san fernando
La Saldadora, la tienda de textil más antigua de La Isla
En octubre, el negocio de tejidos cumplirá 85 años y mantiene la estética de antaño
No hay quien se libre de los achaques del reloj. La aguja cambia todo a su paso: las calles, las plazas, los vecinos. San Fernando no es la misma que hace diez, veinte u ochenta y cinco años. Nos pasa a todos. Sin embargo, Tejidos La Saldadora ha logrado pararlo. O tal vez es que en su interior cada segundo corra más lento. «Ventas al contado», señala un cartel como resistencia simbólica a los tiempos en los que se paga con el móvil.
Quien está detrás del mostrador mantiene la esencia del local. Y también el apellido. José Francisco Parra Rendón, nieto de Francisco Rendón, uno de los socios fundadores, es la tercera generación al mando de la empresa de tejidos. Hace 15 años, cuando su tío Juan se jubiló tras 36 años, agarró el testigo para mantener con vida el negocio de tejidos más antiguo de San Fernando. «Acércate a La Saldadora, que seguro que lo tienen». Cuántas veces se habrá dicho eso en La Isla para comprar esas cosas que no encuentras en un centro comercial. Una tienda que ha visto crecer a la ciudad desde que naciera en 1939.
En un principio, fueron tres socios los que abrieron La Saldadora. «Uno de ellos era mi abuelo, otro era Manuel Guerrero y un tercero, Antonio Fernández. Ya después conforme fue pasando el tiempo y uno murió joven, en el año sesenta, mi abuelo compró la parte a cada uno de los socios y se quedó con el negocio«, recuerda José Francisco. 85 años es una vida y como todas han habido momentos buenos y malos.
Posguerra, crisis económicas, pandemias. Aun así, a pesar de la escasez de algunos años, cuando «no había ni para calzoncillos», La Saldadora supo reinventarse para tener qué vender. «En esa época, me dijo mi abuelo que una vez tuvieron que comprar jabones, porque no había nada que comprar, no había tela, no había nada, y compraron cajas de jabones y las vendían. Estamos hablando justo terminada la guerra civil, el país hecho polvo, no había nada, no había fábrica, no había nada y claro, ahí empezó, digamos, a todo a funcionar«, explica. La habilidad para adaptarse y sobreponerse a las adversidades, da igual qué año sea. Ahora, 85 años después compite contra Internet y las grandes superficies. »Nos hemos adaptado a los tiempos que corren y siempre hemos intentado tener mucha variedad de artículos para no centrar el negocio en dos artículos o en una línea y ya si eso te falla, ya el negocio falla«, afirma. Si no se vende un calcetín, se vende un juego de sábanas o cualquier cosa. Pero donde reside el quid es en la clientela. La de siempre. »Aparte también la gente, la mentalidad que tiene es que cuando busca algo extraño, algo que se salga de lo común, normalmente nosotros los tenemos«.
Para poder competir con los transatlánticos hay que estudiar el mercado y encontrar sus debilidades. «Tienes que buscar otra serie de nichos de mercado distinto para que puedas por ahí sobrevivir: uniformes, telas, fajas de carga, fundas de colchones, ropa de monaguillo. En Bahía Sur no hay faja de carga. O sea, artículos que no se encuentren fácilmente«. Otro ejemplo son los pañuelos de caballero para la nariz. «Casi todo el mundo utiliza clínex pero nosotros seguimos vendiéndolo mucho».
En el mismo lugar que siempre, La Saldadora ha visto nacer y crecer a los nietos de los primeros clientes. «Aquí han venido cuatro generaciones a comprar. Van de generación a generación, a lo mejor le va diciendo a la siguiente: 'pues, compra eso allí, que seguro que encuentras lo que buscas'», afirma. Muchas personas, cada vez que entran, se teletransportan en el tiempo a cuando tenían que ponerse de puntillas para alcanzar a ver tras el mostrador.
Sin embargo, los nuevos hábitos de consumo tienden a arrasar con todo. «La clientela siempre ha sido más o menos gente mayor, pero claro, van cumpliendo años y van falleciendo, entonces ya las generaciones nuevas no van siguiendo el testigo y compran a otro sitio», lamenta José Francisco, quien asegura que lo que más se vende son los uniformes de trabajo y ropa para personas mayores.
El origen del nombre
Su abuelo con su socio fueron a Barcelona en busca de proveedores de tela. En Las Ramblas, se quedaron fascinados al entrar en un almacén repleto de personas donde vendían las telas al peso. Tal vez en un impulso para llamar a la misma suerte de la que gozaba ese local hablaron con el propietario. «Aquella tienda inmensa se llamaba Almacenes La Saldadora. Alucinaron. Entonces le preguntaron al dueño: 'nosotros venimos de Cádiz, vamos a abrir una pequeña tienda allí, ¿le importaría que pusiéramos el nombre, el mismo nombre?' Y le dijo el hombre: 'no, no hay problema'», rememora. La historia de aquellos almacenes, que cerró en torno a mediados de los sesenta, sigue viva de alguna forma en la calle Antonio López, a más de mil cien kilómetros de Las Ramblas de Barcelona.
La Saldadora mantiene la estética de antaño. Es de esos lugares que funcionan como una máquina del tiempo. Entrar para revivir lo que un día fuimos o para vivir lo que otros vivieron.