Las apariciones marianas de El Palmar de Troya

Fue un 30 de marzo de 1968 cuando cuatro niñas dicen ser testigo de un fenómeno que cambiaría su vida para siempre

Las nilas «videntes» del El Palmar de Troya ABC

José Manuel García Bautista

«El Palmar de Troya» es una serie documental de Movistar+ de cuatro episodios que cuenta con imágenes de archivo inéditas, recreaciones ficcionadas y los testimonios reales del expapa Ginés, su mujer y otros protagonistas que vivieron dentro de este mundo tan particular y que sigue contando con devotos en todo el mundo. En este caso recordarmos el caso de esas apariciones marianas que se produjeron en la zona en el año 1968.

La historia jamás contada de esta congregación sale ahora a la luz con esta nueva serie documental que nace como fruto de la investigación durante tres años.

Son muchas y muy variadas las apariciones marianas que se cuentan, algunas de leyenda, otras misteriosas y místicas. Hoy quiero centrarme en mayor profundidad, en las que se conocen en El Palmar de Troya .

Por esta vez no juzgaré a Clemente Domínguez , el que más tarde conoceríamos como el Papa Clemente, pues creo que es la historia y que otros autores ya se han encargado con sabiduría de la misma.

Para ser imparcial lo haré de la mano de lo que publicaron los diarios de la época sobre este fenómeno aparicionista sin recurrir a lo más folclórico y populista, sólo del mismo.

Fue un 30 de marzo de 1968 cuando las niñas Ana García, Ana Aguilera, Rafaela Gordo y Josefa Guzmán dicen ser testigo de un fenómeno que cambiaría su vida para siempre, mientras recogían flores en la finca «La Alcaparrosa» .

Así es como lo recogieron los titulares de los periódicos de aquel 7 de abril de 1986: «Cuatro niñas aseguran haber visto a la Virgen a las afueras de Utrera». El artículo continúa relatando como las niñas son testigos no de una, sino de varias apariciones por parte de la Virgen ante la incredulidad de unos y el escepticismo de otros.

Las niñas aseguraron verla sobre un lentisco que se alza en un pequeño cerro rodeado de tomillo, dotándole un aroma místico a la zona . El sábado día 30, las niñas salieron a coger flores para adornar el altar de la Virgen de la capilla parroquial, situada en un barracón que antes sirvió de almacén.

Una de ellas, Ana García González, de 12 años, se metió por entre el lentisco y la vio. Al principio pretendió huir, pues creyó descubrir a un hombre ahorcado. Sus pies no la obedecieron . Entonces llegó Pepita Guzmán Hidalgo, de 13 años, la mayor de las cuatro. Las otras tres tenían 12. A continuación se acercaron las restantes.

Sus primeras palabras a la prensa escrita describen claramente cómo fueron esas apariciones. Una entrevista del periódico de la época lo recogió de la siguiente manera:

Vimos algo maravilloso. Ante nosotras, quieta, estaba una señora, a la cual no se le veía más que desde los hombros para arriba. Su cara era muy redonda y sonrosada. Tenía los ojos negros y nos sonreía. Su manto era marrón. La vimos las cuatro.

¿Qué ocurrió después?

Las hojas verdes donde estaba la Señora se secaron de pronto, cuando Esta desapareció.

¿No os dijo nada?

No, no señor. No nos dijo nada.

La seguridad con que hacen estas manifestaciones no se conmueve con las amenazas e interrogatorios a que habían sido sometidas para tratar de averiguar si se trataba de una fantasía infantil. Las cuatro estudiaban quinto curso de primaria y eran hijas de familias muy modestas , sus padres trabajaban como peones en el campo.

La noticia se extendió por los poblados cercanos y comenzaron a llegar personas con el deseo de ver el lugar en que aseguraban se les había aparecido la Virgen. «Esto es un hervidero» son las palabras del que fuese alcalde cuando veía que la gente no dejaba de llegar. Incluso traían enfermos en brazos de sus familiares.

En otra ocasión que las niñas fueron testigos directos de las manifestaciones de la Virgen, éstas iban acompañadas por un grupo de amigas y por la profesora de la escuela, seguidas de una gran masa de gente. Sin embargo, ninguna de esas personas notó nada anormal sobre el citado arbusto.

El arcipreste de Utrera se negó a hacer declaraciones y en el Arzobispado de Sevilla aseguró una semana después de los acontecimientos no tener conocimiento oficial de los hechos.

Sería Andrés Galindo , secretario de Cámara del Arzobispo de Sevilla, quién manifestó cinco días después del primer encuentro de las chicas con la «aparición» que: «no se tenía noticia ni oficial ni oficiosa sobre el hecho». En términos parecidos se pronunciaron las autoridades eclesiásticas de la época sobre este suceso.

Una semana después de las apariciones continuó, de forma cada vez más masiva, la caravana de personas que llegadas principalmente desde Sevilla quisieron visitar el ya famoso «Palmar de Troya», a 14 kilómetros de Utrera.

El día 9 de abril de 1968, según relataron testigos presenciales, la «extraña Señora » —como fue calificada de momento— se apareció a un grupo integrado por quince personas , en su mayor parte, adultas. Por otra parte, dos de las citadas niñas aseguraron también volver a ver a la Virgen, esta vez de cuerpo entero y con más claridad . Todas las personas, al parecer videntes, coinciden, con pequeñas discrepancias, en la descripción: medía aproximadamente 1’80 metros de estatura y se cubría con un manto blanco, aunque la saya era de color marrón -¿advocación de la Virgen del Carmen?-, la cara redonda, ojos negros, muy sonriente y con un niño en el brazo izquierdo.

Las manifestaciones del párroco de Guadalema de los Quinteros , que atendía espiritualmente a El Palmar de Troya, fueron siempre huidizas y simplemente se preocupó personalmente de avisar a la jerarquía eclesiástica. Entre aquellos videntes se encontrarían los que posteriormente comenzarían su lucha por el trono aparicionista de la pedanía utrerana: Rosario Arenillas, María Luisa Martín, María Luisa Villa, Antonio Romero, Manuel Fernández, José Navarro, Antonio Anillos y Arsenia Llanos.

El jueves 10 de abril, el secretario de Cámara del Palacio Arzobispal de Sevilla, comenta a los numerosos medios de comunicación que se hacen eco de la noticia, que la jerarquía eclesiástica nunca pide informes sobre fenómenos como los que dicen estar ocurriendo en El Palmar y que en este caso tampoco se hará excepción alguna.

También se recogen las manifestaciones del reverendo padre Andrés Galindo en la que al ser preguntado por la posición que iba a adoptar la iglesia respecto a las apariciones, contesta: «La Iglesia no se apresura jamás a dar una opinión en casos semejantes. No hace todavía muchos meses también se habló de unos supuestos milagros de la Virgen en Consolación , igualmente en la zona de Utrera, y luego todo se disipó como el humo. Ahora, la actitud de la Iglesia es la de siempre. Ni impaciencias, ni nerviosismo, meramente de expectativa. Ni afirmamos ni negamos nada; simplemente esperamos».

Tras todo ello los videntes y «actores» tomaron el lugar y se convirtió en lo que todos conocemos.

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