos, Jesús R. M., 33 años de prisión por asesinato, cinco delitos de lesiones y tenencia ilícita de armas . El acusado ha admitido este viernes haber disparado hasta en tres ocasiones con una escopeta . Pero sostiene que lo hizo para defender a su familia del ataque que estaba recibiendo de un grupo de «unos 15-20 personas», que uno de los disparos lo hizo al aire y que los otros dos los dirigió «hacia un claro». Este joven de 26 años y sin antecedentes penales afirma que no vio a nadie herido y que se enteró por la Policía de que la reyerta se había saldado con un muerto horas después de que ocurriera todo.
Los cuatro acusados han prestado declaración en la sesión de esta mañana. Según sus testimonios, el 22 de octubre de hace dos años, recibieron la visita de los cuatros hermanos Reyes, del clan de los Raspas , acompañados de un grupo de familiares. Accedieron de manera violeta a la finca familiar donde se encontraban los procesados con la abuela y las mujeres de los dos hermanos y se liaron a golpes con el abuelo Manuel R. M., de 72 años, y su hijo Jorge Manuel. ¿La razón? El hermano mayor ha reconocido que durante un tiempo estuvo vendiendo tabaco de contrabando y eso enfureció a los Raspas, que se dedican a esa actividad. «Les habían dicho que les estaba quitando clientela cuando eso no era cierto». Los otros tres acusados han negado tener cualquier tipo de vinculación con ese negocio. El conflicto les pilló en medio, según los acusados, cuando los Raspas fueron a ajustar cuentas con José Manuel R. M.
La Fiscalía, sin embargo, circunscribe la pelea a una disputa por el control de la ctividad en esta zona de la provincia. El representante del Ministerio Público ha sido muy incisivo en sus interrogatorios, preguntando y repreguntando sobre las mismas cuestiones, con la aceptación del presidente del tribunal, para sacar a la luz las contradicciones en las que incurrían los acusados entre lo que han ido declarando este viernes y lo que dijeron nueve meses después de suceder el tiroteo.
Esa estrategia ha funcionado con el principal acusado, que se ha mostrado muy nervioso en su declaración. El fiscal le ha puesto varias trampas como cuando le ha preguntado cómo se cargaba una escopeta porque él era un desconocedor absoluto del mundo de las armas, y el joven se lo ha detallado. Minutos antes le había dicho que no tenía permiso de armas y que no las usaba.
Según Jesús R. M. aquel día sacó la escopeta que guardaba en la azotea de la finca -propiedad de su abuelo- cuando vio que su padre y su abuelo estaban recibiendo una paliza. «Disparé al aire y esperé a que se marcharan, pero no lo hicieron». Dice que escuchó cómo uno de los hermanos Reyes gritaba «Mátalo, al grande, al chico no» y cómo se efectuaba un disparo. «Yo estaba aterrorizado, ni en los sueños me imaginaba estar en una situación así». Así que avanzó con la escopeta apoyada en la cadera y cuando vio un claro disparó hacia esa dirección. Seis miembros de los Raspas recibieron impactos de perdigones. Manuel Reyes acabó muriendo por la abundante pérdida de sangre.
Las acusaciones sostienen que la familia preparó una embocascada a los hermanos Reyes en la finca particular donde les abrieron para a continuación atacarles
La defensa de los hermanos, que ejerce Francisco Baena Bocanegra , se ha esforzado en dibujar al autor material de los disparos que acabaron con una vida como un chico «que se llevaba mal con su padre y su hermano porque quería estudiar y no le dejaban». Un joven «que no consumía drogas, ni bebía». El abuelo, también procesado, lo ha definido «como un niño tonto, que no salía. Del trabajo al taller y nada más».
El hermano mayor del principal acusado, José Manuel R. M., ha admitido también que sacó una pistola detonadora y disparó al aire cuando vio que «estaban moliendo» a palos a su padre y a su abuelo y que vio a uno de los hermanos Reyes cómo mostraba un revólver. Un arma que también asegura su padre que vio y que reforzaría su versión de la legítima defensa. José Manuel no consiguió disuadir a los supuestos atacantes que sólo emprendieron la huida cuando Jesús disparó la escopeta.
Las acusaciones sostienen que los acusados prepararon una emboscada a los Raspas en la finca familiar después de haber tenido una pelea tan sólo unas horas antes en Córdoba y que el abuelo fue quien abrió de manera voluntaria para que los hermanos Reyes accedieran al interior. Un detalle que han negado los acusados, sosteniendo que la víctima y sus acompañantes rompieron la verja y entraron a la fuerza.
Las declaraciones del abuelo y del padre apenas han aportado detalles diferentes a lo que ya habían dicho los dos hermanos. Tanto Manuel como Jorge Manuel han asegurado que apenas vieron nada porque se abalanzaron sobre ellos y los tiraron al suelo. «Yo me tapé el pecho porque llevo un marcapasos y me puse en posición fetal para evitar que me golpearan en esa parte del cuerpo». Ambos necesitaron asistencia médica en los calabozos y el anciano fue derivado al hospital.
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